Tortuosos senderos empedrados
los que mis
pasos recorrieron
tras materiales
cosechas.
Solo mí vista en la cumbre
calzando abarcas
de esparto.
Vistiendo traje andrajoso.
Y de comida un
mendrugo
mojado en el
vino aguado.
Para ir consiguiendo metas
fui pisando
los retoños
que a mi paso florecían
para que no
hicieran sombra.
Altanero. En mis dominios.
Rebosante de riquezas conquistadas.
Con zapato de charol.
Un reloj como pulsera
y cinturón ajustado.
Sombrero ala de fieltro
y un clavel en
la solapa
del traje hecho
a medida.
Pisa corbatas brillante
a juego con
los gemelos.
Camisa blanca de seda
y sello de oro
en el dedo.
Y ahora que bajo la vista,
me fijo en la
florecilla
que me regala
su aroma
después de
haberla pisado.
Muestra gesto sonriente
y me pide una caricia.
En el cerrar de sus ojos
su cara queda
dormida.
Se me olvidó en el camino
el saber pedir
perdón.
Ahora en tu último aliento,
no te suplico
clemencia
ni me abras
las puertas del cielo.
Tan solo…
Enséñame…
A AMAR.
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