Paseaba sonriente,
en chanclas y camiseta.
Las gotas
de lluvia, cubrían su inconsciencia.
En su mano
una tiza.
Frente a
ella una pared de ladrillo,
donde plasmar
un gran corazón.
Palabras rimadas
en forma de soneto
iban escribiéndose,
bajo la balconada.
En la
soledad de una tormenta de verano.
En el
anonimato fingido y a sus espaldas
unos ojos
escondidos tras el cristal.
Criterio artístico
deslucido, por caligrafía delirante.
Renglones inclinados
y alguna que otra falta de ortografía.
Un inapetente
sentido, del saber que nunca seria leído,
por el ser
al que iba dirigido.
El ultimo
terceto inacabado.
Su último
verso, por unos puntos suspensivos
dejado al
azar del viento cambiante.
Su camiseta
empapada, serviría como bayeta.
En ella
quedaría impregnado el corazón
y las palabras escritas en su interior.
Arrugada,
hecha un guiñapo, quedaría en el suelo.
Ella iluminada
por el sol
que se habría
de nuevo paso entre las nubes,
volvía a
casa luciendo su ropa interior.
Con las
chanclas de la mano
como símbolo
de su irreverente ingenuidad.
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