Universo de sueños en cielo raso cubierto de
estrellas.
Lucecillas brillantes, palabras de amor,
formando tenues poemas de desolación en la lejanía.
Un ramillete de flores ya secas, resguardadas
en un rincón para que ningún pequeño céfiro mal intencionado pueda hacer caer sus pétalos al abismo de la apatía.
Una almohada abrazada cada noche,
empapada por fluidos salinos que brotan de dilatadas pupilas en la oscuridad intentando lavar las cosas turbias del pasado.
Besos soplados empujados al aire desde una palma abierta y tendida.
Carta
sin matasellos, postal de suaves colores sabiendo que jamás llegaran a su destino.
Burbuja
donde solo tiene cabida el amor, enemiga del olvido o la indiferencia.
Un
espacio en el que al odio no se le permite entrar.
Estómago saciado de hambre y sed, necesidad de
pan y agua que solo rasga los visillos
de sus ventanas para prorrumpir palabras de esperanza al viento.
Con los naipes repartidos… El final de
una partida al mús.
Envido a grande, paso a chica y órdago a
pares con dos pitos; un farol a la desesperada, a juego ya no puedes
optar y el último amarraco está a punto de expirar con las tres de treinta y
una.
Sueños Incorruptibles
con el paso del tiempo. Solo el olvido puede destruirlos. Ni tan si quiera la muerte con la extinción
de la materia puede turbar deseos tan poetizados que siguen al compás de un
viejo vals bailando entre las hojas muertas del otoño.
Desamor, rescoldos con el corazón de fuego bajo ese manto de ceniza liso y gris que
nadie externo se atreve a remover.
C.A.R.L.
Y se volvieron universo aquellos amores y se alojaron en uno, para siempre. Es preciosísimo, C.A.R.L
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