Las manillas
del reloj
siguen su
curso imparable.
Y el pitillo
se consume
en dedos de la
soledad.
En la taza ya
resecos
duermen posos
de café.
La pluma quiere
posarse
sobre el papel
virginal.
Frente apoyada
en su mano
sin saber en qué
pensar.
Las pupilas
dilatadas
desprecian al
horizonte.
La noche se
está acabando.
Emerge la
madrugada.
Una resbalada lágrima,
permanece solitaria,
como firma de
la nada.
Imagen de la red
A veces me he sentido así y hay que reconocer que es un momento de verdadera desolación aunque después de un reparador sueño siempre vuelve la paz.
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