Ratones que roen el papel de los viejos cuadernos y se vuelven a
esconder tras sus bigotes. Mueven
sus colas largas y afiladas paseando por las vigas carcomidas, llenando
de polvo las esbeltas telarañas tejidas
con precisión y dejan su huella en forma de excremento por toda la
habitación.
Ratones de pelo cris, desafiando con la mirada desde el hueco de la
pared, dueños de las vidas desidiosas,
mora- dores de los apáticos pensamientos deslucidos, caníbales de los sueños ocultos
junto a la almohada dormida.
Ratones que acompañan a los lánguidos ojos de largas pestañas que
dejaron de mirar la luz del día para contemplar las tiemblas que discurren
por su mejilla en forma de caudal de soledad.
Ratones que moran en la bola de cristal que adivina el precipicio de
la incomprensión, insignificantes roedores del poco a poco en el paso del
tiempo, avance ineludible hacia la meta final, letras escritas con fluidos, devoradas
por la insensatez de un papel que todo lo absorbe, quedándose para sí todos los
pensamientos nunca pronunciados.
Ratones que por su propio instinto desaparecen
cuando ya no hay nada que roer, en busca de nuevas víctimas a las que hechizar
con sus patrañas embaucadoras en la profundidad del sueño, moviendo con
suavidad sus bigotes, acariciando la frente arrugada de los que dejaron de
pensar.
Muy bueno! 👏 👋 saludos poeta.
ResponderEliminarGraciñas.
EliminarEs Mariana, tu hermana poética tribal
ResponderEliminarGraciñas compy de tribu.
EliminarMe ha encantado Carlos. Lectura ligera y muy consistente. Felicidades
ResponderEliminarGraciñas por estar .
EliminarBuenísimo maese 👏 👏 👏
ResponderEliminarGraciñas Dulcinea
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