La pena del
angustiado,
la pena de
no vivir,
la pena de
estar ausente
esperando pase
algo,
algo, que le haga sentir,
sentir que
se abren las puertas
y pueda al
fin salir.
Saber que
pasan los días
como pasan
esas aves
que emigran
a otro lugar,
que las ve surcar el cielo
pero aquí
no han de parar,
aunque haya
grano en el suelo
que las
pueda alimentar.
Sentado en
esa estación
donde ve pasar los trenes
con los
vagones vacíos,
sin nadie
en las ventanillas
a quien
poder saludar.
Una
tristeza embutida
como tornillo
en madera
con la
cabeza partida,
de pintura
recubierto
para no mostrar
la herida.
Miedo, al
ver como se acerca
un destino
irrevocable,
ir a morir
en la orilla
después de
tanto nadar,
el miedo a
ser señalado
proscrito en
la sociedad,
miedo a lo
único que queda,
el miedo a
la soledad.
Imagen de la red
firmada por.. Sol Mariné
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