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lunes, 5 de diciembre de 2022

Ratones

 

    Ratones que roen el papel de los viejos cuadernos y se vuelven a esconder tras sus bigotes.    Mueven sus colas largas y afiladas paseando por las vigas carcomidas, llenando de polvo las esbeltas  telarañas tejidas con precisión y dejan su huella en forma de excremento por toda la habitación.

   Ratones de pelo cris, desafiando con la mirada desde el hueco de la pared,  dueños de las vidas desidiosas, mora- dores de los apáticos pensamientos deslucidos, caníbales de los sueños ocultos junto a la almohada dormida.

    Ratones que acompañan a los lánguidos ojos de largas pestañas que dejaron de mirar la luz del día para contemplar las tiemblas que discurren por su mejilla  en forma de caudal de soledad.

   Ratones que moran en la bola de cristal que adivina el precipicio de la incomprensión, insignificantes roedores del poco a poco en el paso del tiempo, avance ineludible hacia la meta final, letras escritas con fluidos, devoradas por la insensatez de un papel que todo lo absorbe, quedándose para sí todos los pensamientos nunca pronunciados.

 Ratones que por su propio instinto desaparecen cuando ya no hay nada que roer, en busca de nuevas víctimas a las que hechizar con sus patrañas embaucadoras en la profundidad del sueño, moviendo con suavidad sus bigotes, acariciando la frente arrugada de los que dejaron de pensar.


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