En aquel lugar lleno de incertidumbre y
acompañado por elixires, pastillas, consejos y palabrería, las telarañas se
adueñaban de los cristales, opacando la escasa lucidez que se entremezclaba con
la penumbra.
Los grilletes tomaban la forma
libertaria de un éxtasis somnoliento, aclamado por vítores a la irrealidad y
apáticamente el desconsuelo de toda incomprensión dibujaba figuras abstractas que
trasformaban agónicos colores del pasado en pardos grisáceos que difusos se
encaminaban hacia el azabache placentero.
Elixires y pastillas que condicionaban
el reflejo en un espejo deformado a voluntad de otros, con la intención de
moldear una figura rectilínea en un tortuoso sendero lleno de dobleces y
barrancos curvados.
Consejos, palabrería que las lenguas cegadas
por la ignorancia, escupían a los oídos cansados de escuchar irrelevantes poemas de amor en un mundo de
odio.
El don de la palabra había perdido
su sentido, el aliento nauseabundo había impregnado la soga a la que aferrarse,
haciéndola cada vez más resbaladiza y el pozo de la incomprensión se abría paso
profundizando entre las raíces soterradas tras los globos oculares.
Nada podía
sentir en los dedos de sus manos, que no fuera la humedad del fango batido con lágrimas secas, dejando su marca tatuada en el
olvido. Sentimientos amalgamados carentes de
importancia, esclavos de la tortura a cada paso, huellas en el polvo en un día
de viento.
Ruidos se oyeron, chirriar del eje de
unas ruedas que avanzaban lentamente, salvando muros, obstáculos infranqueables
para el común de los mortales.
Una mirada,
una sonrisa, una mano ofreciéndose firme
sin pedir nada a cambio; un por favor desinteresado; un todo no da igual, un qué más da no existe.
Melodías a
ritmo de vals que se fueron convirtiendo en un yo no puedo, hazlo por mí. Si tú
supieras lo que pesa la cuesta y las ganas que tengo de llegar a la cima; pero
no quiero que me empujes, tan solo que me acompañes y frenes estas ruedas
cuando me veas abatida por el cansancio y necesite descansar; no quiero
retroceder ni un palmo en mi camino hacia lo más alto.
Sin dilación, los ojos se abrieron
y la luz se hizo, las fuerzas emergieron del inframundo en que habían estado, dando forma al minuto
siguiente sin pensar en el mañana.
Los pensamientos crearon una expectativa a la
que estar atento, la claridad renunció a las sombras volviendo a dibujar en
colores pastel. La ilusión avanzó de la
mano de la esperanza, y el nunca llegará se trasformo en un tal vez, en un quien sabe, en un porqué no intentarlo.
Carlos Torrijos
C.a.r.l (España)
Ojos da Gata@2024.
Tortuoso camino para tan largo peregrinaje. Hermosas palabras para quien lleve tan negra carga. 🌹
ResponderEliminarQue nunca perdamos la esperanza y las ganas de luchar.Maravilloso 😘😘
ResponderEliminarAunque venga duro, siempre habrá un haz de luz para seguir avanzando aunque la cuesta sea muy pina. Bonito
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