Arturo
llegó a recepción con cara de asustado. Su gesto cambió cuando vio allí a
Belarmino junto a una joven señora.
.- que alegría, señor Belarmino --
estrechándole la mano –
.- mira, esta es mi hija Clarita
.- un placer conocerla. Anda que dirás que no
tienes una hija bien guapa
.- que se le ocurra
En ese momento entraba otro señor por la puerta
.- y este es mi yerno. Jesús, Arturo.
.- me alegro de verlo y si estamos todos, voy a
buscar a Rafael. Ascensión, por favor
acompáñalos a la sala de visitas que estaremos más cómodos.
---
Arturo entró a toda prisa al comedor ---
.- Vamos Rafael que te tengo una sorpresa
.-hola, mira Perro está esperando a que lo
acaricies
.-
ahora no. Pero luego vengo y le rasco la cabeza
.- pero ¿qué pasa?
.-
un regalo caído del cielo
Fueron a la sala de visitas. Rafael no entendía nada y Arturo no le daba
ninguna explicación. Al llegar Rafael se quedó parado en la
puerta.
Allí
sentadas estaban tres personas que no eran internos ni trabajadores.
En el
mínimo intervalo de un segundo los tres se levantaron para abalanzarse sobre él
a abrazarlo. El pánico se reflejaba en la cara de Rafael. Arturo lo cogió de la cintura y comenzó con
las presentaciones para que estuviese más tranquilo.
.-
mira Rafael, este es tu amigo Belarmino, el de la foto
.- ¿Belarmino? Pero no se parece
.- sí amigo, ya han pasado
sesenta años desde aquel día y eso son muchos años – con
una mueca, tragándose las lágrimas de la emoción—
.-
esta es Clarita su hija, cuando era pequeña, siempre le comprabas algún regalo
.- es
muy guapa
.- este es Jesús, su marido
.- él también es muy guapo
.- si te parece bien, nos sentamos con ellos y que nos cuenten cosas de
cuando vivías en la ciudad
.- ¿en Salamanca?
.- no, a Salamanca sólo fuisteis de excursión
.- ah vale
Era
una situación difícil, ellos no se esperaban tal deterioro en la memoria de
Rafael, pero enseguida empezaron a hablar con toda naturalidad, como si nada
pasase y a contarle anécdotas graciosas que habían vivido juntos.
---Clarita se arrodilló ante él ya sentado y
le cogió las manos ---
.-
Que sepas que aún guardo una muñeca que me regalaste ¿quieres que te cuente
cómo fue aquel lejano día?
.- si claro, pero…
---Enseguida intervino Arturo ---
.- no
pasa nada, mira voy a poner el móvil encima de la mesa y lo grabamos. Así cada
vez que lo quieras oír, me lo dices y lo escuchas en su voz
.- sí.
Lo siento señorita, pero es que si no… lo mismo se me olvida
.- tranquilo, no me importará contártelo una y otra vez siempre que
quieras.
.- que guapa eres
.- tú también. Ahora te voy a contar lo que pasó.
.- ya está grabando
.- ten en cuenta que yo entonces tendría unos ocho años. Eran las fiestas del barrio y habían puesto
una tómbola muy grande llena de todo tipo de regalos. Salimos a dar un paseo mi madre, mi padre, tú
y yo, como casi siempre. Nada más llegar a la feria me compraste un
algodón de azúcar y luego paraste frente a la tómbola a comprar unos boletos.
---
Rafael ni parpadea escuchando a Clarita ---
Cuando terminamos de abrir todos, hiciste un montón con los que tenían
premio. Habíamos reunido unos cuantos puntos y a cambio podías elegir entre un osito
de peluche o un juego de café de plástico.
Mientras
decidías que cogerme, yo vi esa preciosa muñeca que colgaba de un cordel del
techo. Yo quería aquella muñeca, pero
valía muchos puntos.
Tú volviste a pedir más papeletas para probar
suerte, pero no teníamos suficientes puntos. Mamá se enfadó con los dos. Conmigo por pedirla y contigo porque me
tenías muy consentida. Nos
callamos y nos fuimos sin nada. Luego me montaste en los caballitos y después
de comer unos pinchos volvimos a casa.
Tú
te fuiste para tu casa. Mis padres
me pusieron el pijama y me acostaron. Cuando
ya estaba dormida, sonó el timbre y me despertó. Oí voces en el comedor y me
levanté para ver qué pasaba.
Allí estabas tú con aquella
muñeca que era tan alta como yo y mi madre enfadada. Habías vuelto a la feria y no dejaste de
comprar boletos hasta que la conseguiste para mí.
Desde
aquella noche, durante meses durmió conmigo en la cama (aunque era de un
plástico algo duro) y luego le hicimos un pedestal de madera y en él sigue
siempre en aquella habitación.
Y por
hoy ya está bien, tenemos que regresar para la hora de comer, pero te prometo
que volveré y te contaré muchas más cosas.
Rafael se quedó callado, pensativo. Mirándola con una ternura que le
hacían brillar los ojos
.- y… ¿me podrías traer la muñeca en el móvil?
Pues claro que sí. ¡Mejor no!
.- ¿porqué?
.- mejor te traeré la muñeca directamente para que la puedas tocar.
Se
despidieron y Rafael se fue directamente a contar lo que había pasado a Bella. Le contó la historia palabra por palabra
mientras Arturo, Grifo y Perro lo miraban embelesados.
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