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domingo, 22 de septiembre de 2024

Neuronas cojas

 


 

      En aquel lugar lleno de incertidumbre y acompañado por elixires, pastillas, consejos y palabrería, las telarañas se adueñaban de los cristales, opacando la escasa lucidez que se entremezclaba con la penumbra.

 

               Los grilletes tomaban la forma libertaria de un éxtasis somnoliento, aclamado por vítores a la irrealidad y apáticamente el desconsuelo de toda  incomprensión dibujaba figuras abstractas que trasformaban agónicos colores del pasado en pardos grisáceos que difusos se encaminaban hacia el azabache placentero.

 

       Elixires y pastillas que condicionaban el reflejo en un espejo deformado a voluntad de otros, con la intención de moldear una figura rectilínea en un tortuoso sendero lleno de dobleces y barrancos curvados.

 

       Consejos, palabrería que las lenguas cegadas por la ignorancia, escupían a los oídos cansados de escuchar  irrelevantes poemas de amor en un mundo de odio.

 

             El don de la palabra había perdido su sentido, el aliento nauseabundo había impregnado la soga a la que aferrarse, haciéndola cada vez más resbaladiza y el pozo de la incomprensión se abría paso profundizando entre las raíces soterradas tras los globos oculares.

 

Nada podía sentir en los dedos de sus manos, que no fuera la humedad del fango batido con  lágrimas secas, dejando su marca tatuada en el olvido.     Sentimientos amalgamados carentes de importancia, esclavos de la tortura a cada paso, huellas en el polvo en un día de viento.

 

          Ruidos se oyeron, chirriar del eje de unas ruedas que avanzaban lentamente, salvando muros, obstáculos infranqueables para el común de los mortales.   

   Una mirada, una sonrisa, una mano ofreciéndose  firme sin pedir nada a cambio;    un por favor desinteresado;  un todo no da igual, un qué más da no existe.

 

Melodías a ritmo de vals que se fueron convirtiendo en un yo no puedo, hazlo por mí. Si tú supieras lo que pesa la cuesta y las ganas que tengo de llegar a la cima; pero no quiero que me empujes, tan solo que me acompañes y frenes estas ruedas cuando me veas abatida por el cansancio y necesite descansar; no quiero retroceder ni un palmo en mi camino hacia lo más alto.

 

              Sin dilación, los ojos se abrieron y la luz se hizo, las fuerzas emergieron del inframundo en que habían estado, dando forma al minuto siguiente sin pensar en el mañana.

 Los pensamientos crearon una expectativa a la que estar atento, la claridad renunció a las sombras volviendo a dibujar en colores pastel.  La ilusión avanzó de la mano de la esperanza, y el nunca llegará se trasformo en un tal vez,  en un quien sabe, en un porqué no intentarlo.

 

Carlos Torrijos
C.a.r.l (España)

Ojos da Gata@2024.

  


 

3 comentarios:

  1. Tortuoso camino para tan largo peregrinaje. Hermosas palabras para quien lleve tan negra carga. 🌹

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  2. Que nunca perdamos la esperanza y las ganas de luchar.Maravilloso 😘😘

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  3. Aunque venga duro, siempre habrá un haz de luz para seguir avanzando aunque la cuesta sea muy pina. Bonito

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