Corriendo la calle
pisando los
charcos.
La patada a un bote
que duerme en
la acera.
Una sonrisa al vecino de enfrente
que tímidamente
saluda.
Rayos de sol que entre nubes
iluminan las
hojas amarillas,
el piar de
unos gorriones
que esperan un
poco de pan
caído en el
suelo,
junto a la
silla de madera.
Mi abuela, esperando la hora
de entrar a
casa y descansar.
Mi abuelo, entreteniendo el tiempo
con una
garrota entre sus manos
a la que no
para de dar vueltas.
Mi padre que se acerca calle adelante
tras la
jornada de trabajo.
Mi Madre, ay mi Madre que voces
desde la
cocina ¡Vamos, a cenar!
La calle vacía al esconderse el sol.
La bombilla que se apaga
con el beso de
nuevas noches.
Sábanas recién sacadas del armario
que abrazan
los sueños
con su olor a naftalina.
Al despertar han pasado los años
en un abrir y
cerrar los ojos.
Sentada en esta silla de culo de anea
miro a mi
nieta como corre,
pisa charcos y
saluda al vecino.
Mi anciano querido se duerme
dando vueltas
a la garrota.
Ya se acerca mi hijo calle adelante.
Mi nuera, desde la cocina nos llama.
El resto ya se fueron
por ese camino
que todos
algún día
recorreremos.
Pasados los años, un día,
mi nieta
despertará
con los
cabellos blancos
y verá correr
a una niña
que se ríe a
carcajadas
pisando los
charcos.
Ojos de Gata@2024.
Y en el espiral involuntario de una vida que circunda vidas pasadas, presentes y futuras. Con ellos repetiremos las nostalgias de tiempos que en apariencia no volverán.
ResponderEliminarLa vida misma, ha sido un placer leerte.
ResponderEliminarEl círculo de la vida. Almas que se fueron pero que, de vez en cuando, de puntillas, rondan nuestra cotidianidad y acarician nuestros cabellos. Feliz domingo, maese.
ResponderEliminarEs un regalo leerte. La vida misma nos ha encontrado. Misma que le doy gracias a ella y a ti,tocayo. Bendiciones
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