Cuando el sol caía de plano, tres de la
tarde y en las calles, ni un perro andaba. Su
mano, llamó a la puerta.
Paulina.- ¿Quién es?
Anónimo.- ¿puede abrir un momento?
Paulina.- voy
Anónimo.- ¿está su marido?
Paulina.- no, ¿qué quería?
Anónimo.- dígale que he venido a
verlo y espero que me devuelva las cinco mil pesetas que me debe
Paulina.- ¿le debe?- ¿de qué?
Anónimo.- dígaselo o nos volveremos
a ver
Paulina.- ¿pero quién es usted?
Anónimo.- un compañero de cartas
Se dio la vuelta y se marchó. Paulina quedó
encendida, daba vueltas por la cocina, se sentaba, se volvía a levantar, otra
vuelta, lloraba de impotencia, de rabia dejaba de llorar. Cuando llegó Fidel, tenía la mano en carne
viva de tanto morderse para aplacar los nervios.
Paulina.- ¿has vuelto a jugar?
Fidel.- ¿qué dices?
Paulina.- ¿quien en ese señor?
Fidel.- ¿Qué señor?
Paulina.- al que debes cinco mil
pesetas
Fidel.- tú estás loca, yo no le
debo dinero a nadie
(Enfurecida le explico lo
que había pasado)
Fidel.- por lo que dices, solo
puede ser el señor de aquella última partida
Paulina.- ves, te lo dije, ¿pero
para que te metes? Es que lo sabía
Fidel.- tranquila que no va a
pasar nada
Paulina.- claro, para ti nunca pasa
nada
Fidel.- tranquila, aún no sabemos si es él
Paulina.- o sea, que hay más gente
a la que le debes dinero
Fidel.- que yo no debo dinero a
nadie
Paulina.- me tienes harta, ya no me
creo nada
Fidel.- bueno, ya pensaré algo
Paulina.- ya, ¿y si vuelve?
Fidel.- si me está buscando, me
va a encontrar
Paulina.- ¿Dónde vas?
Fidel.- a dejarme ver por ciertos
sitios
Paulina.- ven aquí, vuelve, que
vengas
Paulina
no pudo retenerlo con sus voces, puso un cazo de agua en el fuego y la dejó
hervir. Si aparecía por allí esa noche,
saldría escaldado.
Fidel, después de dar muchas
vueltas por los antros del vicio del juego, se fue hasta el único sitio donde
podría estar si lo estaba buscando.
Se apoyo en la esquina de aquel callejón y
espero a que la sombra anónima apareciese. Al momento llegó don Fernando y no tuvo más
remedio que contarle lo sucedido.
D. Fernando.- no te preocupes, si llega,
no digas nada, que entre y que arregle cuentas conmigo
Fidel.- pero don Fernando
D. Fernando.- yo confío en ti y tú
confía en mí
Pasada media hora…
Fidel.- por fin llegas, que
valiente, ir amenazar a una mujer
Anónimo.- vengo a reclamar mi deuda
Fidel.- entra, que te está
esperando un señor para darte el dinero
Anónimo.- espero que esto no sea una
encerrona
Fidel.- aquí no somos tan cobardes
Anónimo.- más te vale
Fidel.- una advertencia antes de
entrar, si vuelves a pisar por el barrio de San Antón, te mato
Con
la mano derecha, en la que lucía un gran sello dorado, sacó una navaja del
bolsillo y se la puso en el cuello.
Anónimo.- ¿eso es una amenaza? Qué
risa
Fidel.- yo que tú no malgastaría
esta oportunidad, piénsalo bien, porque eso es una promesa
Anónimo.- entremos y saldemos la
deuda
Según entraron, todos se
pusieron en pie y se retiraron de la mesa, poniéndose con la espalda pegada a
la pared.
D. Fernando.- buenas noches, ¿Qué
quieres?
Anónimo.- el dinero que les gané en
la partida
D. Fernando.- ¿y cuanto crees que es?
Anónimo.- cinco mil pesetas
D. Fernando.- mucho me parece
Entonces,
sacó de su cartera diez billetes azules y los puso sobre la mesa. Según
iba a cogerlos.
D. Fernando.- alto ahí. El dinero pertenece
a la mesa, aún no tiene dueño, siéntense los dos, tomen la mitad cada uno y
empiecen a jugar. En media hora de reloj
al que más pueda. ¿Estamos de
acuerdo?
Fidel.- pero don Fernando
Anónimo.- ¿se hizo caca el criado
del señor?
D. Fernando.- aquí no se hizo caca
nadie, ¿estamos de acuerdo?
Anónimo.- por mi encantado, será un
placer
Los dos se sentaron frente a frente, un
tercero repartía los naipes de los descartes y ellos sin levantarlas
apostaban. Al final de cada mano solo
una carta levantaban para mostrar quien había ganado.
Trascurridos veinte minutos, en una mano
larga y extraña, donde uno a otro se iba pisando la apuesta, todo estaba
apilado en el centro de la mesa. Fidel,
consiguió dejarlo sin nada.
Anónimo.- una mano más, me juego el
reloj, todo o nada
D. Fernando.- eso no era lo convenido y
aquí, somos caballeros de palabra
Anónimo.- llevo dinero, echemos una
partida normal para pasar el rato
D. Fernando.- lo siento, pero usted no
es bienvenido en este sitio. Si vuelve a pasar por aquí, no cuente con salir
por su pie
Anónimo.- es la segunda vez que se
me amenaza esta noche
D. Fernando.- eso quiere decir que hablamos
en serio
Según salía por aquella puerta estiró su
mano hacia Fidel.
Anónimo.- ¿cuenta saldada?
Fidel no fue capaz de negarle
la mano.
Fidel.- cuenta saldada
La puerta se cerró con un
portazo de rabia.
D. Fernando.- una ronda para todos, a
esta invito yo
Fidel.- ¿y si llego a perder?
D. Fernando.- mi dinero en el juego,
está más seguro en tus manos que en las mías, hoy he ganado, mañana…
Fidel.- pero no ha ganado nada
D. Fernando.- pues sí, ya ves, me que
quedado más satisfecho que un cerdo recién comido
Fidel.- bueno señores, me voy que
mañana tengo que trabajar y mi mujer estará intranquila.
Don Fernando lo acompañó
hasta el callejón, al despedirse de él, metió la mano en el bolsillo de su
chaqueta.
D. Fernando.- toma, está cargado, si te
sale al paso, no lo dudes.
Mañana sin que nadie se dé
cuenta subes a mi oficina y me lo devuelves, yo iré acompañado a casa, a mí o me hará falta.
Fidel a toda prisa, corrió a su casa. Por el camino no hacía otra cosa que pensar en
Paulina y en su hijo. En su
mano, agarrado con fuerza, aquel cachorrillo de dos postas dispuesto a ser
usado.
Fidel.- Paulina, hijo,
Paulina.- ya es hora, ¿qué ha
pasado?
Fidel.- nada ya está solucionado,
vamos a la cama
Allí, le contó con pelos y
señales todo lo sucedido, no podían dormir de los nervios. Era una situación incómoda, pero bueno ya
estaba todo arreglado. Sin saber cómo, al día siguiente en el
barrio se sabía lo sucedido, todos estaban pendientes de quien merodease por
los alrededores. A cabo de de una semana
según vino, debió marchar de la ciudad, pues no se le volvió a ver por ninguna
mesa de juego.
Pasado el tiempo, un anochecer de viernes,
Fidel andaba ronroneando calle arriba y calle abajo. Tenía
que hablar con paulina pero no sabía cómo.
Ella lo veía, sentada en la puerta al fresco se reía con disimulo, lo
conocía demasiado bien, estaba esperando a que le preguntase, pero ella se
hacía la tonta y no pensaba abrir el pico.
Paulina.- bueno, entro hacer la cena
(Él entró y se sentó junto
a la mesa)
Fidel.- cagüen…
….- puf, esto es la leche
…- el caso es que…
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