-------- Dónde marchaste -------
----- Capítulo 5º -----
La lluvia empezó a caer. Los motoristas llegaron a la zona del
siniestro. El vehículo continuaba
ardiendo.
Allí dejarían los
cuerpos tendidos a merced de las alimañas.
Como prueba de su hallazgo,
arrancaron los distintivos del uniforme del Mayor y emprendieron camino de
regreso.
El
dolor infringido por las mordeduras de un zorro en su pierna desnuda, hizo
despertar a Manuel.
Sintió frío, a gatas se aproximo hasta el
cadáver del Mayor para despojarlo de sus ropas y vestirse con ellas.
En
el interior del coche, aun quedaban restos de calor.
Junto a la puerta abierta, sin querer mirar
la desagradable imagen que albergaba, fue recuperando el aliento. Después, a cierta distancia de la carretera
para no ser visto, caminó, noche y día, hasta llegar a una ciudad.
Por suerte no estaba "lejos", los edificios
eran alcanzados por su vista antes del atardecer. Aprovecho para descansar hasta bien entrada
la noche.
Oculto por la oscuridad, de esquina en esquina, fue buscando algún
lugar abandonado donde guarecerse.
Frente a él, las puertas de un
cementerio, (que mejor compañía que aquellos que ya nada pueden hacer) allí, al
menos los muros lo resguardarían del viento.
Al fondo dentro de una caseta, se dejaba ver
el resplandor de una fogata. Sigilosamente se fue acercando con cuidado. Por la
rendija de la puerta, pudo ver tres desarrapados al lado de unos pocos palos
ardiendo.
Abrió la puerta para entrar. Ellos quedaron inmóviles, pálidos ante su
presencia. Al percatarse estos de que iba solo, uno de
ellos gritó en francés.
..---
¡a por él, que no escape!
Manuel en aquel mismo idioma, replicó.
.--- tranquilos, tranquilos, soy amigo
Claro, él no se había percatado de las
circunstancias.
Iba vestido con un
uniforme del ejército del reich.
Manuel.- buenas noches,
¿quiénes sois?
Pierre.- personas perseguidas por los nazis
Florián.- ¿de dónde has sacado esas ropas?, ¿las has
robado?
Manuel les contó lo sucedido en el accidente,
sin extenderse en detalles que a nadie le importaban.
Gastón.- pues tienes suerte, estás vivo y con ropa de
abrigo
Manuel.- ¿y lleváis aquí
mucho tiempo?
Pierre.- no, solo dos días,
estamos esperando a que pase un tren que siempre va sin vigilancia, transporta carbón y nos llevará hasta cerca de
la frontera francesa
Manuel conocía bien aquel tren y donde
tenía su parada.
Gastón.- en un par de días
pasa y en los últimos vagones, nos subiremos e iremos tumbados sobre el carbón
sin ser vistos.
Manuel.- no se os ocurra
montar en ese tren
Florián.- es el más seguro
de todos
Manuel.- sí, con destino al infierno
(Les explicó dónde paraba y lo que allí
sucedía).
Después de escuchar aquella historia,
decidieron seguir su camino campo a través.
Sabían que Francia a igual que toda Europa estaba ocupada, pero intentarían
llegar hasta el norte de España y allí en cualquier puerto enrolarse en algún
barco que los llevase a América.
Cada vez que avistaban alguna población, esperaban a la
noche para robar y abastecer sus zurrones, prosiguiendo camino antes de
amanecer.
En una de aquellas noches, se vieron
sorprendidos por una patrulla motorizada haciendo ronda. Antes de que disparasen sobre ellos, Manuel, erguido, con el brazo en alto, gritó;
.--- Heil Hirler! Con voz alta y clara
Cuando se acercaron confiados, se abalanzaron
sobre ellos golpeándolos hasta quedarlos sin sentido, después los despojaron de
sus uniformes y armas.
Los
cuatro envalentonados por su hazaña, montaron en las dos KS-750, con ellas
llegarían a las inmediaciones de Saint-Avold, donde la gasolina dijo que no
daba para más.
Metz, no quedaba lejos de allí, Manuel pensó
que tal vez encontraría a algún conocido que pudiera dar refugio, cama y comida
por unos días.
Al
llegar, Manuel se cambió la ropa con Gastón y se fue en busca de un antiguo
conocido, mientras ellos esperaban escondidos en una arboleda cercana.
Cuando abrió la puerta, lo reconoció al
instante.
…--- entra, entra.
Date prisa.
Una visita tan inesperada, como agradecida.
Thierry, un anciano que ya desde niño, con
su padre, había estado encargado de la conservación de la catedral, le había
cogido mucho aprecio a ese exiliado delgaducho de gran sensibilidad por el arte
y buen trabajador que ahora se acercaba a saludarlo de nuevo.
El lugar estaba dividido entre perseguidores y
perseguidos, él no pertenecía a ninguno de ellos. Por su avanzada edad, no les
interesaba a los señores de la guerra.
Thierry.- cuánto tiempo, cómo
te he echado de menos
Manuel.- yo, también a
usted
Thierry.- pero cuenta,
cuenta
Manuel.- poco hay que
contar, alegrías ninguna y de las calamidades para que hablar
Thierry.- pasa a asearte y
quítate esas barbas. guardo ropa en el armario de cuando era joven que te quedará
bien y mientras te haré una sopa caliente que te entone el cuerpo.
Manuel.- no se moleste
Thierry.- no es ninguna molestia,
todo lo contrario
La camisa, el traje y los zapatos de
Thierry, le quedaban como anillo al dedo.
Saboreaba la sopa de pan cerrando los ojos (le
recordaba a aquella tan rica que comían en su casa cuando era niño) de repente
miró por la ventana y se levantó de la silla sobresaltado.
Thierry.- qué te pasa
Manuel.- me sentía tan a
gusto en este sueño, que se me había olvidado
Thierry.- se te había
olvidado qué
Manuel.- en la arboleda, me
esperan tres compañeros de fatigas, si nos pudiese esconder un día, luego
seguiríamos con nuestro viaje
Thierry.- pero, cómo no lo
has dicho antes, todo el que venga contigo, es bienvenido en esta casa.
Tú vete a buscarlos y yo prepararé unos
colchones en el sótano donde estarán seguros.
Pero antes termínate la sopa.
Un rato más tarde…
Pierre.- mirad, por ahí
viene Manuel
Gastón.- pero si viene
hecho un pincel
Florián.- nadie diría que se ha pasado todo este tiempo
en el monte
Gastón.- trae cara de
buenas noticias
Pierre.- espero que sí, o
se me olvidará lo que es dormir bajo techo
Florián.- a mí ya se me
olvidó
Manuel.- todo arreglado en
cuanto anochezca nos vamos
Gastón.- ya nos tenías
preocupados, pero veo que has aprovechado el tiempo
Florián.- ¿tendrá la culpa
alguna señorita?
Pierre.- o tal vez algún
señorito
Manuel.- dejaros de bromas,
vamos a la casa de un señor mayor. Por favor, no me defraudeis
Florián.- tranquilo, en esta
vida hay que saber agradecer y lo que hace este señor con darnos cobijo, en más
de lo que podremos pagar
Tras la ventana, esperaba atento para
abrirles la puerta.
Thierry.- vamos pasar, voy a
cerrar la ventana y sentaros a la mesa que vendréis hambrientos
Pierre.- no se preocupe
usted
Thierry.- poca cosa tengo,
pero lo suficiente para que no os vayáis a dormir con el estómago vacío
Gastón.- no tenemos con qué
pagarle
Thierry.- con acompañar
hasta aquí a Manuel, me doy por pagado
Manuel.- muchas gracias Thierry
Los cinco platos de
la mesa, se colmaron de papas cocidas. Sal,
un poco de pimentón picante, una cucharada de aceite ya usado como condimento
rápido y a cenar.
De todas formas… tampoco, había otra cosa.
Pierre.- está rico, nunca
había probado esto así
Thierry.- es una receta que
me enseñó Manuel, entonces me hice con un poco de esto rojo y aún me dura
Manuel.- siempre fue mi
plato preferido
Thierry.- cada vez que se le daba el antojo decía: ¿le apetece que comamos juntos?, y yo siempre
le respondía afirmativamente. Sí, estaba
deseando que me lo dijese.
Gastón.- Manuel es todo un señor y se hace querer
En un abrir y cerrar de ojos los platos
estaban vacíos.
Thierry.- solo hay dos habitaciones, así que para
vosotros tres hay preparados unos colchones en el sótano, abajo no hace frío y podréis
estar tranquilos, pero antes de bajar a
dormir quitaros esos cinturones, no pernito armas en mi casa, las esconderé en
sitio seguro y cuando llegue la hora os las devolveré.
Los tres se bajaron a descansar, Manuel
y él, tenían de muchas cosas de las que hablar.
Pasaron varios días, Thierry como viejo les
aconsejó.
Después de pensarlo bien, ya en territorio
francés, los tres decidieron seguir camino. Cada
uno se dirigiría a su lugar de origen a comenzar de nuevo. Para irse a las Américas tiempo
habría.
Siempre encontrarían a alguien que los
escondería hasta finalizar la guerra.
Manuel, no estaba
seguro de querer volver a España y por otro lado estaba deseando de cruzar los
pirineos, dirigirse hacia despeña-perros y después su Andalucía. Pero…
Thierry.-
no tengas prisa Manuel, aquí estarás muy bien, piénsalo.
Gastón.-
tiene razón el viejo, te queda un largo camino ¿Que más te da, unos días más o
menos?
Thierry, tiró de fondo de armario y les sacó
ropa para que se vistieran decentemente, más tarde, ya se encargaría él de
quemar aquellos uniformes tan peligrosos.
Thierry.- aquí no os conoce
nadie, podéis estar tranquilos, así que os cambio vuestras pistolas, por un
poco de dinero que tengo guardado. Al
medio día, pasa un transporte que va a París
Florián.- no eso no, no
podemos aceptar su dinero
Thierry.- ¿y cómo pensáis
llegar a París? Luego desde allí ya cada uno a su destino
Gastón.- esto me parece
excesivo
Thierry.- considerar que es
un préstamo que os hago con una condición, tendréis que volver a devolvérmelo en el
plazo de cinco años. ¿De acuerdo?
Pierre.- tenga usted por
seguro que volveré a cumplir con el acuerdo
Thierry.- tranquilos,
siempre confío en la palabra de un hombre
Se despidieron con pena, como si se
conociesen de toda la vida.
En la puerta agitando la mano, quedaron el viejo Thierry y el ya no tan joven Manuel.
Muy descriptivo y esperanzador capítulo ..
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