Las
campanas repican anunciando la hora. Desde todas las calles, vestidas con sus
mejores galas, se aproximan las gentes.
A la puerta de la iglesia, domingo por la mañana; hijos, padres y abuelos; ricos y pobres, mujeres y hombres sin distinción entran por la
misma puerta.
Se santiguan junto a la pila de
agua bendita, antes de en silencio escuchar la palabra.
Recibirán la comunión en
fila y el cuerpo de Cristo unirá a todos a la misma mesa.
Las puertas se abren de nuevo y la muchedumbre
se dispersa; acabó el único momento en la
semana en que las diferencias mundanas desaparecen bajo la alargada sombra de
una cruz.
Carlos Torrijos
C.a.r.l. (España) 2022.
Me gustra!!!
ResponderEliminarGraciñas.
EliminarAsí es, qué bonito. Me he trasladado al Cristo del Amparo. Aquellas campanas que tan bien hacía sonar mi tío.
ResponderEliminarAl final, ya ves... sirvió para algo.
EliminarGracias mi poeta y reina ISABEL
Qué bonito el sonido de las campanas. Magnífico maese. Un abrazo.
ResponderEliminarDin, don.
EliminarA no, que eso es un timbre. ja, ja, ja,