"Ver con los ojos cerrados" 06
Ese lunes, cuando salió del trabajo no se
fue para casa; después de pensarlo tampoco iría por el comedor, donde seguro
que estarían aún recogiendo.
Prefirió deambular por las callejuelas vacías
de la parte antigua bajo la intensa lluvia que lo empapaba, caminando con los
ojos cerrados hasta darse con la nariz contra alguna fachada en el siguiente
cruce de calles.
Mientras, en casa, en la comida, ninguno
de los tres se dirigieron la palabra; estaban enfadados con el mundo, con ellos
mismos y con las circunstancias de la noche anterior. Los
hijos, solo querían saber lo que estaba pasando y la madre estaba ansiosa por
explicárselo, pero el orgullo no les permitía dar el primer paso para pedir perdón
por lo sucedido.
Un
poco antes de las cuatro, ellos se fueron a la biblioteca, ella, salió de casa
en dirección al bar ese donde jugaban la partida, tenía ganas de ver las caras
de aquellas que se llamaban amigas.
Pero a mitad de camino, se dio la vuelta y se dirigió hasta el antiguo
colegio, pensando que estaría allí Manuel.
Cuando llegó había dejado de llover, justo
estaban todos en la calle esperando para marchar, mientras Roberto cerraba con
llave los portones de madera.
Verónica.- perdonar ¿habéis visto hoy a Manuel?
Nerea.- no, hoy es lunes y hasta el sábado no viene
Verónica.- soy su mujer y estoy preocupada, anoche tuvimos
una discusión en casa y este es capaz de haber hecho alguna tontería
Roberto.- lo mismo está en el trabajo por algo que haya
surgido
Verónica llamó a la oficina y nadie
cogía el teléfono; seguido llamó al
móvil particular del jefe; este le dijo que había salido como siempre a las
tres, al igual que el resto de trabajadores.
Roberto llamó a todos los padres de los
chicos y chicas para decirles que ese día iban a llegar un poco más tarde, pero
que no se preocupasen, que él mismo los llevaría casa por casa cuando terminasen
de hacer una cosa; los dejaría uno por uno, para asegurarse de que llegaban
bien.
Roberto.- a ver muchachos, vamos de dos en dos a buscarlo por todos sitios, los que lo encontréis me llamáis a mí inmediatamente. Yo voy con Verónica a la zona de los bloques; Tomás y Gervasio vais a la zona del río; Paco y carolina mirar por el centro; Nerea, Antonio y Julia por el casco antiguo sin separaros en ningún momento.
Todos salieron hacia su zona de
búsqueda. No les importaba que en esos
momentos comenzara de nuevo a llover.
Verónica en el trayecto, le contaba a Roberto lo sucedido, lo feliz que
se encontraba Manuel desde el día en que los conoció, lo que habían cambiado su
propia vida sin conocerlos y que además, ahora, hasta había aprendido a ver con
los ojos cerrados junto a ese marido que hacía tiempo que siempre parecía
ausente.
Pasaba el tiempo y el teléfono de Roberto
no sonaba y la angustia cada vez, se hacía más densa en el interior de Verónica
Roberto.- ¿Se encuentra bien? ¿Quiere usted que nos
sentemos en algún sitio?
Verónica.- no, no. Hay
que seguir buscando
Roberto.- pero esté tranquila
Verónica.- ¿Tranquila? lleva mucho tiempo muy mal
Roberto.- sí, ya nos ha contado; pero ahora está mejor y
tiene ganas de vivir
Verónica.- me da miedo que lo de anoche le haya hecho hacer
alguna tontería irremediable
Roberto.- perdone que se lo diga así, pero no haría nada
que decepcionase a este grupo de tullidos, antes se haría de este gremio “el de
los tratados como diferentes por nuestra
discapacidad”
Verónica.- no me asuste usted
---Dejó de andar un momento y
cerró los ojos---
Verónica.- bueno, al fin y al cabo, estaría con los que
quiere y admira
Roberto.- no sea tonta, él adora a su familia y haría cualquier cosa por todos vosotros, pero para eso tiene que estar bien y por casualidad en nosotros vio eso, que con los ojos abiertos no veía
--Tras una larga caminata en las
piernas, por fin sonó el teléfono—
Nerea.- Roberto, lo tenemos, llama a los demás y nos
vemos en el comedor, que vamos para allá con él
Tras las llamadas, todos acudieron a
la carrera; querían verlo, echarle la bronca, abrazarlo, cantarle una canción,
ponerle de castigo el fregar todos los platos a mano durante una semana, lo que
fuera con tal de demostrarle que estaban allí, a su lado y que esta vida a
veces, aunque solo sea a veces, merece la pena vivirla.
Ya sentados en la larga mesa, ninguno
abría la boca, unos lo miraban con gesto de enfado, otros movían la cabeza
pensando en el susto que les había dado; Verónica y Roberto con cara seria, esperando
una simple explicación, y él permanecía callado sin saber que decir.
---De pronto, Tomás se puso en pie
enfadado---
Tomás.- ya está bien de tonterías, que tengo hambre y
tengo que ir a merendar
--Todos se empezaron a reír---
Manuel.- solo puedo pediros perdón a todos, os habéis
empapado por mi culpa y sé que lo haríais las veces que hiciera falta porque
sois buena gente
Verónica.- Pues ahora que se me ha pasado el susto, os tengo
que decir que me alegro, porque así por fin, os he conocido a todos
Gervasio.- pe, pe, pero porqué lo has hecho, eso de
escaparse no es, es, está bien
Julia.- no se ha escapado, solo que ha ido a pasear
viendo con los ojos cerrados y se ha perdido por esas estrechas calles
Antonio.- pues entonces yo, no voy a volver a mirar con los
ojos cerrados, no sea que me pierda
Manuel.- no Antonio, tú solo cuando te lleve yo cogido por
el hombro
Antonio.- ah, entonces sí
Roberto.- vamos que os tengo que dejar uno por uno en casa
a todos, como les dije que haría a vuestros padres
Tomás.- a mí el primero, que tengo hambre
Verónica y Manuel, acompañaron a Roberto calle por calle hasta dejarlos a todos en la puerta de su casa, y luego fueron los tres hasta el pequeño bar, ese tranquilo y de buenas tapas.
Roberto.- ¿Tú sabes el susto que nos has dado?
Verónica.- si no llegan a estar ellos delante cuando te he
visto, te habría matado
Roberto.- menos lobos, si has vuelto a respirar al ver que
estaba bien
Verónica.- eso sí, pero con ganas me he quedado.
Manuel.- no era mi intención; tenía que pensar y se me fue
el tiempo volando
Roberto.- pues igual podías haber pensado después de avisar
Manuel.- me sentía como hace tiempo atrás, incomprendido,
solo, no sabiendo explicar lo que sentía y todos exigiéndome unas palabras que
para ellos eran incoherentes; las he
pronunciado tantas veces y nunca nadie supo escucharlas.
Verónica.- pero eso pasó, ahora yo sí te voy escuchar, te
comprendo y puedo ayudarte a que nuestros hijos comprendan, y aprendan algo
nuevo y diferente en nuestras vidas; al
resto que les den ¿Qué nos importan esos que no saben ver con los ojos
cerrados?
Roberto.- tienes una mujer estupenda, seguro que tus hijos
sabrán entender que tu felicidad está por delante de las habladurías, y que a veces, el dar a los demás, es el
mejor regalo. Cuando yo propuse el
montar este comedor, todo fueron trabas administrativas y burocráticas; solo
contaba con el incondicional apoyo de estas personas que veían este proyecto
como una buena iniciativa.
Algunos de ellos, también tuvieron que hacer ver a sus padres, que no
eran unos inútiles, que esto les ayudaría a realizarse como personas con un
trabajo digno, aunque no cobrasen por ello; aquí no entra un euro, todo es
gracias a los donativos de tiendas y grandes superficies, con lo que tenemos
nos arreglamos y dependiendo de las existencias de la despensa, se come una
cosa u otra.
Mucho
gracias a la caja de ahorros que nos montó la cocina, y a los antiguos
propietarios del colegio que intercedieron para que nos dejasen la parte de
abajo y también a una asociación de síndrome de down que paga la luz y el gas,
esto sigue adelante y ya vamos hacer tres años todos los días del año sin
faltar ni uno, abriendo las puertas al medio día.
Verónica.- y gracias a vosotros que os lo curráis
desinteresadamente
Roberto.- si tú supieras lo que hemos ganado con esto,
verías que es algo que no se puede pagar con dinero
Manuel.- es algo tan hermoso lo que se vive entre esas
paredes, que no podría renunciar a ello por nada del mundo
Roberto.- pero piensa que lo primero es tu familia y luego
tu trabajo. Nosotros estamos ahí, no nos
vamos a ir y puedes pasar cuando quieras y tengas tiempo a echar una mano o a
estorbar un poco.
Manuel.- ya lo sé, y no sabes lo que os lo agradezco
Verónica.- y seguirás yendo, por qué no, aunque solo sean
los fines de semana.
Qué difícil se pone la vida a veces. Saca las uñas y araña y, sin embargo, cuando alguien amado se pierde, todo el enfado se vuelve tontería. Afortunada Verónica y los demás.
ResponderEliminarUn abrazo en el momento justo, hace más que mil palabras
EliminarCuando se tiene la sinceridad en el corazón hay amigos. Gracias Maestro por este episodio.
ResponderEliminar¡Cuántas veces nos sentimos acorralados en la más absoluta soledad a pesar de ser libres! Genial
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