Comió de sus labios con olor a albahaca
susurrando mentiras
envueltas en celofán,
ocultado su
edad y su nombre,
disimulando su
rostro tras la máscara de la oscuridad.
Dibujó en su pecho ilusiones,
tatuó un beso
en su cuello,
gimieron juntos,
al compás de unos dedos
que interpretaban
la sensualidad junto a la piel,
bajo la ropa
de botones desabrochados
que gritaban
qué más da.
Inocencia pervertida en las ansias de
creerse mayor,
lujuria desenfrenada
en la indecencia,
desfile carnavalesco
en los sucios callejones.
Un hoy y nunca más,
un ayer que jamás
volverá a existir.
Para uno un mísero instante,
para otro, una
eternidad de contradicciones.
Allí quedó, junto al rincón,
tras el
contenedor de basura,
el olor a
alcohol y sudor,
el rímel, el
carmín y las pestañas postizas,
el esmalte de
uñas y los zapatos de tacón.
Allí, la cerradura de un armario
se abrió por
primera y última vez.
Allí, solo allí conoció la palabra
libertad
y entendió el
desprecio entre lágrimas solitarias.
la cruel bofetada le hizo aprender de la
vida.
Nunca más sus
ojos brillarían en la oscuridad.
Ojos de Gata@2024
Tan cierto como la vida misma. Cosas que nunca cambiarán por mucho que desde ciertas instancias quieran hacer igual lo inigualable a través de eslóganes baratos y peligrosos. Certera reflexión.
ResponderEliminarBárbaro
ResponderEliminar