Como cada día, ya anochecido,
tras una dura jornada de trabajo, regresaba a casa sola. Nadie la acompañaba,
nadie la esperaba.
Los años seguían pasando,
sin que su cuerpo, cada vez más resignado, viese aproximarse aquel momento en
que recibir una alegría.
En aquella fría casa, de
paredes cubiertas por papel pintado de flores ya opacas y silenciosas, un
pequeño televisor runruneaba entreteniendo ese tiempo aburrido; series que
mostraban realidades inexistentes en su vida y una tortilla francesa a la que contaba en voz baja, para que nadie más se
enterase. La misma rutina de todos los días.
Una vez el reloj juntaba
sus agujas en la parte superior se iba a descansar. Un dormitorio, siempre envuelto en un aroma
limpio y fresco; las florecillas hechas de jabón, siempre estaban sobre su
mesita y las bolsas con lavanda, nunca faltaban en el armario.
Echada en aquella cama; sobre aquel colchón que nunca había sido ocupado
por compañía alguna y abrazada por impolutas sabanas, que no conocían el olor de otro cuerpo que no fuera el suyo, intentaba conciliar el sueño.
Esa noche, un espejismo
apareció donde nunca nada había existido.
Allí, en el centro de aquella
oscura habitación, resplandecía una luz, la silueta de un joven de complexión
atlética, bello rostro y piel bronceada, que permanecía prepotentemente inmóvil,
seguro de sí mismo, sabiéndose esbelto y deseado.
Sintiendo vergüenza de las curvas de su cuerpo, se aproximó por detrás amordazando los ojos del joven con una media
oscura. Enjugó sus manos agrietadas con aceites
aromáticos, antes de aproximarse a él para acariciar las esculturales formas de
un torso, totalmente depilado.
En cuclillas, con los dedos
clavados en la cintura, sus labios recubiertos de carmín, besaron hasta la
saciedad un abdomen musculado. Sus
brazos se volvieron a sentir vigorosos cuando abrazaron sus caderas, poniendo
las palmas de sus manos sin el más mínimo pudor en sus glúteos.
El halcón, acostumbrado a tener
entre sus garras lindas pajaritas a su merced, se sintió atrapado en una tela
de araña, preso, esposado por muñecas y tobillos a los barrotes de una cama. Celda, deseosa de pasión desenfrenada.
Su lengua temblorosa, recorría
su cuello, torso, costados y vientre, impregnando juguetonamente con obscenas blasfemias
cada poro de su cuerpo.
Ella era la dueña y señora, suya la propiedad del momento. Reina de la
vida y de la muerte, el ama del péndulo
que marcaba el tiempo de su sueño.
El cuerpo del joven, convertido
en una olla en estado de máxima
ebullición, parecía reventar, la válvula de presión gemía pidiendo
clemencia a la experiencia contenida y el aliento jadeante de su boca suplicaba
a gritos… hazme tuyo.
Sus manos, las de ella,
recorrieron su propio cuerpo convertidas en mágico espejo con una extrema
paciencia. Desplazándose palmo a palmo reflejando unos muslos tersos, vientre
plano, senos duros, erguidos, cuyas curvadas aureolas trataban de asomarse tras
la suave camisa de seda, al igual que cuando tenía veinte años. Sus largos y
negros cabellos, acariciaban su espalda y en el dulce valle encantado, volvía a
resurgir con fuerza, la esencia de la primavera.
Con ignominia adolescente, se
decidió a montar sobre aquel corcel desbocado.
Su galopar, hizo se le estremeciera
el diafragma y la profundidad de su
vientre convulsionara incesantemente. Ritmo marcado por percutidos envistes,
acompañados del sonar de clarines, esbozando alaridos.
Un volcán en su interior rugía
desgarrando sus entrañas, al tiempo
que se produjo la erupción. La incandescente lava, provocó en su inframundo un terremoto
de sensaciones. Aleteo persistente de contracciones
palpitantes, que hicieron brotar de su yo, torrentes de manantiales, rompiendo
en cascadas luminosas.
El firmamento, se llenó de estrellas y la
luna… … sonrojada… le sonrió.
Imagen de la red.
Una magistral conjunción!
ResponderEliminarRealmente hermosa la forma de describir el momento... :)
ResponderEliminarlo más respetuosamente que sé
EliminarGracias
Este especial cuento de la Cenicienta, en versión erótica, me impactó y encantó. Rompe los esquemas tradicionales aletargados de un cuento mágico y fantasioso, a otro plano más real de lo que siente cada mujer cenicienta en tiempos modernos, que en su vida rutinaria desea desencadenarse en locuras y aventuras pasionales que la haga sentir viva en los brazos de un hombre....el llamado "príncipe azul", que no es tan azul y quizás ni sea musculoso. Gracias Carlos por invitarme a la lectura. Un gran abrazo querido amigo.
ResponderEliminarpaseaté por aquí cuando te apetezca.
Eliminarun abrazo.
Que gusto leerte , es un excelente cuento que nos atrapa desde Su principio hasta concluir satisfechos Por su magica redaccion y contenido. Te felicito
ResponderEliminarMaravilloso, CARL.
ResponderEliminarCada lectura es distinta a la anterior, siempre juega con la posesión del lector. Felicidades
ResponderEliminarEspectacular la manera de narrar. Me encantó. Sutil, y lo dice todo, sin decirlo abiertamente. ¡Bravo! Esto demuestra que no hace falta llegar a lo puramente explícito y que con buen dominio de las letras y el clima del relato, se escribe con muy buen gusto para satisfacer al lector.
ResponderEliminarDiosma Patricia Davis
Muchas gracias..
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