Llega mediados de agosto,
desde distintos puntos de la geografía, antiguos vecinos del lugar se dirigen hasta
su pueblo natal; fechas que anuncian la reunión de amigos, que como cada año
durante cuatro días, llenan las calles de gente y algarabía, para como siempre
cada noche ver de nuevo rebosar la plaza, acompañados hijos, padres y abuelos bailar
entre sí, al son de la orquesta que toca las canciones de siempre.
Un repiqueteo de
campanas, las doce de la mañana, todos a la iglesia como manda la tradición.
Las puertas se abren de
par en par dando inicio a la procesión festiva, con flores, cohetes, banda de
música y todas las autoridades, donde como cada año el patrón y la Virgen
lucirán sus mejores galas sobre los hombros de sus fervientes devotos, para
después asistir a la subasta de las
típicas rosquillas.
Los corrillos de amigas
poco a poco se van formando; como cada año recordarán las anécdotas que vivieron juntas.
Nunca falta quien recuerda el acto que
protagonizó Laurinda en un arrebato de valentía para defender a su amiga Lourdes.
Acto heroico y desinteresado del que
siempre recuerdan, que cuando Lourdes se acercó para darle las gracias,
Laurinda solo contesto convencida:
Tú
habrías hecho lo mismo por mí.
A Lourdes vuelve a retumbarle
al igual que aquel lejano día y año tras año la misma duda.
Nunca hubo ocasión de comprobarlo;
Tal vez se habría escondido tras la esquina
como hicieron otras.
Quizás habría buscado una excusa para alejarse
de allí.
Lo más seguro, muda y parada, cruzada de brazos habría renunciado a
conflictos ajenos.
Como cada año le vuelve a dar
las gracias; cada año se repite la misma frase y le asaltan las mismas dudas, cada
año.
Ojos de Gata@2024.
Está genial.
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