Cuando tu
madre decía
que le hicieras
caso a la margarita.
Cuando de
joven pensabas
que la
providencia estaba escrita.
Apartabas
la mirada
cuando te
cruzabas al volver la esquina,
con aquel
muchacho
que para
tu gente era alma maldita.
Buscabas
pretextos
que
disimulasen lo que tú sentías.
Soñabas
en blanco
lo que
por las calles en grises vivías.
Cerrabas
los ojos,
callabas
tus labios pues no te atrevías.
Sudaban
tus manos,
y lloraba
el alma cuando lo veías.
Hoy
lloras su ausencia
echando
de menos la oportunidad,
que te
dio la vida
de abrir
esas alas y echar a volar.
Rompiendo
las nubes
impregnando
el cuerpo de felicidad,
sintiéndote
libre
y
quedaste atada a la mediocridad.
Ya no
queda nada,
dejó de
rodar la noria.
Jamás
llegaste a estrenar
aquel
vestido de novia.
Sus
entrañas están secas
y el
cuerpo sin estrenar,
la mente
se va perdiendo
y se
empeña en recordar,
para
abrazarse al pasado
pues
nunca futuro habrá.
Metida en
caja de pino
junto a
corona de flores
se ve
desde las alturas.
A su lado
un buen señor
que ha
venido a despedir
a quien
le volvía la cara,
nunca
acarició su piel
y
siempre… será su amada.
Imagen de la red
Que sensibilidad tan grande en una historia de tantas que surgen en la vida y la hacen única y enigmática.
ResponderEliminarAhora haz otra tan bonita como esta y con final feliz. Cada una es distinta y eso le da vida a cada una. Gracias