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sábado, 9 de octubre de 2021

Corazones de poder

 

Corazones de poder.

 

       Hace muchos, muchos años; tal y como comienzan los cuentos y leyendas.   En un país no tan lejano dormía una linda joven en su alcoba de palacio.

        Los sueños le hicieron transitar por diversos lugares desconocidos; sus gentes eran blancas de piel, como nunca se había imaginado e iban cubiertos por relucientes armaduras, en las que se reflejaban las pesadillas entrelazadas de lo que estaba por venir.

        Atormentada y exhausta se levantó temprano;

            Al momento de cruzarse con su padre (el sultán) los muros del castillo se estremecieron, gritos clamando a su profeta, invadieron los pasillos y la cólera le hizo levantar su brazo empuñando una daga.

      En ese momento, una mano tan fuerte como delicada sujetó su muñeca (era su propia madre) la que detuvo su ira, aquella frente a la que jamás osaría levantar la cabeza ni su voz.

              Todo aquel despropósito había sido provocado porque la joven portaba sobre su hombro un cabello rubio, que nadie sabía de dónde había podido salir y que de ser algo parecido a lo imaginado por el sultán, sería la deshonra de toda la estirpe.

             La abuela acompañó a la joven  a un jardín de palacio; allí junto a una fuente de mármol, le contaría una leyenda que había pasado de generación en generación, con la esperanza de que ella fuese la portadora de las buenas nuevas.

 

 

      Junto a esta fuente el califa oraba un anochecer, cuando alguien tocó su hombro;  Era un mendigo vestido con harapos. Cuando el califa levantó la mirada quedó sorprendido y sin dilación llamó a la guardia.

     El mendigo fue conducido a los sótanos de palacio y al día siguiente sería ajusticiado por osar pisar los jardines sagrados.

     A media noche, se le presentó en sueños al califa y le dijo que las guerras no acabarían hasta que una princesa musulmana entrelazase su negra melena,  con los rubios cabellos de un extranjero.   

      El califa salió de sus aposentos para hablar con aquel mendigo, pero cuando bajó a los sótanos era tarde para explicaciones, sus guardias ya lo habían degollado y echado sus restos fuera de los muros de palacio.  

       Muchas noches se repitió aquel sueño, pero nunca llegó a desvelarle como se sabría el momento en que los astros serían propicios para aquel desenlace. 

    Él tan solo compartió su tormento con la princesa y desde entonces ha ido pasando por generaciones sin que nunca haya llegado a oídos de ningún hombre.

 

     Pasaron los años; las tropas invasoras se encontraban a poca distancia, en pocos días asaltarían el palacio.

        El rey tenía previsto nombrar a uno de sus dos hijos como sucesor al trono, una vez acabada aquella contienda;   El hijo mayor quería asegurarse el puesto con una azaña digna de un príncipe.  Una vez anochecido cogió su caballo y salió del campamento sin que nadie lo viera.

      Escalando los muros del palacio musulmán, saltó a los jardines, desde ellos trepó hasta un balcón.

              La suerte divina lo acompañaba pues fue a dar directamente a los aposentos del sultán; este dormía plácidamente y todo estaba en silencio.

 

       De nuevo un sueño atormentaba a la princesa; sin saber porque, se levanto y fue a los aposentos de su padre a pedir consejo sobre sus pesadillas.  Entró en silencio, el resplandor de la luna iluminaba unos cabellos dorados y la hoja de un puñal aproximándose al cuello de su padre.

        La princesa cogió la daga que siempre estaba a los pies de la cama del sultán y la introdujo son fuerza en el pecho del apuesto joven.    Este se giró y clavo su puñal en el abdomen de la princesa.  Los dos abrazados cayeron al suelo; un leve movimiento en su último suspiro propició un beso entre sus labios.  Los cabellos entrelazados se empaparon con la sangre derramada ante la mirada atónita del padre.

 

    - El sultán, pudo ver a través de su ventana como la cruz se arrodillaba para coger en sus brazos a la media luna y juntos cabalgaron a lomos de una resplandeciente estrella fugaz  que surcaba el firmamento hacia el infinito del más allá-.

 

  Se mandaron emisarios a llevar la noticia de lo sucedido al campamento cristiano;  por primera y única vez,  el rey y el sultán se sentaron frente a frente para discutir que hacían con los cuerpos. La decisión fue descuartizarlos y esparcir sus trozos por el monte a merced de las alimañas como respuesta a la traición y ofensa que aquel beso.
        El mendigo estaba equivocado; la bondad del amor, no es inquilina del corazón de reyes y sultanes.




3 comentarios:

  1. Excelente Historia Maestro, llena de mitología.

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  2. Me encanta esta historia, realmente ingeniosa, bella, colmada de imágenes. Pude ver la sangre en los cabellos negros y dorados, surcando sus cuerpos, como una manta de espuma. Genial tu " Genialidad".. Abrazos Guainy desde Argentina. 💖🦋

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