En la Calle solitaria
de la
pequeña ciudad,
el invierno
que transcurre.
Noche de lunes en un rincón
que
despierta los deseos
durmientes
bajo un cartón.
Caminando al hospital
se dirigen
pies descalzos,
barba
blanca, uñas negras,
ropa
cubierta de mugre
envuelta en
la densa niebla.
Tras esperar en la sala
habrán de
lavarlo entero
antes de
hacerle las pruebas.
Con camisón perfumado
descansa en
el aposento.
Se han esmerado en el trato,
le han recortado
las barbas,
acicalado
su cuerpo
con jabón y
agua abundante,
para
después darle crema
antes de
tirar los guantes.
Mientras espera al doctor
que no ha
de llegar a tiempo
el cometido,
cumplido.
Morir en cama decente
limpio de
olores ajenos.
No presentarse ante Dios
como un
simple pordiosero.
"¡Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios!" Los pordioseros son de Dios. Abrazos querido amigo Carlos. America Santiago.
ResponderEliminarCuando el único deseo que le queda en sus manos es llegar limpio a otro barrio.
EliminarComo la vida misma.
ResponderEliminarHolis.
EliminarMagnífico
ResponderEliminarFue su elección.
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