El paño blanco
y virginal, a grises tornaba.
El amor se fue gastando, de tanto sacarle
brillo.
El pan se quedaba duro, junto al filo
del cuchillo,
que de
derrochar acero, ni el aire tibio cortaba.
Anochecer disipado, por brumas engalanadas.
Amaneceres perdidos, en sueños
interminables.
Días eternos de gloria, minutos inexorables,
que al mismo
sol eclipsaban, con sus siluetas aladas.
Con las canas los recuerdos, regresan al
corazón.
Las
pupilas se dilatan, para ver la claridad,
de las huellas
de esos pasos, que plasmaron su razón.
Tiempo marchito dispuesto, a olvidar la
realidad.
Almas vestidas de luto, que han perdido
la pasión,
y ahora
teñidas de sombras, la mentira es su verdad.
A veces el sentimiento humano se sumerge en las profundidades de la contemplación y lo visto deja de tener luz, belleza, gracia y sentido. Entonces la mente se refugia en los sueños y recuerdos mágicos para no perder la motivación de existir. Muy hermoso tu soneto que invita a la reflexión. Muchas gracias querido amigo Carlos. Te saluda afectuosamente America Santiago.
ResponderEliminarLa razón y la sinrazón, a veces se cogen de la mano. nuestra parte racional intenta imponerse.. y nos conformamos con pensar que el que nos llamen humanos es un alago... ja, ja, ja,
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