Todos los días,
parchís acompañaba a mamá a recoger a Sara al cole. En la puerta todos los
alumnos lo saludaban como si fuera una más de ellos y Almu lo ponía sobre sus
piernas para ir acariciándolo hasta la calle en la que se dividían sus caminos
para llegar a casa.
En la mesa del
comedor, juntos se ponían hacer las tareas diarias, que no eran más que un
repaso a lo que ya tenían bien aprendido, por lo que Sara se esmeraba en hacer
una bonita caligrafía, para que su cuaderno estuviese radiante.
Las inquietudes de
Parchís no se veían satisfechas con aquellos torpes ejercicios; de un manotazo volcaba el cesto donde se
encontraban guardadas todas las letras y números, así el por su cuanta iba
incrementando su habilidad en construir nuevas palabras y en operaciones
matemáticas más complicadas.
Cuando llegaba a casa
Arturo, entraba directo a la cocina. Lo
primero era beber un vaso de agua. Siempre venía rápido del trabajo y la
maldita escalera parecía tener más peldaños cada día que pasaba.
Luego se iba al salón. Allí,
mientras Berta supervisaba el trabajo de Sara, él se ponía con Parchís. Ese día tenía un gran regalo, que seguro le
haría mucha ilusión a esa intrépida ansia que tenía por aprender.
Se sentó en el suelo y
llamó también a Sara y a Berta, para a continuación sacar un dado de madera con
signos rotulados en cada cara.
.- Mirar lo que os he
traído. Esta cruz es el signo más y
esta ralla el menos, pero estos ya los conocéis.
Atentos, ¿veis que esta
cruz va de esquina a esquina? Bueno, por
eso en vez de cruz, se llama aspa y es el signo de multiplicación y estos dos
puntos significan división. Para
finalizar con estas dos rayas, que es el signo de igual ¿Ha quedado claro?
-Sara y parchís se
miraban con cara de no haber entendido demasiado-.
.- tranquilos poco a poco iréis sabiendo para que es todo esto.
Parchís dio un manotazo al
dado y miró a Arturo pidiendo explicaciones.
Bueno, ya sé que aún no he
acabado. Queda este que tiene un interés muy relevante,
pero no es para usar en las matemáticas, es para la escritura.
-Sara y parchís se volvieron a mirar perplejos por aquella manera de
hablar tan escogida-.
Como me sobraba una cara y es
muy pronto para el signo de raíz cuadrada, (en ese momento Parchís y Sara se
quedaron atónitos) decidí pintar este signo; se llama interrogación y sirve para preguntar,
cuando va con una frase, quiere decir que se está haciendo una pregunta.
Las cabezas se movían de un
lado a otro lentamente y su respiración se hacía cada vez más silenciosa.
-Berta.- bueno tranquilos, que no pasa nada; hoy papá vino en plan
filósofo y al final me parece que no habéis entendido nada.
-Parchís y Sara, corrieron a
ponerse junto a mamá-
-Arturo.- Tampoco es para
ponerse así; no os preocupéis que tarde tras tarde lo iremos estudiando y
veréis que divertido es el multiplicar y luego la división.
-Por un momento a Parchís se
le quitaron las ganas de estudiar tanto- mejor le ayudaría a Sara a repasar lo del
cole.
Era lo hora de cenar, entre
todos volvieron a meter los dados en el cesto dejando todo recogido. ¡Sorpresa! El nuevo dado había quedado junto
al mueble de la televisión por un despiste. Parchís miró a los lados y con su
pata lo fue llevando hasta esconderlo detrás del sofá.
Luego se quedó mirando a la
bombilla del techo. –Lo siento no es
por nada, pero ciertas cosas, mejor fuera del alcance de los niños- dio un salto, apagó la luz y se fue a la
cocina, como si nada hubiese pasado.
Papá durante la cena se
empeñaba en explicar con ejemplos que era una multiplicación, ante la mirada
aburrida de no comprender nada de Sara y Parchís. Mientras Berta se limitaba a
cenar sin hacer caso.
Por fin, la hora de irse a
la cama. Allí en la habitación de Sara, Parchís intentaba dormir en la alfombra
olvidando lo sucedido para no tener pesadillas.
-Sara.- Parchís, Parchís (en voz
baja). ¿No crees que papá como profe,
deja mucho que desear?
-Este se subió a la cama y se
acurrucó junto a su pecho-
-Sara.- sí, ven aquí, no tengas miedo, podemos estar tranquilos hasta
los ocho de la tarde.
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