El día que te conocí,
vestías color
limón
y flor de
azahar en el pelo.
Paseos entre naranjos
y el jugo
de aquellos frutos,
el recuerdo
en la distancia,
el sabor
del primer beso.
El verde de nuestro mar,
grandeza de
la esperanza
de siempre
estar a tu lado,
pensando en
el horizonte
al que no
llegan los dedos.
Los pensamientos morados
sembrados
en las macetas
adornaban el balcón
adornaban el balcón
como color
de la lucha.
Rojo intenso pasión,
dando color
a tus labios
en cada
verso de amor.
Rosa. Una piedra en el camino
la que es
mejor no nombrar.
Tiempo de apretados dientes
para evitar
el gritar.
Días por suerte pasados;
cicatrices
en el alma
que nunca
se olvidaran.
Y cuando el negro se acerque
no me
llores amor mío,
que somos
como la nieve
que antes
de llegar al mar
discurrimos
por un río.
Allá, en el horizonte,
ese donde
los dedos no llegan,
allá, en
el cielo azul
de amaneceres
brillantes,
te esperaré
engalanado
luciendo blanco
radiante.
El tiempo se dormirá,
el amor
no será amor.
Se llamará…
Eternidad.
Impresionante Carlos. Podrías ponerle una música y estaría fantástico.
ResponderEliminarAlgún día.... volveré a sentarme frente al piano.
EliminarGracias... reina de los hocinos.
Ohhh!!
ResponderEliminarUna maravilla, poeta.
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