"Ver con los ojos cerrados" 12
Terminaron de comer y los chicos salieron
aprisa hacia la biblioteca como cada tarde
Manuel.- ¿te molesta si me voy al comedor antes de que se
vayan?
Verónica.- tira, que te está comiendo la impaciencia de
contárselo
--Ella,
se pensaba quedar recogiendo antes de irse a jugar la partida, pero se lo pensó
mejor. De todas formas, nadie le ponía
tiempo para hacer las cosas-
Verónica.- espera, que me cambio rápido y vamos juntos
Manuel.- yo creo que aún llegamos antes de que marchen, seguro
estarán todavía recogiendo.
Fueron caminando rápido, los dos estaban
ilusionados esperando ver la cara de aquellos que recibirían la buena nueva.
Las grandes puertas aún permanecían
abiertas; entraron derechos a la cocina y al verlos, a todos se les iluminó la
cara.
Tomás.- a buenas horas llegas, ahora que ya está todo
recogido
Nerea.- pero que haces aquí, que hoy no es sábado
Roberto.- vienen a contarnos una cosa, terminamos rápido y
nos sentamos para que nos lo cuenten ¿os parece?
Gervasio.- a mí, solo
me quedan que colocar unas cajas para mañana
Manuel.- vamos que te ayudo
Antonio.- pero con cuidado, no se rompa ninguno
--poco a poco fueron terminando y sentándose
en la larga mesa para oír lo que les tenían que contar—
Una vez todos reunidos, Manuel comenzó a
repetir el discurso dado a sus hijos durante la comida. Igual que ellos, todos estaban atentos a
cada una de sus palabras y asentían con la cabeza en cada parada entre frase y
frase.
Roberto.- Que os parece que Manuel venga unos días más a
ayudar
Gervasio.- a mi me va a ve, ve, venir de perlas, los sacos
cada día me pesan más
Carolina.- claro, a mí no me pesan
Paco.- pero si tú vas motorizada
Roberto.- bueno, ayudará donde tenga que ayudar, como todos
Verónica.- y tú qué
piensas, que te veo muy pensativo (mirando a Tomás, que era raro que permaneciera
tan callado)
Tomás.- pues no sé, como solo viene de vez en cuando,
pues que siga haciendo lo mismo de siempre, ayudando unos ratos y estorbando
otros; así no se puede
Manuel.- ¡ah! que yo estorbo
Nerea.- no es que estorbes, es que muchas veces estás en
medio
Roberto.- que paciencia hay que tener con esta gente
Verónica.- pues cuando esté en medio, le decís que se quite
y ya está
Julia.- pues a mí no me estorba
Carolina.- porque tú apenas te mueves del sitio
Roberto.- ¡vale ya! Que vosotros lleváis aquí ya mucho
tiempo, os acordáis de cuando empezamos;
Paco dejaba las muletas en cualquier sitio y hubo que pintar las líneas
del suelo, porque estas con las sillas eran un peligro
Antonio.- estás siguen siendo un peligro
Nerea.- y tú sigues sin aprender a tocar la flauta
Julia.- no le hagas caso Antonio, ella sí que no sabe ni
silbar
Paco.- como levante yo la muleta, vais a dejar de decir
tonterías
Roberto.- bien dicho, así, imponiendo autoridad
Tomás.- y esto ¿se va a alargar mucho?
Gervasio.- pe, pe, pero ya tienes hambre
Tomás.- ¡leche! habrá que ir a merendar, o tú no
meriendas
Verónica.- si llamáis por teléfono y os dan permiso vuestros
padres, y claro si a Roberto le parece bien, porque luego os tendrá que llevar
uno a uno a vuestra casa, esta tarde os invito a todos a chocolate con churros
Tomás.- tranquila, que a mí, mi madre sí me deja
Manuel.- mira que eres zampón
Roberto.- pues venga, todos a llamar a casa a ver qué os
dicen
Cerraron las puertas y acera adelante,
cogidos de la mano de dos en dos, cogieron el camino a una churrería
cercana; allí juntaron varias mesas y
las rodearon con sillas, mientras el camarero hacía una gran jarra de chocolate
que diese para todos y sobrase por si a alguno le apetecía repetir.
Tras llenar las tazas, puso en el centro
de cada mesa un plato con porras, para que todos llegasen a coger las que les
apeteciese
Tomás.- como me voy a poner, hacía un siglo que no comía
porras
Antonio.- a cuantas tocamos cada uno
Roberto.- cada uno cogemos dos
Julia.- yo solo comeré una, que luego el aceite me da
ardor y más con el chocolate
Tomás.- pues la que no quiere Julia, para mí
Verónica.- a ver si te van a hacer daño
Gervasio.- este tiene el estomago a prueba de bombas, no ves
lo lustroso que está
Tomás.- pues tú estarás “esmirriao” pero también le das bien
de trabajar a la dentadura, no para el tío
Manuel.- porque es muy alto y tarda mucho en llegarle la
comida a los pies
Verónica.- y qué están ¿siempre así?
Roberto.- si no están discutiendo, no están a gusto
Verónica.- pues como los nuestros, sabemos que están
llegando por las voces en la escalera
Paco.- nada que ver, a veces son insoportables
Julia.- qué tenéis ¿dos hijos?
Manuel.- sí, un hijo que se llama Samuel y una hija que se
llama Lourdes
Carolina.- ¿y son pequeños?
Verónica.- ¿pequeños?…
diecinueve y diecisiete
Nerea.- que bien así irán juntos a todos lados
Gervasio.- y ¿cuando los vamos a conocer?
Verónica.- eso mismo dicen ellos, pero esa decisión la tiene
que tomar este que tengo aquí al lado
Manuel.- Tomás ¿tú no hablas?
Roberto.- tiene la boca ocupada.
Tomás.- oye, estas porras llenan
Verónica.- pero cuantas llevas
Tomás.- no sé, creo que con esta cinco
Camarero.- ¿a alguno le apetece repetir de chocolate?
---
Todos negaron con la cabeza ---
Camarero.- usted, que parece que tiene buen saque
Tomás.- no puedo más
Paco.- que bestia y luego en casa cenará, vamos, por no
hacerle un desprecio a su madre
Tomás.- pues no sé yo si cenaré hoy
Roberto.- seguro que aunque haya que hacer un esfuerzo… No
te vas a acostar sin cenar, que luego tienes pesadillas
Tomás.- tranquilos que aquí nos conocemos todos y seguro
que no soy el único que algo “marrusca” antes de ir a la cama
Roberto.- poniéndose las cazadoras y arreando para casa que
ya va siendo hora
--otra tarde inolvidable, rodeada de gestos de
amistad y palabras sinceras. Una familia
a la que no le hacían falta lazos de sangre para sentirse hermanos, unidos por
sus deficiencias y las ganas de vivir. Distintos, para todos aquellos que nunca se
preocuparon de conocerlos; corazones
limpios de polvo y paja que iluminaban la oscuridad de aquellos que nunca
aprendieron a ver con los ojos cerrados.