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jueves, 8 de noviembre de 2012

Y llueve


         Y llueve;  La gente en sus casas, las calles vacías, solo un paraguas de vez en cuando protegiendo del agua a un despistado viandante.

    Ahí, a tu lado, un felino amaestrado, adoctrinado para no hacer más esfuerzo que  rozar su costado contra tu pantorrilla y así llamar la atención, para terminar haciéndose el remolón y echándose sobre tu regazo, tapado con los manteos de una mesa camilla que alberga un brasero, cuyo calor, junto con el proceso digestivo, va entrecociendo tus pensamientos y haciendo que tus parpados caigan lentamente hasta entrelazar las pestañas al tiempo que la barbilla se aproxima a tu pecho, momento en el que una sacudida de espalda, te hace abrir los ojos con la única intención de seguir despierto, esperando a que ocurra algo distinto tras los cristales semiempañados de tu balcón, al tiempo que  el murmullo de la radio, te sirve de compañía.

    El politono asignado a tu portátil y una pestaña intermitente, comunican que tienes un nuevo mensaje en la carpeta de entrada de tu correo;  No tienes otra cosa mejor que hacer, ¿porqué no leerlo?.  Retiras hacia un lado el plato, pasas la servilleta levemente por el hule para limpiar ese pequeño espacio de migas para poner frente a tus ojos la pantalla y tener un acceso cómodo al teclado.

     .- ¡Va!........ Es de ese pesado que siempre está agobiado y termina agobiando a los demás, pero bueno, por ser hoy, lo abriré antes de eliminarlo.

     

     Hola, estoy aquí de nuevo.   Solo pretendo asomarme un poquito, para ver cómo anda la cosa por estos barrios.

     No penséis que me he olvidado de vosotros, la verdad es que no han pasado demasiadas cosas que contar, o tal vez sí, pero no me he enterado.

     Ando haciendo mudanza, separando lo que es necesario llevar, de lo que resulta práctica mente inútil, dentro de lo cual estarán todas aquellas que han de quedar en el olvido y que al intentar recordarlas dentro de un tiempo, su idea sea tan difusa, que puedas moldear su recuerdo a tu capricho sin llegar a incurrir en la mentira, aunque de ello resulte una falta parcial de la verdad.

   Es difícil diferenciar la realidad de los sueños, cuando  uno no quiere despertar, cuando el estar despierto supone el aceptar la realidad, una realidad vacía,  mi nuevo hogar.

   Espero vuestra respuesta y a ver si nos vemos un día de estos.


      .- ¿Le contesto 0 no?  Paso....  Mientras le acariciaba el lomo al minino.

   

       Una sonrisa se dibuja en su rostro cuando escucha un chiste en la radio:  

      Dice que una señora va al médico y le dice:

          .-mire doctor, estoy preocupada, porque tengo complejo de fea.

      A lo que el doctor le responde:

          .- váyase tranquila señora, que lo suyo no es complejo.



Esto le recuerda que hace algún tiempo, que no se pone en contacto con una “amiga” conocida del chat, poco agraciada de tez, pero súper agradable en su conversación, siempre dispuesta a aceptar una video llamada.

     Introduce su nombre (carpanta) y contraseña; Iniciando el Messenger;.-¿quién estará conectado a estas horas?;.-hombre, Campanilla.(esa niña de pelo corto,  cuerpo menudo y una sonrisa perpetua en esa cara de bicho, de ahí su apodo, con la que pasaba todas las horas de su niñez excepto la noche, en la que los separaba un tabique de ladrillo y unos cuadros colgados en el, como un muro infranqueable que parecía delimitar hasta donde debía de llegar su relación de amistad).


·       Hola campanilla, ¿qué andas haciendo?

·       nada, matando el tiempo

·       lo mismo que yo

·       que aburrimiento, pero salir yo sola

·       si no te molesta mi compañía

·       vale, me pongo las pisacharcos y nos vamos al parque como hacíamos antes

·       paso a buscarte por casa dentro de media hora, pero no te andes pintando el ojo, que no está el tiempo para esperar

·       cuando llegues, llamas y bajo

·       mejor voy con el coche y luego ya veremos

·       vale, si vemos que tal, por aquí siempre hay sitio para aparcar

·       hasta ahora

·       te espero


        Se levanta de la silla pensando: Un poco más y no me deja ni decir hola,  va hasta la puerta, coge del perchero una cazadora y se dispone a marchar. Tras la puerta cerrada, quedan: el gato sobre la silla, aprovechando el calor que aún desprende el brasero, la mesa sin recoger y el portátil abierto, conectado, descargando una película y archivos de música, que han sido programados con la intención de hacer más llevadera la sobremesa de la cena, antes de irse a dormir.

    Ya en el coche, mientras cruza la ciudad sin prisas, dirigiéndose al domicilio de campanilla, se entretiene contando los segundos que pasan  entre un movimiento y el siguiente del limpiaparabrisas, al tiempo que busca algún CD apropiado para la ocasión, aprovechando el tiempo en que está detenido frente a un semáforo en rojo.   La lluvia, parece que amaina al ir aproximándose a la calle donde aparcado en doble fila hará sonar el claxon.

       Al momento, se abre la puerta, entra, se sienta e inclina hacia su lado para saludarlo con un par de besos en las mejillas.

.- Donde te apetece que vallamos

.- Donde hemos dicho, al parque que había en nuestro barrio

Por el camino, suenan canciones de su adolescencia, que tararean al unísono cada vez que llega un estribillo, entre sonrisas van pasando los minutos.   De nuevo empieza a llover, según arrecia la tormenta, ella grita: 

.-Para, ahí a tu izquierda tienes un sitio para aparcar.

.- ¿pasa algo?

.-no. vamos hasta el parque andando, como cuando éramos pequeños.

    Van bailando con la lluvia acera adelante, mientras hacen aspavientos con los brazos y el agua empieza a recorrer so rostro.

   Llegan al parque, está desolado, sin niños, descuidado, los columpios en los que tanto jugaron, se encuentran oxidados, sin asientos, tan solo las cadenas unidas por un nudo le sirven para sentarse, él, desde la parte de atrás, da impulso a su balanceo mientras ella entre carcajadas grita:  más, más.    

  Después pisando los charcos con fuerza para que salpiquen, se acercan al tobogán, siguen riendo, recordando su niñez, suben por la escalinata para resbalarse y dejarse caer con el culo al suelo una y otra vez incrementando sus risotadas.

  Empieza a anochecer, el tiempo ha pasado volando, cogidos de la mano, y más adelante abrazados, como si de novios se tratase, recorren el camino de regreso, olvidándose del  coche.

   Ya en su portal se despiden con un beso, el primero y único beso de "amor" en toda su relación.

   Él vuelve andando a casa, bajo el aguacero, de cornisa en cornisa, su cara irradia una placidez que no le coge en el cuerpo,  su boca, tararea idiotizadamente la música de una canción  de la que olvidó la letra, mientras en sus bolsillos refugia las manos entumecidas por el frío.

    Cuando llega a casa, se dirige directamente al cuarto de baño, un escalofrió, recorre su espalda de arriba abajo mientras vacía su vejiga, acto seguido, se despoja de toda su ropa, coge una toalla, la más esponjosa y seca todo su cuerpo de pies a cabeza.

  Puerta con puerta, se encuentra su habitación, su único deseo en ese momento en entrar en calor, pero antes a de apagar el ordenador.

        En ese instante observa que campanilla, ha colgado en nuevo comentario:

La felicidad no está fuera sino en uno mismo y ahí es donde debemos buscarla, las circunstancias externas son solo alicientes que te hacen ser más feliz aún, pero no son la causa.    A mí, ni me ha tocado la lotería, ni tengo a mi príncipe azul, ni el coche de mis sueños, ni el armario de Paris Hilton pero... soy rematadamente FELIZ y siempre tengo un motivo para sonreír!!!
Que paséis una buena noche!!!

      Hoy dejará ese comentario invadiendo su morada toda la noche.  Con andar pausado recorre el pasillo, se introduce en la cama totalmente desnudo arropándose hasta las orejas, se abraza a sí mismo con fuerza, apoya la comisura de sus labios en la almohada y al tiempo que da un beso, susurra antes de dormirse para enlazar la realidad con sus sueños: Gracias, gracias por brindarme una tarde tan feliz.

   No he vuelto a saber nada de Carpanta, nada he vuelto a saber de Campanilla, pero el relato de su encuentro me ha contagiado un poco de esa maravilla.     Espero que a vosotros también se os contagie un poco de felicidad, locura, o simplemente os transporte, para disfrutar en el recuerdo, de esos tiempos lejanos de la niñez.

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