Se enfrento a la fría noche
con espada de madera,
con escudo de cartón
y coraza hecha de seda.
Plantó cara a las tinieblas
sin temer la oscuridad,
nadie sabrá que pensaba
ni cual era la verdad.
Sabiendo no tener alas
para malograr su aliento,
quiso probar su destino
queriendo volar al viento.
El abismo la abrazó
como garras de un halcón,
que presiona sin mesura
las plumitas de un gorrión.
En la primera batalla
está la guerra perdida,
para gritar libertad
hubo de perder la vida.
Fotografía
Alfonso Vaquero Moya
( Objetivo Cuenca)
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