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sábado, 19 de noviembre de 2016

Dónde Marchaste Cap.-1º

-------- Dónde marchaste -------
----- Capítulo 1º -----


       En marzo de 1937, tras unos meses de vivir de la caridad ofrecida por los exiliados que ya contaban con ingresos,  Manuel,  encontró trabajo en la Basílica Saint-Sernin de Toulouse.
  Su nivel cultural lo capacitaba para clasificar las obras que allí permanecían.     Se pretendía un inventario escrupuloso y gracias a un conocido, él fue uno de los elegidos.
      Para él,  era un orgullo el poder acercarse cada semana  al centro cultural y hacer su aporte económico, del que se beneficiarían los recién llegados.

         Entre legajos gregorianos, olvidaba la cruda realidad, imaginaba acontecimientos en distintas circunstancias, los caminos que nunca volvería a recorrer pisados al final de nuevo, convirtiendo su estúpida existencia en una ficción irrealizable.

 Sus ansias de llegar a París, se habían desquebrajado.   Allí ya, nadie lo esperaba y sus ganas de regresar a España, iban perdiendo sentido con el paso de los meses.
    Su brillante pluma, rota de tristeza, dormía en un oscuro cajón de un lugar lejano y  los versos que regalar al viento, yacían en su memoria.

         En las noches de tertulia de intelectuales que habían huido de España, Manuel se acercaba hasta el comedor de aquel restaurante, escondiendo su rostro tras una poblada barba.    Como oyente, igual que tantos otros, en silencio permanecía sentado a unos metros de la mesa central de los tertulianos de privilegio.
       Según iban pasando las horas, aquella tertulia, se iba convirtiendo en un coloquio de opinión, en el que todos en mayor o menor grado participaban.

     Manuel prefería permanecer en silencio, analizando las diversas opiniones. Casi nadie hablaba abiertamente  y era crítico con las afamadas mentes. Ellos sí que se permitían desde su atalaya poner falta a los poco reconocidos.   Así que las pocas veces que Manuel intervenía se sembraba la discordia y algún afamado veía expuesta su trayectoria  y conocimientos.

          Pasado un tiempo, en una de aquellas reuniones, el enojo o tal vez no sé, la prepotencia, hicieron que uno de aquellos intelectuales, un tal D. Celso, pusiera su pluma y un papel sobre la mesa.
Celso.-  se nota que tienes cultura, pero no la suficiente como para rebatir nuestras letras.
Manuel.- perdone si se ha sentido incomodado por mis sugerencias
Celso.- escribe y demuéstrame que tus versos son mejores que los míos
Manuel.- nunca dije eso, solo que un poema, no solo está compuesto por versos con métrica y rima.
Celso.- llevo escribiendo desde antes de que tú nacieras, me he ganado la autoridad estudiando en las universidades más prestigiosas
Manuel.- ese es el problema su autoridad
Celso.- ¿y tú? ¿Tú quien eres? Un don nadie
Manuel.- tiene razón, un don nadie del que lo le vendría mal, aprender un poco humildad
Celso.- la humildad es para los ignorantes
Manuel.- aprenda a enhebrar la aguja antes de ponerse a coser.

          (La expectación era máxima por el trascurrir de la acalorada discusión.   D. Claudio se acerco para zanjar el asunto).

Claudio.-no sé, pero me parece a mí, que están cruzando una línea que debería ser infranqueable
Celso.- yo no tengo porqué aguantar frases humillantes de un analfabeto
Manuel.- ni yo memeces de un cretino
Claudio.- vamos Manuel, siéntate, escribe y pon la hoja boca abajo.   Usted D. Celso, debería de hacer lo mismo
Celso.-  esperaré a que termine de utilizar mi pluma, ja, ni siquiera eso tiene
Claudio.- eso no es problema, puede utilizar la mía
Manuel.-  y de qué le paceré a usted que escribamos
Claudio.-  cuatro estrofas de sextetos isosilábicos de arte mayor.  Tema: Trigales muertos
     

       Manuel y D. Celso, sentados frente a frente, inclinaron la mirada sobre las cuartillas de papel.
         Al momento, Manuel dio la vuelta a su cuartilla y con mirada turbia, pidió al camarero un coñac.
  D. Celso seguía escribiendo. Transcurridos unos minutos, con el gesto enojado ante la ansiedad de los allí presentes, plasmó su firma, con una elegante rúbrica.
Celso.- concluido, ¿y ahora qué?
Claudio.-  yo mismo, leeré los dos escritos y que los aquí presentes  juzguen a su buen entender.  
     Si les parece bien empezaré por el suyo D. Cosme y así, el de Manuel, servirá como réplica, al fin y al cabo, él es el retado por usted
Celso.- por mi perfecto
Manuel.- como quiera, yo no pretendo quedar por encima de nadie
    
            D. Claudio, se puso en pie y comenzó a leer en voz alta.     Efectivamente, aquellos versos describían la muerte de un campo de trigo.   Al terminar la lectura de las cuatro estrofas, un grandioso aplauso hizo vibrar los cortinajes del comedor.

Celso.- gracias, muchas gracias, ya sabéis, cuatro letras

       Entonces D. Claudio cogió el papel de Manuel.

Claudio.-  Manuel, pero no lo has firmado
Manuel.- no creo que haga falta

      Entre los asistentes, se combinaban los gestos risueños y enaltecidos,  la expectación incrédula y las esperanzas de que alguien le diera un buen repaso a D. Cosme.
    
      Un sorbo de agua y comenzó a leer. 
   En la primera estrofa, fue cogiendo entonación.
        La segunda, ya se le hacía cuesta arriba.
                Otro sorbito y continuó leyendo.
           Quería sacar una voz clara, pero a cada palabra se le iba secando la garganta, y la saliva se iba haciendo cada vez más densa. 
              Una nueva parada para aclararse la voz. 
     Con pausa entre verso a verso  y el vaso en la mano fue concluyendo la lectura. 
              A su finalización,  las cabezas estaban gachas, los aplausos convertidos en sollozo contenido y las gargantas taponadas por el alma.
     
          D. Celso replicó en voz altisonante:
Celso.- esos versos solo demuestran que sí, leíste bastante a D. Federico García Lorca.  Vergüenza me daría, imitar a alguien que ya no se encuentra entre nosotros.
               Manuel se levanto y se fue a casa sin despedirse.
Sí.  Federico había muerto y nadie podría reemplazarlo.

       D. Claudio estaba buscando a alguien tan sobrado de conocimiento como escaso de recursos.        El domingo siguiente,   a la hora del almuerzo esperó a Manuel en la puerta de la basílica.    

Claudio.- buenos días Manuel
Manuel.- ¿cómo usted por aquí?
Claudio.- si no te parece mal, podíamos almorzar juntos, yo invito.  Tengo una proposición que hacerte
Manuel.- ¿por qué habría de parecerme mal?
Claudio.- vamos, conozco un restaurante que se come de escándalo

     Durante el paseo, hablaban de lo que según las noticias acontecía en su España.   La cosa no estaba nada fácil para aquellos que pretendían expresar sus ideas libremente.

Claudio.- pasa Manuel, aquí estaremos como en casa.  Los dueños son de Albacete y la señora cocina muy bien.
Camarero.- buenos días, un segundo que ahora mismo les visto una mesa al lado de la ventana.    Mientras, pueden ir viendo el menú en la pizarra
Claudio.- ya sabe que a mí, me gusta ver la calle mientras como
Manuel.- no parece que tengan mucha gente
Claudio.- aquí hay que venir en fin de semana, los días de diario es imposible coger sitio.  Todos los trabajadores de los alrededores acuden como moscas.
Camarero.- cuando ustedes quieran. ¿Tienen ya pensado que desean comer?
Claudio.- a mí por lo pronto, me vas a traer unas patatas con costillas
Manuel.- buena elección, lo mismo para mí
Camarero.- ¿para beber?
Claudio.- buen vino del que traéis de la tierra
    
     No había prisa, tenían toda la tarde  por delante.
          Tras el primer plato, degustaron un buen estofado de morro con pisto, una buena pieza de fruta, café, copa y D. Claudio un buen cigarro puro para la conversación de la sobremesa.

Claudio.-  he pensado que tal vez te apetecía  ganarte un dinerito extra, que no te vendría mal.
Manuel.- pues la verdad, es que no me vendría mal
Claudio.- tendrías que leerte mi obra para copiar el estilo
Manuel.- la conozco, mejor de lo que se piensa
Claudio.- tengo que entregar un cuadernillo en breve. Esta vida tan ajetreada que llevo, no me deja demasiado tiempo
Manuel.- ¿pretende incluir mis poemas en su trabajo?
Claudio.- bueno, irían firmados por mí. En compensación por cada uno de ellos, recibirías la décima parte del salario que percibes en tu trabajo. Creo que es una cifra razonable
Manuel.- muy barata quiere comprar usted la gloria
Claudio.- la gloria ya la tengo, seamos claros solo pago tu tiempo y creo que a buen precio.
       Piensa que por algo hay que empezar, y que mejor que tener el día de mañana un mentor con renombre
Manuel.- acepto su propuesta, pero no pretenda crearme falsas expectativas.  Ya pasé la época de ser un jovenzuelo con la cabeza llena de pájaros.

  Cada día, Manuel escribía unos versos, luego los repasaba con el fin de quitarles intensidad y oficio, para que la firma de D. Claudio, no se viese obligada a contar con su ayuda toda la vida.
          Cada sábado hacía la entrega en aquel restaurante y con el dinero obtenido se costeaba los utensilios necesarios para su nueva afición;       La Caligrafía



2 comentarios:

  1. Excelente trabajo, gracias por compartirlo :)

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  2. Me gustó mucho este comienzo !!!Me ha creado una gran expectativa!!Superr !! seguiré leyendo!!Gracias !

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