Al poco tiempo se celebró
la esperada charla, solo unos pocos alumnos junto a sus padres asistieron “ya
que debía de ser fuera del horario lectivo”
algunas personas de dispar edad junto a los maestros y pocos
más.
En el escenario del salón de
actos El doctor Hernández, Paula y Jaime.
Al final de todo, en la
oscuridad, semiescondido por unas cortinas escuchaba Samuel, que decidió
quedarse allí, en vez de ir a jugar al parque.
Los escuchó con atención antes de
salir de allí a hurtadillas intentando
que nadie se percatase de su presencia.
Jaime todos los días estaba presente en
el patio representado en las gorras de Adry e Inma que se las ponían a diario.
De pronto uno de los del corro le dijo a
Samuel:
Niño.- mira que gorras más floridas llevan las tontas esas. ¿A que no te atreves a ir y cogerle una?
Samuel.- no me apetece
Niño.- eres un cobardica, desde que te untó el morro…
Samuel.- vamos y si te atreves se
la quitas tú
Niño.- pues claro que me
atrevo. Vais a ver quién es ahora el líder
Se acercaron a ellas y cuando estaban al lado,
Samuel sacó la gorra de su bolsillo y se la puso.
-
Todos lo miraron asombrados.
Samuel.- solo hay un problema,
ven, que primero me la tienes que quitar a mí
- quedaron quietos,
esperando acontecimiento-
Adry.- ¿Qué pasa Samuel?
Inma.- a quien se arrime me lo
como
Niño.- mirar ahora es amigo de
las niñas, ja, ja, ja,
Adry.- ¿algún problema?
Maestro.- ¿Qué pasa aquí?
Samuel.- nada, que este se estaba
metiendo con las chicas
Maestro.- vamos, cada uno a su
sitio de costumbre
Niño.- traidor
Samuel.- repítelo y vas al hospital y mañana los dos al despecho del
director
Adry.- déjamelo a mí
Maestro.- vosotros marchar de aquí
y que no se os vuelva a pasar por la cabeza meteros con ellas
-La multitud que estaba observando se
dispersó, ellos se alejaron pero Samuel se quedó hablando con ellas-
Inma.- ahora te has quedado sin
amigos por nuestra culpa
Samuel.- da igual, de todas formas…
Adry.- si quieres puedes estar
con nosotras en el recreo
Inma.- pero para estar en este
rincón, hay que tener la gorra puesta y a ti te queda muy bien
Adry.- así para atrás te hace
cara de malote
Samuel.- pues entonces me la
pondré con la visera hacia delante
Inma.- así te queda mejor
Samuel.- me gustaría pedirle perdón
a Jaime, yo no sabía lo que le pasaba. Bueno tampoco me importaba, pero ahora sí
Adry.- ¿qué te pareció la charla
del otro día?
Samuel.- ¿qué charla?
Adry.- que te vimos Samuel, no
te hagas el tonto
Samuel.- no quería que me viesen,
me daba vergüenza
Inma.- tú eres tonto, a ver si
no vas a poder ir donde tú quieras
Samuel.- ya, pero…
Adry.- tú haz lo que te parezca
y cuando quieras, pues te pones la gorra y ya sabemos que vienes a estar un
rato con nosotras y cuando esté Jaime, seguro que le das una alegría
Samuel se fue el solo a dar
vueltas por el patio y pensar, pero sin quitarse la gorra ante aquella mirada
acosadora y burlesca del sus antiguos amigos.
Pasó varios días juntándose
con unos y otros fingiendo no pasar nada por su cabeza y mirando de reojo el
rincón donde sabía lo esperaban con una única condición.
-Jaime se encontraba mejor y
volvió a ir al cole-
Al entrar en clase pudo percibir
la alegría de Samuel al verlo y al pasar por su lado le extendió la mano para
chocar sus palmas.
A la hora de recreo
Samuel se fue al servicio y se sentó en la taza del retrete un rato; buscaba
las palabras con que hablar con Jaime.
Cómo comerse su orgullo y pedirle
perdón delante de todos.
-Salió al patio, se puso
la gorra de nuevo y se fue hasta el rincón-
Samuel.- Gracias por la gorra
Jaime
-se dio la vuelta y
alzó los brazos gritando-
Samuel.- ¡VENIR TODOS QUE TENGO
QUE DECIR UNA COSA!
-Los primeros que se
acercaron fueron los maestros y tras ellos el resto de alumnos de los
diferentes cursos-
Samuel.- quiero pedir perdón a
Jaime por lo que paso aquél día y que sepáis que a nadie se le ocurra meterse
con él
-Allí sonriente mezclado entre
todos, el nuevo cabecilla de la pandilla –
Niño.- se nos ha vuelto
mariquita
-Como un resorte, todos
volvieron la cara hacia él mirándolo con desprecio-
Samuel.- tus dientes tienen los
días contados
Maestro.- tranquilo Samuel que lo
estabas haciendo muy bien
-Jaime extendió su mano abierta-
Jaime.- ¿amigos?
Samuel.- amigos, “estrechando su
mano con fuerza”.
Fueron pasando los días y poco a poco el
patio se fue llenando de cabezas con gorra en solidaridad con la enfermedad de
Jaime.
Los maestros no podían
ser menos, tan solo unos cuantos se resistían a la nueva normalidad.
Todo aquello que sucedía en el
patio se fue trasladando al parque a la salida del colegio; los
abuelos y abuelas también lucían bonitas viseras cuando llegó la primavera y se
podía estar de nuevo aprovechando los rayos de sol mientras sus nietos jugaban.
De aquello se llegó a hacer eco el periódico
local con una foto de portada y acompañada de un artículo en las páginas
centrales.
Y el tiempo pasó y pasó,
terminó su tratamiento con éxito y le dieron una medicación de continuidad con
la que debería estar varios años junto a varias revisiones periódicas, análisis y
pruebas, pero eso ya no tenía casi importancia.
A finales de verano, casi al mismo tiempo
que a Jaime le empezaban a brotar nuevos cabellos.
Mediados de septiembre
cuando los siete cogieron carretera en los coches de Raúl y Laura para pasar esos
días que habían planeado hace tanto tiempo al lado de la playa.
Allí, uno de esos días, en
aquel hotel, tras la merienda, justo coincidiendo con un bello atardecer por
fin se decidió Claudio a pedirle a Paula ser novios. Algo
que celebraron como siempre juntos, sin lazos de sangre pero como una pequeña
gran familia.
Al poco tiempo de comenzar el nuevo
curso, las gorras quedaron guardadas en el armario, metidas en una caja en cuya tapa estaban
apuntadas cada una de las fechas en que tuvo que ir al hospital a someterse a
la quimioterapia para poco a poco ir ganando batallas.
En aquella caja, en el armario, junto a las
gorras aún duermen muchos detalles; junto a todos los informes, una aguja con palomilla, una caja de
pastillas caducadas después de los años, la piedra que le dio su abuelo y un
mechón rubio de pelo atado con una goma que su madre llevó consigo durante todo
ese tiempo.
“FIN”
Y la vida, debe continuar.
Genial el enfoque. Me encanta.
ResponderEliminarGracias.
EliminarEspero contar contigo en proximos relatos.