Cubrí mi rostro con velo negro
ocultando mí
llanto,
entreabriendo mi
boca
mostrando unos
dientes blancos
emulando una fingida
sonrisa.
Tras el pobre ataúd,
hecho con
maderas viejas,
portado por
cuatro pagados.
Sola,
descalza, erguida,
con la cabeza
alta
ante las
miradas irónicas
y las burlas
de las lenguas,
ante el desprecio
de todos
y las risas de
los niños.
La fosa, fuera del campo santo.
Ni lápida, ni cruz, ni flores,
ni cura, ni
sermón, nada de nada.
Sola, yo sola con mis manos
fui cubriéndote
de tierra.
Exhausta de nuevo a casa,
Sola,
descalza, erguida.
Mañana, pasado, vendrán a por mí
y me
encontrarán con el velo puesto.
Como a ti, me quitarán la vida,
pero no me verán
llorar.
Solo verán mi sonrisa.
Sola, descalza,
pero no de rodillas.
Ojos de Gata@
2023
Cuánta fuerza ….Muy bonito
ResponderEliminarGracias.... Por ellas
EliminarExcelente poema apreciable Maestro, cuanta verdad encontrada y cuanto sentimiento encierra.
EliminarTú ya sabes.
EliminarTriste y bello poema.
ResponderEliminarOK.
EliminarImpactante poesía....llega al alma...abrazos amigo. America Santiago.
ResponderEliminarSeguimos adelante.
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