Paulina, se puso a
canturrear junto al fogón
Fidel.- ¿Qué estás friendo?
Paulina.- mi jaca, galopa y corta… (Seguía con sus canturreos)
Fidel.- pues, que tengo que hablar
contigo
Paulina.- la quiero, lo mismito… (A
lo suyo)
Fidel.- ¿me has oído?
Paulina.- ¿decías algo? Estaba yo
pensando que el próximo día que compre tocino, le voy a decir que tenga menos
beta, para fritido queda muy seco
Fidel.- mira resulta
Paulina.- aunque tampoco queda tan
mal
Fidel.- ¿pero me estás oyendo?
Paulina.- oye, oye, tranquilito,
que nada más llegar, ya venías resoplando. Si no quieres cenar, pues no cenes
Fidel.- me estás poniendo…
Paulina.- perodo, ¿que yo te estoy
poniendo? Eso tú, que andas con el baile san vito desde que has llegado. A mí
no me artes ¡eh!
(Ya había sacado el genio, a
ver como hablaba ahora con ella).
El se levantó y empezó a poner
la mesa.
Fidel.- mira paulina, ¿te acuerdas
de estos muñecajos en forma de oso?
Paulina.- sí, mú bonicos
Fidel.- pero si ni los has mirado
Paulina.- hago la cena o miro los
muñecos
Fidel.- bueno, ya está bien, que
mañana por la noche voy a un sitio con don Fernando
Paulina.- vale
Fidel.- te explico
(Ella sacó los torreznos de
la sartén y los tiró a la basura)
Paulina.- me voy a dar una vuelta
con el crio por el barrio, aquí hace mucho calor
Fidel.- ya colgó el morro, ¿me
dejas que te explique?
Paulina.- esta todo explicado,
claro don Fernando es lo primero ¿Cuándo me lo pensabas decir?- ¿el domingo por
la mañana?
Fidel.- pero si me he enterado
esta tarde
Paulina.- mira, que sí, que me voy
a dar una vuelta
Fidel.- a tomar por saco, mira
que no se puede hablar con ella, es modorra, modorra, modorra
… Don Fernando, había preparado una partida en
su casa con unos amigos, él se sacaría unas pesetillas que no le vendrían mal,
a cambio, tan solo de vez en cuando, debía de hacerle una seña para indicarle
si llevaba jugada para ganar o no. De
las partidas jugadas, había aprendido que cuando una mano es floja, aunque se
lleven cartas es mejor perder para dar cuartelillo.
Cuando paulina volvió, él ya estaba
acostado. Había limpiado los
torreznos y puestos en un plato, pero el
estomago lo tenía cerrado, por la mala leche.
Paulina.- a ver si dejamos de
roncar, que voy a acostar al niño.
Fidel.- no estoy dormido y sí, pienso
ir a la partida, unos duros no vendrán mal
Paulina.- ¿te ha dicho alguien que
no vayas? Pero mira lo que pasó de la otra vez a consecuencia de las cartas
Fidel.- estos son amigos de don
Fernando
Paulina.- señor, señor; líbrame de las buenas compañías, que de las
malas ya me libro yo solito. Tú lo has dicho, amigos de don Fernando
Fidel.- bueno vamos a dejarlo
Paulina.- poseso
Con la luz apagada en
la cocina, se sentó en la silla y allí se quedó hasta que vio que estaba bien
dormido.
Por supuesto. De almuerzo al trabajo, aire en
la hortera y como es normal, toda la
tarde del sábado, la pasaron sin mediar palabra.
Ya de noche, se puso la
chaqueta nueva y cruzó la puerta. No había llegado al puente, cuando se dio la
vuelta y volvió a subir.
Fidel.- mira paulina, si vamos a
estar así, no voy
Paulina.- vete, vete, si ya has
dicho que sí
Fidel.- pero que da igual
Paulina.- no, no da igual, pero
vamos, que podías por lo menos haber preguntado, digo yo
Fidel.- pero si te lo dije ayer,
que es cuando me lo dijo
Paulina.- que te vayas, eso haremos
los demás
Fidel.- mecagüen… ya no voy
Paulina.- claro, quedas en que sí,
y luego no apareces, desde luego
Fidel.- fuuuuuuu, me voy, dame un beso
Paulina.- deja, deja, que lo mismo te
mancho, vete y pásalo bien
Fidel.- eres imposible, tienes la
facultad de sacarme de quicio, modorra, modorra, modorra,
Cinco horas más tarde, volvía a subir
aquella cuesta, sin hacer ruido entraba en casa, a oscuras, extendía sobre la
mesa los siete billetes marrones, se quitaba los zapatos, colgaba en el
respaldo de la silla la chaqueta y entraba en la alcoba.
De repente, una voz lo
sobresaltaba.
Paulina.- qué, ¿ya estás aquí?
Fidel.- joder que susto
Paulina.- ¿ya es hora?- vamos que si
llega a pasar algo.
Fidel.- ¿Qué va a pasar?
Paulina.- nada, nada, para ti nunca
pasa nada. Hasta mañana
Fidel.- he dejado en la mesa
setecientas pesetas, para que el lunes le compres ropa al crío y algo para ti
Paulina.- si, si, ahora nos
acordamos del crío
Fidel.- anda, no me vas a dar un
beso
Paulina.- eres más pesado, venga
dame un beso y a dormir
Los billetes, habían
calmado un poco el enfado.
Ni sería la última
partida, ni el último morro, bien sabía ella que los favores se pagan. Estos al menos servían para algo.
La
vida trascurría con normalidad, el pequeño Elías, cumplía dos años, por fin
podían permitirse el lujo de poner un pequeño banquete para los vecinos y
amigos, como agradecimiento por toda la ayuda prestada. En la calle, unos tableros como mesa larga. Sobre ellos jarras de limonada, unos
platos de patatas fritas, cacahueses y
garbanzos torraos, y luego unos buñuelos
de viento como final.
Allí se presentaron los
amigos del mercado y los compañeros de la fábrica. Junto al vecindario, estuvieron hasta altas
horas cantando y bailando. Que
felicidad.
Una nueva barriada de casas se estaba
construyendo para gente humilde a las afueras de la ciudad, se apuntaron a la
lista, por fin tendrían su casa, el sueño de muchos trabajadores.
La mañana del día quince
de Junio, mientras se dirigía a coger el autobús, iba echando cuentas de los
pagos que debía realizar.
Ese día, al salir del trabajo,
cobraría la paga quincenal y entre eso y los pocos ahorrillos, podría dar la
dichosa fianza, para entrar en el sorteo.
Al llegar a la iglesia, había mucho alboroto
en el ambiente, al puente se aproximaba una gran muchedumbre, encabezada por
sus compañeros de trabajo, todos gritaban, ASESINO, ASESINO.
Un coche de la policía paró junto a él, lo
esposaron y metieron de un empujón dentro. Esa mañana los policías le habían
salvado de un linchamiento seguro.
Opsss!
ResponderEliminar