Junto a la puerta del
gobierno, entre la multitud, esperaba Narciso a que saliesen todos los peces
gordos. Al ver salir al gobernador le hizo una señal
con el brazo. Este lo miro y asintió con
la cabeza.
Cruzó la plaza que separaba el gobierno del
mercado, dando manotazos, abriéndose paso entre la gente.
Narciso.- que sí, que sí
Luis.- ¿estás seguro?
Narciso.- si el gesto del
gobernador era claro
Luis.- ¿y a qué hora?
Narciso.- pues será por la tarde
Paulina.- gracias, gracias, todo ha
sido gracias a vosotros.
Todos se fundieron en un abrazo, como una piña, ensamblados entre lágrimas de felicidad.
Luis.- ahora cuando se despeje
esto un poco, nos acercamos y le preguntamos al guardia de la puerta.
Al momento llegó Fermín, para ver si se
sabía algo
Fermín.- me envía doña Carmen.
¿Qué?
Narciso.- que sí, que se lo han
concedido
Fermín.- por favor que le avise
alguien de la hora a doña Carmen, que quiere ir a recibirlo a la puerta, si no
es molestia
Paulina.- si no queda más remedio, dígale que yo iré a
buscarla y subiremos juntas. Pero
andando
A las tres cerraron las
puertas de la fábrica, el autobús dejó a los trabajadores en la plaza mayor y
desde allí, junto a los amigos del mercado, se encaminó la comitiva desfilando por la calle San Pedro arriba, hasta llegar frente a la
puerta de la cárcel. Plazoleta antesala, del barrio más alto de la ciudad.
Al momento, llegaron ellas. Carmen exhausta pidiendo agua, paulina con el
rostro altivo y el niño en brazos.
Allí esperaron en silencio a
que alguien saliera a decir algo. Algunos vecinos del castillo, quisieron
prestar su apoyo, bajando botijos de agua fresca, para calmar aquel calor que
derretía hasta las piedras.
Se oyó como se acercaba un vehículo, era un
coche oficial del que bajo el gobernador, en ese momento todos los asistentes
rompieron en aplausos y de nuevo otra vez el silencio y la espera.
A cabo de un tiempo, salió
un hombre al que nadie esperaba. Un despreciable chivato que había vendido
incluso a los suyos y que cometió el error de creerse demasiado importante. Ni tan
siquiera aquellos, los que al día siguiente le proporcionarían un trabajo,
querían ser vistos en su compañía.
Pasada media hora, salió el
gobernador, solo, en dirección al coche. Paulina, de dos zancadas, se interpuso en su
camino antes de que los guardias que lo acompañaban pudieran evitarlo.
Paulina.- por favor… ¿Qué pasa?
Gobernador.- ¿tú eres su mujer?
Paulina.- sí, pero ¿Por qué no sale?
Gobernador.- ya está todo firmando y
sellado, está al salir.
En ese momento se abrió la puerta, paulina
intentó correr hacia ellas pero algo le hizo darse la vuelta.
Se abrazó con todas sus ganas al
gobernador y le plantó un par de besos, uno en cada mejilla.
Paulina.- gracias, muchas gracias
Por aquella puerta salió
Fidel. Un saco de huesos sin carne que abrazar, no era ni la sombra de aquel
que todos recordaban.
Sus delgadas piernas avanzaban
gracias a la ayuda de paulina, su mirada estaba perdida y triste.
Tal fue la impresión, que
todo el mundo se quedó paralizado.
Carmen.- vamos Fermín, baja hasta
la plaza y que suba el autobús o algún coche hasta aquí
Paco.- Claudio, bajemos a ver si
hay algún conocido con vehículo
Entre Narciso y Luis, lo
cogieron en volandas y lo sentaron a la tímida sombra que proporcionaba el arco
del bezudo, donde su hijo pudo abrazarlo.
Le dieron agua y por fin se pudo
oír un hilo de voz diciendo.- gracias
amigos
En ese momento aparecía de nuevo
el coche oficial, que bajaba de vuelta, tras haber visitado el cementerio de
san Isidro. Luis se planto en medio,
haciéndolo parar.
Luis.- un último favor
Conductor.- aparta de ahí
Gobernador.- ¿Qué pasa ahora?
(asomando la cabeza por la ventanilla abierta)
Conductor.- este, que parece que
quiera dormir caliente
Gobernador.- ¡cállese!
Luis.- lleven a esta familia a su
casa, ¿qué trabajo les cuesta?
Gobernador.- que suban atrás
Se bajó dejando la puerta abierta y se
acomodó en el asiento de al lado del conductor.
Gobernador.- arranque, los bajaremos
hasta San Antón
Conductor.- ¿pero no íbamos a bajar
por el salvador?
Gobernador.- pues ya ves, ahora
bajamos por la audiencia ¿tienes algún problema?
Cuando bajaron del
coche, Paulina no se pudo reprimir y
volvió a soltar otro abrazo y dos besos al gobernador
Los
vecinos, que lo estaban esperando, lo pusieron en un sillón y agarrando cada
uno de una pata, lo metieron rápidamente a la iglesia, para que estuviese
fresco.
(Tardaría bastante tiempo en recuperarse).
Carmen se hizo cargo de
los gastos médicos y farmacéuticos, un doctor, se acercaría por su casa todas
las semanas para ver la evolución y una
vez recuperado entraría de nuevo a trabajar en la fábrica, esta vez como
encargado, el puesto que tenía reservado don Fernando para él, el día que lo
contrato.
Los
comerciantes de los puestos del mercado, cada día aportarían los alimentos que
el doctor creyese conveniente para su recuperación.
Todos los vecinos del barrio, estaban
pendientes en cada momento para cualquier cosa que necesitaran. La tienda de la señora Maruja, estaba a su
disposición las veinticuatro horas del día y Elías empezaría a ir a la escuela,
entre los trabajadores de la fabrica comprarían todo lo necesario para sus
estudios.
Puntualmente, Carmen,
seguía enviando a Narciso por medio de Fermín la asignación quincenal. Solo ellos tres sabían de aquel sobre.
Dos largos meses
pasaron. Después de cerrar en el
mercado, Narciso se fue hasta casa de doña Carmen.
Narciso.- buenas tardes, venía a
hablar con usted
Carmen.- ¿pasa algo?
Narciso.- no señora, pero había pensado
que si usted me diese su permiso?
Carmen.- por favor, nada de usted,
¿qué pasa?
Narciso.- he pensado en ir a hablar
con el dueño de la casa donde viven Paulina y Fidel. Este dinero que tengo guardado podría
servir como entrada y después mes a mes podían ir pagando el resto, si este
quiere y el precio es razonable, así seguirían al lado de sus vecinos y
tendrían su propia casa.
Carmen.- a mi me parece una idea
estupenda, pero, ¿no habría que consultarlo con ellos? Si te parece, mañana a la tarde, vamos
a su casa y lo hablamos allí, a ver qué les parece.
Narciso.- pues sí, tiene usted
razón
Así
lo hicieron, se presentaron allí a media tarde. Abrió la puerta Fidel visiblemente mejorado, aunque
su mirada aún no resplandecía como antes.
Fidel.- buenas tardes, ¿Qué les
trae por estos barrios?
Carmen.- ¿está paulina en casa?
Fidel.- claro, la pobre no se
mueve de mi lado
Narciso.- pues vamos dentro que
queremos hablaros de una cosa importante
Paulina.- ay Narciso, a ver si va
este un poco mejor y puedo bajar a limpiar los puestos, que como me los
tendréis
Narciso.- olvídate de los puestos y
atiende
Paulina.- pero siéntese señora
Carmen
Carmen.- vamos a dejarnos de
cumplidos, que yo también vengo de familia humilde, tuve la suerte de que mi
marido tenía el riñón cubierto, se
arriesgó y le fue bien
Paulina.- poco tengo que
ofrecerles, si acaso un poco de vino con gaseosa
Narciso.- pues sí, un vinito
Paulina.- pues sentaros que voy
ahora mismo a por él a la tienda
(Salió escopetada calle abajo y en un plis,
plas, estaba de regreso).
Cuatro sillas, cuatro vasos
y una mesa, como testigos de aquel encuentro. El niño con cuatro palos jugaba
en la habitación.
Carmen.- tú ¿cómo te encuentras?
Fidel.- yo bien
Paulina.- ya va engordando un poco,
pero pobrecito mío, no tiene fuerza ninguna
Narciso.- nada, dentro de poco,
hecho un chaval
Carmen.- a ver, narciso tiene un
dinero guardado
Fidel.- narciso ¿de qué?
Narciso.- justamente, cuatro mil seiscientas pesetas,
que poco a poco me ha ido dando Carmen para que cuando os hiciese falta, tuvieseis
unos ahorrillos
Paulina.- ¿pero por qué?
Carmen.- por favor, escuchar lo
que quiere proponer Narciso
Narciso.- le he dicho a la señora
Carmen que quería ir a hablar con el dueño de esta casa, este dinero serviría
como entrada y luego, después, mes a mes, pues ya la iríais pagando hasta que
al final fuese vuestra, ¿qué os parece?
Paulina.- pero como la vamos a comprar,
si no tenemos donde caernos muertos. Si no fuera por ustedes que habría sido de
esta familia.
Carmen.- solo tendríais que
aceptar la propuesta, que Fidel trabaje como encargado en la fábrica, el sueldo
no está mal
Mauricio.- yo no debía de decir nada,
pero hemos estado hablando todos los del mercado, para que tú te encargues de
la limpieza y darte un sueldo al mes, no será mucho, pero será un sueldo
Paulina.- yo no puedo dejar solo a
este hombre
Mauricio.- estamos hablando de una
vez esté recuperado
Carmen.- Fidel, Paulina, en esta
vida nadie regala nada, todo lo que ahora estáis recibiendo, no es más que la
cosecha de lo que antes sembrasteis, hacer caso a una persona mayor que
vosotros y no dejéis pasar esta oportunidad.
Decidieron aceptar el
ofrecimiento, al mes siguiente, estaba recuperado y le esperaba un trabajo en
la fábrica. Paulina tenía el mercado siempre limpio, como una patena.
Los años fueron
pasando y el tiempo, fue dejando su huella en cada uno de los personajes de esta
historia.
Hoy regresa a su tierra
desde la lejanía Elías, viene para firmar un contrato de alquiler con una
pareja de recién casados.
Vivirán es esa casita que
de sus padres heredó, donde fueron invirtiendo el fruto de su trabajo hasta convertirla
en un hogar acogedor, en ese barrio, donde quedaron dormidos todos sus
recuerdos.
Imagen de la red
Fin
Acciones tan humanitarias como la del cuento ya pocas veces se oyen. Pero que hay mucha gente caritativa y dispuesta a ayudar... las hay. Es cierto que mañana nos volveremos a encontrar porque el mundo gira sobre su eje... pero no sabemos en que lugar, en que punto... de este pequeño pañuelo. Saludos para los que me leen y felicitaciones para CARL.
ResponderEliminarSiempre hay gente buena. En otro comentario señale que mañana nos volveremos a encontrar porque la tierra gira sobre su eje. Lo que no sabemos es a que hora y en qué lugar de este ancho, largo y tortuoso mundo.
ResponderEliminar¡Qué bonito Carlos, esa España donde todo era solidaridad y amor se está derrumbando!
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