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martes, 7 de mayo de 2013

Estela


       He decidido titular a esta historia: Estela.- Reflexión que va dejando un punto de luz incandescente que se desplaza a gran velocidad por un fondo enlutado hasta que se extingue su luminosidad. (Descripción de cosecha propia)

         El día 1 de Mayo, publicaba una carta (estimada amiga.2), en la que hacía referencia, a lo publicado el 25 de Abril (depresión 3/6) así como a lo que quería expresar en el cuento que publiqué para mis hijas el 28 del mismo mes.
       En mi interior quedaba una tristeza, sobre todo por la frase: No puedo reprocharle nada a la nada, de ahí el (estimada amiga.3) Tampoco le haría ningún reproche, pero me gustaría tener la certeza, que la nada era algo.
        Como ya he mencionado en otras ocasiones, me gusta darle vueltas a las sugerencias, aunque estas sean viables sin tener que razonarlas.
         El día 4, por la tarde estuve haciendo a ratitos un boceto, para el día de la madre, le quería dar un enfoque distinto al habitual, después, Mandilacrán, (mi hermano) me llamó por Skipe, y estuvimos hablando un buen rato, entre otros salió el tema de los momentos que estás despierto en la cama, o bien soñando y de repente se te viene a la cabeza una frase perfecta; aunque te levantes, cuando encuentras un papel y un lápiz, la frase ya no es la misma por culpa de una palabra olvidada, que era lo que la hacía especial.
       Me propuso la posibilidad de poner unos papeles encima de la mesita de noche, y nos estuvimos riendo, porque al día siguiente nuestras respectivas, los habrían tirado a la basura; solución: me compraría una libreta mona y en su muelle metería un bolígrafo, así podría incluso quedar bonita al lado de mi almohada.
       A la hora de cerrar el kiosco, ya era día 5, rectifiqué varias palabras, di forma al boceto y publiqué antes de irme (Esposas y Madres).
        En el coche iba pensando en cómo hacer lo de la libreta, la idea estaba bien, pero aparte debería comprar otra para tenerla a mano cuando esté en el coche, pero claro me tocaría parar en el arcén, encender la luz interior, cambiarme de gafas,(ponerme las de ver de cerca) en fin, que no, era demasiado riesgo.
         El último semáforo que hay, antes de acceder a la carretera, estaba en rojo, allí parado, tranquilo, escuchando la radio, por casualidad, estaban hablando justamente de esto; era una persona, que impartía cursos, relacionados con los sueños lucidos.
          Allí parado, en aquel preciso momento, pude sentir por un instante, la emoción que experimentó aquel chiquillo en lo alto de la montaña, tumbado bajo el árbol. Frente a mí, un universo oscuro, en el que mis ojos no podían adivinar ni un granito de luz, a causa de los deslumbrantes led rojos situados a la altura del parabrisas; de pronto, cruzando de izquierda a derecha todo el firmamento, una gran antorcha circular, grandiosa, su estela parecía querer no tener fin, era enorme, el espectáculo era tan sublime como efímero en el tiempo; en un acto reflejo, me santigüé y pedí un pequeño deseo.
         Al momento, proseguí mi camino, seguí escuchando la radio, era un tema que me interesaba, la posibilidad de poder recordar tras un rato despierto, un sueño con el suficiente detalle como para poder pasarlo a papel.
       Mientras estaba aparcando ya en casa, el locutor informaba, de una breve pausa, después de la ronda de noticias de las tres, hablarían de los riesgos que pueden presentarse al realizar estas experiencias sin la supervisión de un especialista en la materia, luego las señales horarias lo silenciaban.
        Como he dicho anteriormente, me interesaba el tema; me llevé la cena a la mesa del ordenador, con la intención de seguir el programa por internet y allí con los cascos puestos, cené con toda tranquilidad. Al final no dijeron nada interesante, simplemente anunciar los cursos que daban, para quien quisiese asistir a ellos.
        Me subí a la cama, estaba cansado, me tumbé boca arriba, crucé las manos sobre mi pecho y me puse a divagar sobre el porqué de aquella estrella fugaz en mi mente, con la finalidad de quedarme plácidamente dormido.
       Pensé: tal vez sea una señal diciéndome, estoy aquí, soy real, acuérdate de mí un día de estos e invítame a bailar ese bolero, intentaré que sientas el calor de mi mejilla.
       Sin darme cuenta, sin pretenderlo como otras muchas veces, me encontraba inmerso en un estado denominado: parálisis del sueño.
        Primero pensé, ahora me levanto y me doy una vuelta, pero me dio miedo, (por causas que no me voy a poner a explicar ahora), así que me dediqué un rato a hacer algo que tanto me gustaba cuando dormía en la habitación de al lado de la cocina en casa de mis padres, sacar un brazo a través de la manta e ir sintiendo el frio, así una y otra vez; abrir y cerrar los ojos, para ver el pilotito verde, que indica que está encendido el interfono, junto al rojo standby del televisor.
        Era hora de dormir, hice fuerza para despertarme, a la mente me vino aquella vez que de tanto me sirvió, hace ya tanto tiempo, allá por 1982, lo que me hizo santiguarme de nuevo, (esta vez con toda intención) y seguidamente me quedé dormido como un niño.
 Sssssssss. Hasta mañana.

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