-------- Dónde
marchaste -----------
----- Capítulo 2º -----
Una
vez que comenzó a dominar el francés, Manuel, decidió alejarse de Toulouse para
emprender una nueva vida en la población de Metz al norte del país.
El responsable de archivos, a cuyo servicio
había trabajado esos años, le propuso que lo acompañase en un nuevo trabajo; Deberían, junto con los que allí
esperaban, inventariar y poner en marcha
el museo catedralicio, todo un reto, para lo que quería rodearse de los
mejores.
Se empezaban a oír rumores; La guerra en España estaba tocando a su
fin.
El gobierno Alemán
había sido un gran aliado de las tropas nacionales, por lo que pensó en
aprender el idioma y en el tiempo libre dedicarse a la traducción de las obras clásicas,
tanto españolas como alemanas. Una
iniciativa que podría resurgir con fuerza y así abarcar los dos mercados.
Los dueños de un pequeño taller de
impresión, acababan de afincarse en la localidad, vieron una oportunidad única para levantar un
negocio, donde las únicas publicaciones se limitaban a un periódico local.
La proximidad con la frontera, hacia que
muchas personas dominasen perfectamente los dos idiomas, pronto empezó a
asistir a clases de gramática.
Una familia de alta cuna alemana, daba
clases en su casa.
El
hijo, Reinhad, su profesor, era un joven apuesto de su misma edad.
Rubio y
de ojos claros, dulce voz y excelente sensibilidad.
No
tardaron en darse cuenta que los unía algo más que el gusto por la literatura.
Ese fue el comienzo de un amor imposible,
reflejado en poemas escritos en alemán. Un idioma que siendo tan rudo, era convertido en inusitada sensualidad en
cada una de las palabras de aquellos
versos. Sonetos que rezumaban vapores de almazara junto a los trigales verdes
plagados de amapolas.
Sus encuentros a escondidas en la penumbra
de la noche, intensificaban el deseo de dar el paso y mostrar su relación
personal abiertamente, pero la familia de Reinhad, jamás lo permitiría. Las taras debían ser escondidas, el
prestigio no podía verse enturbiado por un deseo carnal antinatural.
En caso de enterarse, se convertiría en un
proscrito y nunca más le volverían a mirar a la cara.
Ilse, (hermana de Reinhad) leía y releía aquellos
poemas escritos por Manuel, su aptitud siempre caballerosa hacia ella, le
hacían pensar en que era a quien iban dirigidos y su madre, empezaba a ver bien
aquella posible relación.
Al padre no es que le hiciera demasiada
gracia, pero puestos a elegir y valorando los personajes de su entorno, mejor
un españolito culto que un Alemán analfabeto.
Un franchute, ni a empujones entraba en
aquella familia.
Comenzaron a salir juntos en los paseos
de domingo, formaban un trío perfecto, que a veces era acompañado por una prima segunda que también vivía en casa de
ellos temporalmente por causa de estudios..
Ilse, siempre cogida del brazo de Manuel
y Reinhad del de su prima. Dos parejas ficticias para encubrir su
idilio.
Manuel, una vez acabada la guerra civil
en España, propuso en la imprenta la publicación de un cuadernillo de versos de
Lorca. En Francia había mucho
republicano exiliado y podrían tener buenísima venta incluso traducido al
francés. Conocía bien la obra de
aquel autor y no le quitaría profundidad a la esencia lorquiana.
Todo iba sobre ruedas, los profesores de
literatura de los colegios, aceptaron el comprar la primera tirada de cien
ejemplares para sus clases.
No tardo en comenzar la segunda guerra
mundial y con ella, la ocupación de aquel lugar por las tropas alemanas.
El sueño se vio truncado, la imprenta pasó a
ser un lugar donde se imprimían pasquines propagandísticos de ejército nazi.
En las navidades de 1940, Reinhad, es
reclutado como miembro de la Gestapo, dado el conocimiento de las gentes de Metz
y sus alrededores.
El padre se sentía orgulloso
de su hijo y organizó una boda doble, pensando en asentar las bases familiares.
Las cosas estaban perfectamente organizadas
entre los padres y con la complicidad de
las dos muchachas. Solo faltaba
darles la noticia a ellos, que por su
puesto estarían encantados.
Manuel declinó tal ofrecimiento, lo
que hizo que la madre, al ver frustradas sus expectativas lo denunciase a la
S/S como espía español con afinidad al
comunismo.
A los
dos días, a media tarde, acudieron a su domicilio para detenerlo.
Al salir de su casa en un viaje sin
regreso, pudo observar a Reinhad apostado en una esquina sin mover ni un dedo
por impedir su detención. El amor que
le profesaba era demasiado grande y culpó a la cobardía de aquel acto.
Tras pasar la noche en los calabozos, un
amanecer de finales de enero, le corta el aliento con su gélida brisa.
El andén de la estación, está cubierto de
nieve.
Una fila de hombres, van subiendo a los
vagones de aquel tren.
Torturados hasta la extenuación, sin
obtener resultados, servirán como mano de obra y finalmente, de combustible en los
altos hornos donde se fundía el metal
para fabricar armamento.
Manuel, descalzo y semidesnudo, hacinado
como ganado sobre aquel suelo de madera, distrae su abatimiento con la punta de un clavo oxidado, componiendo
estrofas para su amado Reinhad.
Tras
varias jornadas de viaje ininterrumpido, de aquellos vagones tan solo un tercio
de hombres bajan por su propio pie, el resto o han fallecido, o están a punto de
hacerlo.
Tras las alambradas, los perros, tras los
perros, más alambradas y al fondo unos barracones. En
el centro de uno de ellos, los espera una palangana llena de chachos de pan
duro, sobre los que se abalanzan como hambrientas hienas a la carroña.
Para combatir el frio, se amontonan unos
sobre otros en un rincón. Intentan
conciliar el sueño, como única forma de eludir la realidad. Todo, todavía podía ser más horrible.
Aquella noche un sonido que jamás
olvidarían;
Los alaridos de aquellos, que no habían tenido
la suerte de morir antes de ser arrojados a las calderas.
Una sirena sonaba al romper el día. Los portones que daban al patio central, se
abrían de par en par. Por la puerta trasera entraban los soldados
con porras y vergajos que rastrallaban en las espaldas de aquellos que eran más
lentos o menos ágiles.
Formados en línea, observaban como los
hombres de los otros barracones, custodiados por perros, se dirigen a las
fraguas.
Frente a ellos un altivo oficial;
Oficial.- ¡nackt!
Prisionero.- ¿Qué dice?
Manuel.- que nos desnudemos
Oficial.- ¡schenell!
Con las manos tapando sus vergüenzas, fueron
dirigidos a una nave, donde los esperaban unos soldados que les raparían el
pelo de todo el cuerpo entre pellizcos, risas y burlas.
A la salida los esperaba Irma, una
mastodóntica mujer a la que temían hasta los perros, sentada junto a una mesa,
donde debían poner el brazo extendido.
En su muñeca, les tatuaría un número que
sería su nueva identidad.
Dos dóberman, sentados junto a un guardián,
esperaban la orden de atacar a algún
insensato que se opusiese a ser marcado.
Ninguna boca se abrió. Ni los
corderos son tan dóciles cuando los llevan al degolladero.
Otra vez formados y bien rociados con zotal
se les dotaría de un pijama a rayas, única prenda de vestir que les debería
aguantar hasta su muerte.
Manuel aprendió rápido a educar sus
manos, entre las paladas de carbón, se movían algunas ratas. Había que cogerlas por la cabeza y
arrancársela, desollarla tirando con fuera de la piel e ingerir lo máximo
posible de su cuerpo antes de que el guardián se diera cuenta.
Cada jornada al caer la noche, los soldados sacaban de los barracones a aquellos que no eran
suficientemente aptos para realizar su labor. Tras sodomizarlos como diversión, con sus
porras los apaleaban hasta la muerte y Luego los arrastraban a la parte trasera
de las fraguas.
Por suerte eran
buenos ejecutores y pocos de ellos, sentían las brasas consumiéndolos.
Una vez a la semana llegaba un nuevo
cargamento que reemplazaba las bajas surgidas.
No había forma de luchar por la vida, tan solo rogar por una muerte
rápida.
Aquella noche el cielo estaba nublado,
un ruido poco habitual despertó a algunos de ellos.
Unos vehículos, pararon junto al edificio
principal.
De
ellos bajaron unas señoritas luciendo sus encantos.
A
ellas se aproximó Irma, escogió a las dos más rellenitas para su uso y
disfrute. El resto fueron repartiéndose por las
habitaciones de los oficiales.
Antes del amanecer, marcharon de nuevo a otro
destino donde saciar las apetencias de los premiados por el Reihc.
La llegada de unos vagones con carbón y
víveres, era la mejor noticia que se podía recibir. A más abundancia, más sobras, momento de
esconder bajo los catres todo aquello que distraídamente se pudiese arañar de
la basura.
Pasadas unas noches de nuevo un ruido
inusual, esta vez era un camión del que se bajaron tres soldados.
Al momento sonó la sirena, se encendieron los
focos del patio y se retiraron los hierros que cerraban las puertas de los
barracones. Todos a formar.
A
cada hombre situado el primero de la fila se le dio un cuaderno y un
lápiz. Entre
el murmullo, desde el centro se dio la orden.
…---- Schreiben: Ehre des Deutschen Reiches, und die Zahl.
El cuaderno y lápiz, fueron
pasando de mano en mano, hasta llegar al final. De nuevo otra vez a los barracones, excepto
aquellos osados que se habían negado a obedecer la orden. Cuatro, a los que la agonía
ya se les hacía larga y habían decidido terminar con su existencia.
Pasada una hora, los soldados entrando
barracón por barracón y nombrando los números seleccionados, (entre ellos
estaba Manuel). Un total de veinte
hombres que fueron subidos y encadenados en la caja de aquel camión para ser
trasportados a otro lugar incierto. Sus
ojos en la oscuridad, reflejaban alivio y sus quijadas huesudas una sonrisa de
conformidad.
Cualquier cosa se podía
considerar un regalo, incluso su ejecución.
¡Qué triste Diosss!
ResponderEliminarno sé que decir.. me ha conmovido muchísimo. mucho dolor...
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