La tormenta no daba respiro a
los canalones sujetos al alero por clavos oxidados.
Los resplandores
serpenteantes que cegaban sus ojos eran contestados por estruendos que hacían temblar
su mente desvencijada.
El agua
que se precipitaba en estado sólido en forma redondeada de granizo golpeaba inmisericordemente
la tierra reseca que contenían las macetas que adornaban la balconada, tierra
ya solitaria, recuerdos de un pasado florido no muy lejano, pero ya ausente.
Con viejas maderas pintadas de hartazgo
se cubrieron los ventanales acristalados.
Gruesos cortinajes bordados de impotencia amortiguaron los famélicos
alaridos y la ausencia de luz hizo estallar la paz y el vacio, provocando terminaran
difuminándose las sombras que bailoteaban
con vestido de volantes y peineta. Tan
solo el perfume penetrante de ozono permanecía acechando, intentando dar una dentellada
certera en su yugular, tras la perversa impotencia de ese último zarpazo
lanzado al aire con sus afiladas garras.
La ausencia vestida de nada,
desplazó a esa, su soledad disfrazada de melancolía al fondo del gran lago. El de los sueños irrisorios. Allí donde los
tentáculos del putrefacto cenagal, se encargarían de estrujarle hasta terminar de
extraer de ella las póstumas entrañas,
sumiéndola en su espectral mansedumbre.
Encarceló su desesperación
entre barrotes de silencio, doblegándola una y otra vez, fustigándola con la
brutal indiferencia, hasta terminar convirtiéndola en apatía.
El maquillaje magistralmente
perfecto:
Colores corseteados llenos de
feliz mentira deslucida resaltando sus mejillas.
Labios pasionales, provocadores, carnosos,
elocuentes.
Pestañas rizadas en parpados
cerrados ocultando brillos acuosos.
Los rasgos más inexpresivos intentando disimular
las arrugas del tiempo y sobre ellos la
capa dura y brillante que proporciona el barniz aplicado como noxal al dueño
del rostro.
No hay quien no sea un payaso en la vida,el que debajo del maquillaje y la risa estruendosa, oculta su pena y dolor, no por cobarde,sino porque el sufrimiento humano es algo muy íntimo, que entiende sólo quien lo carga. Muy triste tus letras, agónicas e irónicas. Un abrazo querido amigo Carlos. America Santiago.
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