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miércoles, 28 de noviembre de 2012

Especiales

      Uno de los bancos es especial; el único que se ve durante todo el año desde los balcones del número doce de la plaza, el que está situado junto a la fuente, esa escultura de bronce con forma de cisne donde los niños que juegan correteando de un lado a otro se acercan para calmar su sed, otros, los más pequeños vienen con la pala y el cubo de plástico con la sana intención de guarrear un rato intentando hacer figuras de barro en la arena que solo su imaginación es capaz de ver y reconocer.
      Allí, todas las tardes después de comer y haberse echado un rato la siesta, se juntan los dos para cogerse las manos bajo la mirada atenta de sus respectivas madres tras los cristales. Esperando a que caiga la tarde para volver a casa y en el portal despedirse hasta el día siguiente; a continuación ella subirá rápidamente las escaleras hasta el primero, él, cogerá el ascensor para subir al tercero, donde como cada día lo espera su madre para quitarle los zapatos y ponerle unas zapatillas de andar por casa.
      El verano se ha agotado, ya en otoño al final del mes de octubre, con la complicidad del cambio horario, la oscuridad va comiendo a dentelladas la luz del día; ya pronto no les quedarán apenas minutos para estar sentados y el tiempo desapacible impedirá incluso que salgan muchos días.
      Llega la época en que empiezan a desprenderse las hojas amarillentas de los plataneros, que con sus ramas entrelazadas rodean toda la plaza, las que durante el verano proporcionaban sombra a todo el parque y ahora sirven de alfombra a los escasos paseantes; el reloj marca las cinco y media y casi ya es de noche, cogidos solo por un dedo sus miradas picaras e infantiles se cruzan en un instante dándose un beso de hasta mañana antes de cruzar la calle.
      Hoy es un día especial, veinticinco de noviembre, Santa Catalina, su treinta y un cumpleaños.  El cielo está increíblemente azul, sin una nube, pero eso no impedirá que estrene el chubasquero violeta que le han regalado haciendo juego con unos guantes de piel vuelta. Nada mas comer, casi sin terminar el postre, ya está tras la puerta, arreglada, esperando oír el ruido del ascensor para bajar al portal y lucir su modelo.
      Al encontrarse se funden en un abrazo, luego él, se aleja para decirle lo guapa que está y cruzan la calle dirigiéndose al parque; hoy, precisamente hoy, hace diez años que dibujaron con un pequeño clavo algo donde se deja adivinar un corazón en la tabla que les sirve como respaldo; hoy él, le trae el mejor regalo, ha cogido un pequeño destornillador de casa para repasar con sus manos temblorosas, superando la rigidez de sus muñecas esa figura gastada por el tiempo, a la que no le hacen falta ni letras ni estar atravesada por una flecha para también ser especial.
      La hora siguiente, cogidos como siempre por un vergonzoso dedo pasean por un pequeño trozo de acera, el que no excede de la vista de sus madres; cuando llegan a casa les espera una gran sorpresa, aparte de merendar juntos, hay preparada una tarta con velas, Cata, tendrá que apagarlas soplando si los nervios le dejan y antes de cortar las raciones, todos cantarán el cumpleaños feliz, incluso mamá ha comprado vino espumoso sin alcohol ¡que susto! cuando ha saltado el tapón de la botella y casi se cae toda la espuma al suelo, que susto y que risas. Mientras los mayores recogen la cocina, ellos se sientan en el sofá a ver la tele con sus cabezas una contra la otra. Se han quedado dormidos, por ser hoy, los dejaremos un ratito más.
         Y........... el tiempo siguió su marcha, a mediados de diciembre la primera nevada, que ilusión al levantarse y ver todo blanco a través de la ventana, no podían esperar a después de comer; sonó el timbre, era él; las prisas por coger aquello tan resplandeciente entre sus manos no le permitían ni decir palabra.  En la misma puerta de salida a la calle se agacharon, comprobaron que aquella cosa era suave y tierna como el algodón, pero tan fría, que se engarrotaban sus dedos y entonces recordaron que el año anterior paso lo mismo y les pusieron unos guantes para poder jugar con ella y hacer un muñeco inmenso que duró varios días junto a su banco. Sin dudarlo subieron cada uno a su casa para arrastrar entre voces de alboroto a sus madres hasta el parque.


        Pasó Navidad, Reyes, Carnaval, y llegó de nuevo la primavera; los días empezaron a ser más largos y menos fríos, empezaron a brotar los pámpanos con sus yemas en los plataneros, empezaron de nuevo a sentarse diariamente en el banco junto al cisne de bronce que es una fuente.
       Al llegar Semana Santa, el día once de Abril, miércoles santo aquel año, día de San Estanislao, (joder que nombre más feo), como es natural, por aquella manía de poner a los recién nacidos el nombre del santo que celebraba su onomástica el día de su nacimiento era el cumpleaños de Tanis, ya cumplía los treinta, pero solo ella sabía lo especial que iba a ser esa fecha.  Unos días antes había ido de tiendas; Cata, había ido guardando unas monedas cada semana para la ocasión, hacía tiempo que en un escaparate se exponía una gorra de visera y una bufanda marrón, allí llevo a su madre para comprar el conjunto y regalárselo a Tanis.
      Era el regalo mejor y más bonito que le habían hecho nunca, no se lo quitó en todo el día, únicamente para soplar las velas y comer la tarta no fuera a ser que se manchara, pero el regalo especial aún estaba por llegar.
      Cata, ya había pedido permiso a las dos madres las que aunque con recelo terminaron accediendo.
          Cuando ya anochecía se levantaron del banco, antes de cruzar la calle ella lo cogió de la mano con fuerza, como nunca se habían cogido, no se soltarían ni un instante, pero esa noche, los dos juntos, sin compañía, en la calle principal, entre la multitud, vieron pasar las cruces, las filas de tulipas con sus velas encendidas, aquellos hombres vestidos con túnica morada y capuz blanco que sobre sus hombros portaban el huerto de los olivos; ya hacia frio, se volvieron a casa y soñaron con poder repetirlo al año siguiente, al otro, al otro y colorín colorado esta historia especial, tan especial como el corazón pintado en ese banco tan especial, tan especial como el cisne, tan especial como su mirada: infantil, ingenua y a la vez picara, tan especial como Cata, tan especial como Tanis.  Esta historia no ha acabado, mientras sigan siendo niños, por siempre seguirán especialmente enamorados


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6 comentarios:

  1. Sublime y tierno cuento, carente de picardía ni de malas intenciones y palabras, salvo el nombre feo del santo...

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  2. Los cinco sentidos y el sexto el amor ,puestos en este poema ✨💖

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  3. Cata&Tanis Tanis&Cata, que bonito relato, cuanto amor y cariño, pero del bueno.

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  4. Una pareja de tantas pasando inadvertida por esta sociedad

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