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sábado, 31 de agosto de 2024

Metáfora

 


 

      Quería sentir el mar;  que alguien le explicase al cantar de las olas al fundirse con la playa.    Notar, aunque solo fuera en su imaginación la brisa que se acerca salada y húmeda encrespando sus lacios cabellos.  Pero en aquel lugar, nadie podía darle solución a sus sueños.

      Comenzó a caminar en dirección al este, tomando cada madrugada una referencia en el horizonte, allí por donde había aparecido el sol, sin importar los caminos que se cruzaban a su paso, para no alterar su destino recto y definido hacía algún sitio, donde la tierra  y al agua se abrazarían.

     En cada atardecer volvía su vista hacía el lado opuesto para apreciar el trecho recorrido y descansar observando la posición cambiante de las estrellas, que parecían querer confundirla en su posición con respecto a la luna.

      Su  reloj biológico le reafirmaba su progreso;  en las últimas semanas se notaba un avance en la salida del sol que despertaba tras la claridad de un alba indefinida con sabor a esperanza.

    La escarpada cumbre, le daba una excepcional visión de la lejanía; entre el cielo y la tierra una alfombra azul verdosa parecía separarlos como si del limbo se tratase.

    Avanzó  sin detenerse en su empeño hasta bien entrada la noche, las olas ya se podían oír enfurecidas chocando contra las rocas;  siguió y siguió con paso firme, esperando sentir en sus pies la arena de la playa.

     El abismo del acantilado la esperaba, la marea la llevó  hasta los brazos del mar, después de amarla como nunca se había amado, las corrientes la depositaron en la playa, sobre la arena, y las olas se entretuvieron acariciando sus encrespados cabellos hasta que el sol, mostro de nuevo el camino a seguir.

    Pasó su último día sola, como sueño de sirena esperando la noche y la marea alta la recogió en sus brazos para llevarla  a las entrañas de sus deseos donde se amalgamó con el agua salada que la condujo hasta el horizonte, allí donde el azul verdoso se entrelaza con el firmamento.

 

 

Carlos Torrijos

C.a.r.l. (España)

 


6 comentarios:

  1. La mar y el verde de la costa se mecen en un abrazo infinito. Preciosos versos, maese.

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  2. Ya no me sorprende,estoy maravillado con lo que escribes. Hoy sé más que ayer. Te felicito tocayo. Abrazo.

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    Respuestas
    1. Intentaré aprender un poco más para sorprenderos.
      Gracias Compy.

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  3. Tristemente precioso. Eres genial

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  4. Gracias Maestro y me dispongo a compartir siempre perfectas letras.

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