Subió
por la escalinata del amor. Cada peldaño era una rosa de luz intensa, tanto que
deslumbraba sus ojos día a día. Tal era su ceguera que no se percató de que el
cristal es frágil.
Con tanta fuerza quiso abrazarlo que este
quebró.
Los añicos punzantes quedaron esparcidos por
el suelo y cada recuerdo se le fue clavando como espina de ausencia en la noche
hasta que se decidió por fin a abrir de nuevo el armario de su corazón. Apañó
la escoba, barrió y recogió todos aquellos vidrios
rotos. Para qué molestarse en
recomponer aquel lindo recipiente.
En los chinos los venden de
diversos colores, formas y tamaños y además a buen precio.
La vida es
como un bazar en donde cada uno entra solo a mirar, pero siempre sale con algo.
Los vidrios rotos se irán a la basura pero la mente recordará aquel recipiente que alguna vez quiso conservar. Cosas que pasan. Gracias por compartir tus letras querido amigo Carlos. America Santiago.
ResponderEliminar