En unos tiempos lejanos,
Una espada
delgaducha
Se aproximaba
al poblado
A practicar la
rapiña.
Se conformaba con poco,
Unas coles, un
conejo,
Y unos huevos
de gallina.
Le tocaba darse prisa
Pues la escoba
vigilaba,
Oculta tras
las cortinas
Esperando su
llegada.
Y tras mil y un intentos
La espada ya
se cansó
Que una escoba
hecha de caña,
Siempre
saliese a su encuentro
Y ganase la
batalla.
El tiempo se hace aburrido.
La escoba coge el camino
Abandonando el
poblado.
Hasta llegar a un chamizo
Por las zarzas
ocultado.
Al oír extraños ruidos
Se mueve la
verde hiedra.
La espada desenvainó
y se puso tras la puerta.
Detente y explícame-
¿Qué vienes aquí a buscar?
No pretendo hacerte daño,
A escondidas
me he escapado,
Y te vengo a
saludar.
En la casa, solo barro.
Desde que no nos acechas.
Ya nunca,
salgo a volar.
Y que razón tiene la escoba. Las pequeñas rutinas (y su finalidad) son las que mantienen el hilo de la existencia diaria.
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