Porque pensaste llamar a la puerta
y nunca sacaste las manos del
bolsillo.
Porque mil veces, paseaste bajo mi
ventana
con la ingenua intención de lanzar en
la noche
una piedrecita contra los cristales.
Porque siempre me miraste desde lejos
y nunca dejaste que viera tus ojos.
Porque solo supe de ti por terceros
de tu amor cobarde, de tu amor
sincero.
Porque no supiste luchar por mí
y en los brazos de otro hombre al
final dormí.
Por eso y por tantas cosas...
No llores sobre mi tumba.
No necesito tus flores.
Ni quiero oír tus lamentos.
Nunca llamaste a mi puerta
y ahora ya se ha muerto el tiempo.
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