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jueves, 24 de noviembre de 2016

Dónde Marchaste cap.- 2º



 -------- Dónde marchaste -----------
----- Capítulo 2º -----

                     Una vez que comenzó a dominar el francés, Manuel, decidió alejarse de Toulouse para emprender una nueva vida en la población de Metz al norte del país.
              El responsable de archivos, a cuyo servicio había trabajado esos años, le propuso que lo acompañase en un nuevo trabajo;   Deberían, junto con los que allí esperaban,  inventariar y poner en marcha el museo catedralicio, todo un reto, para lo que quería rodearse de los mejores.

       Se empezaban a oír rumores;     La guerra en España estaba tocando a su fin.      
El gobierno Alemán había sido un gran aliado de las tropas nacionales, por lo que pensó en aprender el idioma y en el tiempo libre dedicarse a la traducción de las obras clásicas, tanto españolas como alemanas.  Una iniciativa que podría resurgir con fuerza y así abarcar los dos mercados.
   Los dueños de un pequeño taller de impresión, acababan de afincarse en la localidad,  vieron una oportunidad única para levantar un negocio, donde las únicas publicaciones se limitaban a un periódico local.

 La proximidad con la frontera, hacia que muchas personas dominasen perfectamente los dos idiomas, pronto empezó a asistir a clases de gramática.
   Una familia de alta cuna alemana, daba clases en su casa.
   El hijo, Reinhad, su profesor, era un joven apuesto de su misma edad.
  Rubio y de ojos claros, dulce voz y excelente sensibilidad.
      No tardaron en darse cuenta que los unía algo más que el gusto por la literatura.
         Ese fue el comienzo de un amor imposible, reflejado en poemas escritos en alemán.   Un idioma que siendo tan rudo,  era convertido en inusitada sensualidad en cada  una de las palabras de aquellos versos. Sonetos que rezumaban vapores de almazara junto a los trigales verdes plagados de amapolas.
   Sus encuentros a escondidas en la penumbra de la noche, intensificaban el deseo de dar el paso y mostrar su relación personal abiertamente, pero la familia de Reinhad, jamás lo permitiría.   Las taras debían ser escondidas, el prestigio no podía verse enturbiado por un deseo carnal antinatural.
  En caso de enterarse, se convertiría en un proscrito y nunca más le volverían a mirar a la cara.

    Ilse, (hermana de Reinhad) leía y releía aquellos poemas escritos por Manuel, su aptitud siempre caballerosa hacia ella, le hacían pensar en que era a quien iban dirigidos y su madre, empezaba a ver bien aquella posible relación.
         Al padre no es que le hiciera demasiada gracia, pero puestos a elegir y valorando los personajes de su entorno, mejor un españolito culto que un Alemán analfabeto.
   Un franchute, ni a empujones entraba en aquella familia.

      Comenzaron a salir juntos en los paseos de domingo, formaban un trío perfecto, que a veces era  acompañado por  una prima segunda que también vivía en casa de ellos temporalmente por causa de estudios..
      Ilse, siempre cogida del brazo de Manuel y Reinhad del de su prima.    Dos parejas ficticias para encubrir su idilio.

      Manuel, una vez acabada la guerra civil en España, propuso en la imprenta la publicación de un cuadernillo de versos de Lorca.      En Francia había mucho republicano exiliado y podrían tener buenísima venta incluso traducido al francés.      Conocía bien la obra de aquel autor y no le quitaría profundidad a la esencia lorquiana. 
        Todo iba sobre ruedas, los profesores de literatura de los colegios, aceptaron el comprar la primera tirada de cien ejemplares para sus clases.

     No tardo en comenzar la segunda guerra mundial y con ella, la ocupación de aquel lugar por las tropas alemanas.
  El sueño se vio truncado, la imprenta pasó a ser un lugar donde se imprimían pasquines propagandísticos de ejército nazi.
               En las navidades de 1940, Reinhad, es reclutado como miembro de la Gestapo, dado el conocimiento de las gentes de Metz y sus alrededores.   
El padre se sentía orgulloso de su hijo y organizó una boda doble, pensando en asentar las bases familiares.
     Las cosas estaban perfectamente organizadas entre los padres y  con la complicidad de las dos muchachas.   Solo faltaba darles  la noticia a ellos, que por su puesto estarían encantados.
            Manuel declinó tal ofrecimiento, lo que hizo que la madre, al ver frustradas sus expectativas lo denunciase a la S/S  como espía español con afinidad al comunismo.
      A los dos días, a media tarde, acudieron a su domicilio para detenerlo.
    Al salir de su casa en un viaje sin regreso, pudo observar a Reinhad apostado en una esquina sin mover ni un dedo por impedir su detención.     El amor que le profesaba era demasiado grande y culpó a la cobardía de aquel acto.

         Tras pasar la noche en los calabozos, un amanecer de finales de enero, le corta el aliento con su gélida brisa.
        El andén de la estación, está cubierto de nieve.
  Una fila de hombres, van subiendo a los vagones de aquel tren.   
     Torturados hasta la extenuación, sin obtener resultados, servirán como mano de obra y finalmente, de combustible en los altos  hornos donde se fundía el metal para fabricar armamento.

   Manuel, descalzo y semidesnudo, hacinado como ganado sobre aquel suelo de madera, distrae su abatimiento con la  punta de un clavo oxidado, componiendo estrofas para su amado Reinhad.
    Tras varias jornadas de viaje ininterrumpido, de aquellos vagones tan solo un tercio de hombres bajan por su propio pie, el resto o han fallecido, o están a punto de hacerlo.
             
            Tras las alambradas, los perros, tras los perros, más alambradas y al fondo unos barracones.      En el centro de uno de ellos, los espera una palangana llena de chachos de pan duro, sobre los que se abalanzan como hambrientas hienas a la carroña.
    Para combatir el frio, se amontonan unos sobre otros en un rincón.   Intentan conciliar el sueño, como única forma de eludir la realidad.  Todo, todavía podía ser más horrible.
          Aquella noche un sonido que jamás olvidarían; 
      Los alaridos de aquellos, que no habían tenido la suerte de morir antes de ser arrojados a las calderas.

      Una sirena sonaba al romper el día.   Los portones que daban al patio central, se abrían de par en par.        Por la puerta trasera entraban los soldados con porras y vergajos que rastrallaban en las espaldas de aquellos que eran más lentos o menos  ágiles.
      Formados en línea, observaban como los hombres de los otros barracones, custodiados por perros, se dirigen a las fraguas.
    
        Frente a ellos un altivo oficial;

Oficial.-  ¡nackt!
Prisionero.- ¿Qué dice?
Manuel.- que nos desnudemos
Oficial.- ¡schenell!

                Con las manos tapando sus vergüenzas, fueron dirigidos a una nave, donde los esperaban unos soldados que les raparían el pelo de todo el cuerpo entre pellizcos, risas y burlas.
       A la salida los esperaba Irma, una mastodóntica mujer a la que temían hasta los perros, sentada junto a una mesa, donde debían poner el brazo extendido.
           En su muñeca, les tatuaría un número que sería su nueva identidad.
    Dos dóberman, sentados junto a un guardián, esperaban la orden de atacar  a algún insensato que se opusiese a ser marcado.     Ninguna boca se abrió.     Ni los corderos son tan dóciles cuando los llevan al degolladero.
            Otra vez formados y bien rociados con zotal se les dotaría de un pijama a rayas, única prenda de vestir que les debería aguantar hasta su muerte.

      Manuel aprendió rápido a educar sus manos, entre las paladas de carbón, se movían algunas ratas.      Había que cogerlas por la cabeza y arrancársela, desollarla tirando con fuera de la piel e ingerir lo máximo posible de su cuerpo antes de que el guardián se diera cuenta.

         Cada jornada al caer la noche, los soldados sacaban  de los barracones a aquellos que no eran suficientemente aptos para realizar su labor.      Tras sodomizarlos como diversión, con sus porras los apaleaban hasta la muerte y Luego los arrastraban a la parte trasera de las fraguas.
Por suerte eran buenos ejecutores y pocos de ellos, sentían las brasas consumiéndolos.

     Una vez a la semana llegaba un nuevo cargamento que reemplazaba las bajas surgidas.  No había forma de luchar por la vida, tan solo rogar por una muerte rápida.

       Aquella noche el cielo estaba nublado, un ruido poco habitual despertó a algunos de ellos.
     Unos vehículos, pararon junto al edificio principal. 
  De ellos bajaron unas señoritas luciendo sus encantos.
   A ellas se aproximó Irma, escogió a las dos más rellenitas para su uso y disfrute.     El resto fueron repartiéndose por las habitaciones de los oficiales.
 Antes del amanecer, marcharon de nuevo a otro destino donde saciar las apetencias de los premiados por el Reihc. 

       La llegada de unos vagones con carbón y víveres, era la mejor noticia que se podía recibir.  A más abundancia, más sobras, momento de esconder bajo los catres todo aquello que distraídamente se pudiese arañar de la basura.

   Pasadas unas noches de nuevo un ruido inusual, esta vez era un camión del que se bajaron tres soldados.
        Al momento sonó la sirena, se encendieron los focos del patio y se retiraron los hierros que cerraban las puertas de los barracones.    Todos a formar.
     A cada hombre situado el primero de la fila se le dio un cuaderno y un lápiz.      Entre el murmullo, desde el centro se dio la orden.
…---- Schreiben: Ehre des Deutschen Reiches, und die Zahl.
     El cuaderno y lápiz, fueron pasando de mano en mano, hasta llegar al final.     De nuevo otra vez a los barracones, excepto aquellos osados que se habían negado a obedecer la orden. Cuatro, a los que la agonía ya se les hacía larga y habían decidido terminar con su existencia.

      Pasada una hora, los soldados entrando barracón por barracón y nombrando los números seleccionados, (entre ellos estaba Manuel).       Un total de veinte hombres que fueron subidos y encadenados en la caja de aquel camión para ser trasportados a otro lugar incierto.  Sus ojos en la oscuridad, reflejaban alivio  y sus quijadas huesudas una sonrisa de conformidad.
Cualquier cosa se podía considerar un regalo, incluso su ejecución.







      

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