A Diógenes, se le había
ocurrido una idea. En un árbol con
gruesas ramas, ató una soga que colgaba hasta casi rozar el suelo. En
su extremo inferior puso un cacho redondo de madera, agujereado en el centro
para que sirviese de asiento.
Primavera, ya hecha una
guindilla andante, junto con sus hermanos Leopoldo y Andrés, iban a diario por la tarde columpiarse.
Con paso firme y andar prepotente se
aproximaba Lisardo, un poco mayor de edad y tamaño que ellos.
Andrés.- viene Lisardo
Leopoldo.- no pasa nada
Lisardo.- vamos bájate primavera, que
me toca a mí
Loepoldo.- tranquilo… cuando acabe ella, va Andrés y luego yo
Lisardo.- aquí no montan los hijos de
siete padres
Sin pensarlo dos veces,
se puso de puntillas y lanzo con todas sus fuerzas el puño contra la cara de
Lisardo.
Lisardo.- ay, me has hecho daño ya
verás ahora
Y raudo marcho, con la
mano tapando el sangrante labio a avisar a su abuela.
Allí con él, en un instante,
se presento en minutos la señora Petronila.
Peronila.- ¿Quién le ha pegado a mi
nieto?
Leopoldo.- he sido yo, tiene la lengua
muy larga
Petronila.- ¿larga porqué?
Leopoldo.- me ha llamado hijo de siete
padres
Petronila.- quien dice la verdad no
ofende.
Leopoldo se engarabitó como un gato con
uñas y dientes a ella, una vez en el suelo y cuando se disponía a darle su
merecido, por una de estas casualidades, ya ves, apareció por allí Gorgonio,
que iba a buscarlos.
Agarrándolo a puño por la parte
posterior de la camisa, lo levanto en volandas, en aquella situación no sabía
si reprenderlo o echarse a reír. Al
dado, con los frágiles dedos cerrados contra la palma de sus manos y cara de
fieras. Andrés y Primavera, percibían la escena, mudos pensando en cómo
abalanzarse ellos sobre Lisardo y darle su merecido.
Gorgonio.- a ver ¿qué ha pasado aquí?
Petronila.- esto no va a quedar así,
vaya educación le das a estos bastardos.
Gorgonio.- cuidado con esa boca, ¿Qué
ha pasado?
(Leopoldo comenzó a relatarle
lo sucedido).
Según iba avanzando la historia, a Gorgonio, los
soplillos, le empezaban a echar humo.
Las venas de los ojos se le enrojecían de ira y resoplaba con fuerza
como una olla a presión para no
estallar.
Agarró con fuerza a
Petronila por el brazo, sí, con la intención de hacerla daño y no olvidase ese
momento fácilmente.
Petronila.- bestia que me haces daño
Gorgonio.- ya era hora de que alguien le diera un gran
escarmiento a la tía vinagre
Petronila.- sinvergüenza ¿Qué modales
van a aprender estos de ti?
Gorgonio.- vamos y calladita, que me
estoy quedando con ganas
Calle abajo, ante la
mirada atónita de los vecinos, iba Gorgonio con Petronila bien agarrada,
seguidos de los cuatro pequeños sin pronunciar palabra.
Gorgonio.- salga usted Aproniana (la
nueva matriarca)
Petronila.- que vergüenza, hacer esto,
que vergüenza
Aproniana.- ¿a qué vienen esas voces?
Gorgonio, ante todos los
curiosos que hasta allí se habían acercado, fue relatando palabra por palabra
los hechos de lo que había ocurrido. Petronila, de porte soberbio, poco a poco, terminaría
inclinando la cabeza y sonrojándose.
Gorgonio.- y eso es todo, o pone usted
una solución o la pongo yo
Era la primera vez, desde tiempos inmemorables
que la matriarca debía hacer uso de sus atribuciones y poner orden, para que
reinase la paz en Valdeluna.
Nadie sabe lo que se
hablo dentro de la casa.
Los tres estuvieron largo rato y parece que la mediación conciliadora,
acompañada de alguna reprimenda, surtió efecto.
A partir de ese día, la tía
vinagre se dedico al corre ve y dile, de casa en casa, para contar a los padres
lo que sus hijos hacían, pero ni una vez más, su mano tocó a ninguna criatura,
y sus palabras tuvieron cuidado antes de insultar.
Maravilloso C.A.R.L. Reine siempre la Paz y la concordia en Valdeluna.
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