Como cada día, ayudó a recoger los puestos,
agradeció la propinilla y marchó a casa,
donde Paulina ya estaba empezando a ponerse nerviosa.
Fidel.- mira que medio costillar
me ha dado Narciso por recoger
Paulina.- déjate de costillares y
cuenta, cuenta
Fidel.- que mañana empiezo y así
que ahora deberé aprovechar el tiempo para descansar bien, pero en cuanto coja
el sobre con el primer sueldo, intentaré dejar de ir al mercado
Paulina.- sí, si no, no vas a
aguantar, y si caes malo tú…
Fidel.- esta noche tengo que
pasar un momento por la timba pero vamos, ir y volver
Paulina.- eso, eso es lo primero
que tienes que dejar
Fidel.- sí, solo voy porque quedé
allí con don Fernando, no sé qué querrá
Paulina.- pero ni se te ocurra
sentarte
Fidel.- que no mujer, si además ha
sido él quien me ha dicho que no me quiere ver más por allí.
Paulina.- de estos ricos, me fio yo
menos que de un nublao, ahora él, es el jefe y tú el obrero y el aceite con el
agua, nunca deben mezclarse.
Fidel.- ay mujer que desconfiada
eres
Paulina.- para eso tú, que eres más
tonto que el asa de un cubo
Fidel.- anda, vamos a comer que
se me pasa el estómago
Paulina.- este costillar tiene
menos carne en los huesos que la pata de un gorrión
Fidel.- a caballo regalao
Paulina.- tengo unas ganas de que
el trabajo y la comida sean pagados como
dios manda
Fidel.- ya lo sé, y yo y yo
Esa
tarde, la pasaron en la cama acostados, con su pequeño en medio de los
dos. Esa personita tan indefensa como
hermosa, su bella sonrisa y sus grandes ojos expresaban infinita felicidad.
Ya caída la noche, Fidel se dirigió tranquilamente
a encontrarse con don Fernando. Este lo
estaba esperando en la barra de aquel antro. No quería interrumpir la partida para hablar con
Fidel.
Fidel.- buenas noches
D. Fernando.- vamos a ese rincón. .- pon
dos copas y apuntalas en mi cuenta
Fidel.- usted dirá
D. Fernando.- toma, estas mil quinientas
pesetas, son por las veces que te has dejado ganar en la mesa, ahora tomate este
coñac y a casa que seguro que te está
esperando tu familia
Fidel.- ¡pero don Fernando!
D. Fernando.- y mañana vas por el
mercado y les dices que ya no vuelves, me he estado informando y eso de
mendigar por los puestos se ha acabado
Fidel.- ellos me dan lo que pueden
D. Fernando.- si a mí me parece bien,
pero cargar tableros es duro y o estamos o no estamos, tú decides
Fidel.- sí, sí, estamos
D. Fernando.- pues venga para casa que
mañana te espera un duro día de trabajo
Fidel.- hasta otro día
El resto.- ¿pero te vas?-¿no vas a
echar unas manos?-¿andas sin dinero?
D. Fernando.- hoy sí que tiene dinero,
pero es para comer y eso es sagrado
Cuando salió, allí en el fondo de aquel
callejón, pudo ver una sombra con un aspecto conocido. El brillo del reloj en
su muñeca, delataba su identidad. Su mano izquierda apretó en el bolsillo con
fuerza aquellas mil quinientas pesetas. Se
agachó hasta el suelo, con su mano derecha cogió un adoquín que andaba suelto
de la calzada. Si se acercaba, no dudaría
en abrirle la cabeza con él.
Con
paso ágil, sin perder de vista su espalda en cada esquina, fue callejeando
hasta llegar a casa. En su vida había
pasado más miedo. Antes de abrir la
puerta se cercioró de que nadie lo había seguido, entró en casa, cerró la
puerta con cerrojo y entonces el corazón por fin de nuevo empezó a latir. Paulina y el chaval, estaban plácidamente
dormidos. Él se acostó con mucho cuidado de no despertarlos e intentó conciliar
el sueño. Pero…
¿quién sería aquel hombre?
Antes de que sonase el despertador a las
cuatro y media, él, ya estaba vestido, sentado frente a esa taza de humeante
achicoria. Colocó sobre la mesa, los dos billetes azules y los cinco marrones
en forma de abanico, para que los viese Paulina al despertar.
Fue
a descargar cajas por última vez y a despedirse de todos. Sabía que los echaría
de menos, que dentro de lo malo, también había pasado buenos momentos, por lo
que no pudo reprimir su emoción en el instante de la despedida.
El
despertar del alba, lo acompañó carretera adelante dirección a la fábrica.
Allí, en la puerta, separado por una verja de aquellos fieros perros que
guardaban su contorno, esperó a que llegasen sus nuevos compañeros.
Llegó Fermín con su Guzzi.
Fermín.- ya veo que has madrugado
Fidel
Fidel.- solo llevo aquí un rato
Fermín.- mañana estate a las siete
y cuarto en Cánovas, de allí sale el autobús de la empresa, o si ves que te
viene mejor, a las ocho menos veinte en la gasolinera. Espera, que ato a los perros y pasamos
A las ocho menos cinco, llegaba aquel
desguace de chapa acristalado con el resto de trabajadores.
Fermín.- Claudio, ven
Claudio.- ¿tú eres Fidel? Vente con migo
Con él fue, hasta la parte
trasera de una maquina.
Claudio.- tablón que salga por
aquí, lo llevas a esa otra cinta, y no te duermas que se amontonan
La sierra arrancó
produciendo un ruido inaguantable
Claudio.- ¡HAS ENTENDIDO!
Fidel.- SÍ
Claudio.- Y suénate la nariz cada poco o el serrín no te dejara
respirar
Después de cuatro horas, el sudor y el
polvillo, formaban un amasijo en su cara y brazos, entonces sonó una sirena y
las maquinas dejaron de funcionar.
Todos salieron al patio
trasero con sus horteras (algo que él no tenía previsto)
Claudio.- y tú, qué ¿no comes?
Fidel.- yo no sabía
Claudio.- anda ven con migo
(Lo llevó junto a un pozo y sacó una errada
de agua)
Claudio.- lávate un poco y haz bien
de gárgaras
Fidel.- gracias
Claudio.- si no mantienes la boca
cerrada mañana no podrás ni hablar.
Cuando termines bienes, que entre todos, algo habrá para que almuerces.
Don Fernando observaba desde
la ventana.
D. Fernando.- bueno parece ser que ha
hecho buenas migas el primer día
Fermín.- sí, se le ve con ganas de
trabajar
D. Fernando.- intenta que no le gasten
muchas bromas, ya no es un chiquillo
Fermín.- ya sabe usted que depende
de cómo se las tome, contra peor le sienten, más bromas tendrá soportar
De nuevo la sirena y otra
vez las maquinas en funcionamiento.
Otras cuatro horas de trabajo y a las seis y
media por fin se acababa la jornada. Todos fueron directos al pozo a asearse.
Paco.- oye majo, ¿Qué tal el
primer día?
Fidel.- bien, cansado
Paco.- pos no te queda ná
Fidel.- bueno
Paco.- lo peor es el camino de
vuelta, como no has sacado billete esta mañana
En ese momento se le cayó el alma al suelo.
Claudio.- coño Paco, que aunque sea
el primer día, ya es un hombre con barba
Paco.- a ver Fidel, que yo lo
decía por gastarte una broma
Fidel.- no, si no pasa nada
Claudio.- ahora en serio. Mañana te
traes una buena hortera, una gorra para la cabeza y un cacho trapo con que
limpiarte la frente, o con el sudor se te van a poner los ojos como botas
Fidel.- muchas gracias
Carretería,.. Cuenca (España)
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