-------- Dónde marchaste -------
----- Capítulo 1º -----
En marzo de 1937, tras unos
meses de vivir de la caridad ofrecida por los exiliados que ya contaban con
ingresos, Manuel, encontró trabajo en la Basílica
Saint-Sernin de Toulouse.
Su nivel cultural lo capacitaba para clasificar las obras que allí
permanecían. Se pretendía un
inventario escrupuloso y gracias a un conocido, él fue uno de los elegidos.
Para él, era un orgullo el poder
acercarse cada semana al centro cultural
y hacer su aporte económico, del que se beneficiarían los recién llegados.
Entre legajos gregorianos, olvidaba la cruda
realidad, imaginaba acontecimientos en distintas circunstancias, los caminos
que nunca volvería a recorrer pisados al final de nuevo, convirtiendo su estúpida
existencia en una ficción irrealizable.
Sus
ansias de llegar a París, se habían desquebrajado. Allí ya, nadie lo esperaba y sus ganas de
regresar a España, iban perdiendo sentido con el paso de los meses.
Su brillante pluma, rota de
tristeza, dormía en un oscuro cajón de un lugar lejano y los versos que regalar al viento, yacían en
su memoria.
En
las noches de tertulia de intelectuales que habían huido de España, Manuel se
acercaba hasta el comedor de aquel restaurante, escondiendo su rostro tras una
poblada barba. Como oyente, igual que
tantos otros, en silencio permanecía sentado a unos metros de la mesa central de
los tertulianos de privilegio.
Según iban pasando las horas,
aquella tertulia, se iba convirtiendo en un coloquio de opinión, en el que todos
en mayor o menor grado participaban.
Manuel prefería permanecer en silencio, analizando las diversas
opiniones. Casi nadie hablaba abiertamente
y era crítico con las afamadas mentes. Ellos sí que se permitían desde
su atalaya poner falta a los poco reconocidos.
Así que las pocas veces que Manuel intervenía se sembraba la discordia y
algún afamado veía expuesta su trayectoria
y conocimientos.
Pasado un tiempo, en una de aquellas
reuniones, el enojo o tal vez no sé, la prepotencia, hicieron que uno de
aquellos intelectuales, un tal D. Celso, pusiera su pluma y un papel sobre la
mesa.
Celso.- se nota que tienes cultura, pero no la
suficiente como para rebatir nuestras letras.
Manuel.-
perdone si se ha sentido incomodado por mis sugerencias
Celso.-
escribe y demuéstrame que tus versos son mejores que los míos
Manuel.-
nunca dije eso, solo que un poema, no solo está compuesto por versos con
métrica y rima.
Celso.-
llevo escribiendo desde antes de que tú nacieras, me he ganado la autoridad
estudiando en las universidades más prestigiosas
Manuel.-
ese es el problema su autoridad
Celso.-
¿y tú? ¿Tú quien eres? Un don nadie
Manuel.- tiene razón, un
don nadie del que lo le vendría mal, aprender un poco humildad
Celso.-
la humildad es para los ignorantes
Manuel.-
aprenda a enhebrar la aguja antes de ponerse a coser.
(La expectación era máxima por el trascurrir de la acalorada
discusión. D. Claudio se acerco para
zanjar el asunto).
Claudio.-no
sé, pero me parece a mí, que están cruzando una línea que debería ser
infranqueable
Celso.-
yo no tengo porqué aguantar frases humillantes de un analfabeto
Manuel.-
ni yo memeces de un cretino
Claudio.-
vamos Manuel, siéntate, escribe y pon la hoja boca abajo. Usted D. Celso, debería de hacer lo mismo
Celso.- esperaré a que termine de utilizar mi pluma, ja,
ni siquiera eso tiene
Claudio.-
eso no es problema, puede utilizar la mía
Manuel.- y de qué le paceré a usted que escribamos
Claudio.- cuatro estrofas de sextetos isosilábicos de
arte mayor. Tema: Trigales muertos
Manuel y D. Celso, sentados frente a frente, inclinaron la mirada sobre
las cuartillas de papel.
Al momento, Manuel dio la vuelta
a su cuartilla y con mirada turbia, pidió al camarero un coñac.
D. Celso seguía escribiendo. Transcurridos
unos minutos, con el gesto enojado ante la ansiedad de los allí presentes,
plasmó su firma, con una elegante rúbrica.
Celso.-
concluido, ¿y ahora qué?
Claudio.- yo mismo, leeré los dos escritos y que los
aquí presentes juzguen a su buen entender.
Si les parece bien empezaré por el suyo D. Cosme y así, el de Manuel,
servirá como réplica, al fin y al cabo, él es el retado por usted
Celso.-
por mi perfecto
Manuel.-
como quiera, yo no pretendo quedar por encima de nadie
D. Claudio, se puso en pie y comenzó a leer en
voz alta. Efectivamente,
aquellos versos describían la muerte de un campo de trigo. Al terminar la lectura de las cuatro estrofas,
un grandioso aplauso hizo vibrar los cortinajes del comedor.
Celso.-
gracias, muchas gracias, ya sabéis, cuatro letras
Entonces D. Claudio cogió el papel de Manuel.
Claudio.- Manuel, pero no lo has firmado
Manuel.-
no creo que haga falta
Entre los asistentes, se
combinaban los gestos risueños y enaltecidos, la expectación incrédula y las esperanzas de
que alguien le diera un buen repaso a D. Cosme.
Un sorbo de agua y comenzó a leer.
En la primera estrofa, fue cogiendo entonación.
La segunda, ya se le hacía cuesta arriba.
Otro sorbito y continuó leyendo.
Quería
sacar una voz clara, pero a cada palabra se le iba secando la garganta, y la
saliva se iba haciendo cada vez más densa.
Una nueva parada para aclararse
la voz.
Con pausa entre verso a verso y
el vaso en la mano fue concluyendo la lectura.
A su finalización, las cabezas estaban gachas, los aplausos
convertidos en sollozo contenido y las gargantas taponadas por el alma.
D. Celso replicó en voz altisonante:
Celso.-
esos versos solo demuestran que sí, leíste bastante a D. Federico García
Lorca. Vergüenza me daría, imitar a
alguien que ya no se encuentra entre nosotros.
Manuel se levanto y se fue a
casa sin despedirse.
Sí.
Federico había muerto y nadie podría reemplazarlo.
D. Claudio estaba buscando a alguien tan sobrado de conocimiento como
escaso de recursos. El domingo
siguiente, a la hora del almuerzo esperó a Manuel en la
puerta de la basílica.
Claudio.-
buenos días Manuel
Manuel.-
¿cómo usted por aquí?
Claudio.-
si no te parece mal, podíamos almorzar juntos, yo invito. Tengo una proposición que hacerte
Manuel.-
¿por qué habría de parecerme mal?
Claudio.-
vamos, conozco un restaurante que se come de escándalo
Durante el paseo, hablaban de lo que según las noticias acontecía en su
España. La cosa no estaba nada fácil para aquellos que
pretendían expresar sus ideas libremente.
Claudio.-
pasa Manuel, aquí estaremos como en casa.
Los dueños son de Albacete y la señora cocina muy bien.
Camarero.-
buenos días, un segundo que ahora mismo les visto una mesa al lado de la
ventana. Mientras, pueden ir viendo el
menú en la pizarra
Claudio.-
ya sabe que a mí, me gusta ver la calle mientras como
Manuel.-
no parece que tengan mucha gente
Claudio.-
aquí hay que venir en fin de semana, los días de diario es imposible coger
sitio. Todos los trabajadores de los
alrededores acuden como moscas.
Camarero.-
cuando ustedes quieran. ¿Tienen ya pensado que desean comer?
Claudio.-
a mí por lo pronto, me vas a traer unas patatas con costillas
Manuel.-
buena elección, lo mismo para mí
Camarero.-
¿para beber?
Claudio.-
buen vino del que traéis de la tierra
No había prisa, tenían toda la tarde por delante.
Tras el primer plato, degustaron un buen estofado de morro con pisto,
una buena pieza de fruta, café, copa y D. Claudio un buen cigarro puro para la
conversación de la sobremesa.
Claudio.-
he pensado que tal vez te apetecía ganarte un dinerito extra, que no te vendría
mal.
Manuel.-
pues la verdad, es que no me vendría mal
Claudio.-
tendrías que leerte mi obra para copiar el estilo
Manuel.-
la conozco, mejor de lo que se piensa
Claudio.-
tengo que entregar un cuadernillo en breve. Esta vida tan ajetreada que llevo,
no me deja demasiado tiempo
Manuel.-
¿pretende incluir mis poemas en su trabajo?
Claudio.-
bueno, irían firmados por mí. En compensación por cada uno de ellos, recibirías
la décima parte del salario que percibes en tu trabajo. Creo que es una cifra
razonable
Manuel.-
muy barata quiere comprar usted la gloria
Claudio.-
la gloria ya la tengo, seamos claros solo pago tu tiempo y creo que a buen
precio.
Piensa que por algo hay que empezar, y que mejor que tener el día de mañana
un mentor con renombre
Manuel.-
acepto su propuesta, pero no pretenda crearme falsas expectativas. Ya pasé la época de ser un jovenzuelo con la
cabeza llena de pájaros.
Cada
día, Manuel escribía unos versos, luego los repasaba con el fin de quitarles
intensidad y oficio, para que la firma de D. Claudio, no se viese obligada a
contar con su ayuda toda la vida.
Cada sábado
hacía la entrega en aquel restaurante y con el dinero obtenido se costeaba los
utensilios necesarios para su nueva afición;
La Caligrafía
Excelente trabajo, gracias por compartirlo :)
ResponderEliminarMe gustó mucho este comienzo !!!Me ha creado una gran expectativa!!Superr !! seguiré leyendo!!Gracias !
ResponderEliminar