Movimiento, prisas, estrés,
la casa, llena
de vida.
Los brazos, llenos de amor,
el momento
deseado
invade la
habitación.
En los brazos de la abuela
el nieto queda
dormido,
ella tan solo
lo mira,
buscando ese
pucherito
que su morrito
ha escondido.
Sus sueños una sonrisa
cargadita de
esperanza,
su respiración
la brisa
que nos
acaricia al alba,
sus manos alas
de ángel
que quieren
tocar las nubes,
sus piernitas
jamoncitos
y sus pies
están en calma.
Quien Pudiera detener
el tiempo y
hacerlo eterno,
inmóvil queda
la abuela
por no romper
el momento,
no sea que se
despierten,
sus ojos, los dos luceros
más bellos del
firmamento.
Y el alma estalla de gozo
cuando hace un
simple gesto.
Mecachis, que habrá pasado,
que le ha
interrumpido el sueño
y casi lo ha despertado.
Así pasan los minutos
y el río sigue
su curso
es la hora de
partir.
Allí se queda la abuela
con la mantita
en sus brazos,
quieta está
como una estatua
no se vaya a
despertar.
Ahora cerrará los ojos
y soñara con
su nieto
esperando un
nuevo viernes,
el día de
regresar.
Querido Carlos...Soy abuela como bien sabes y este maravilloso poema tuyo es un tributo para todas las abu del mundo. Mientras te leía pensaba en mi pequeña nieta Isabela de 9 meses, recordé las veces que la he hecho dormir sobre mi pecho, susurrando una suave canción de cuna al vaivén de mi cuerpo que la sostiene y mece. ¡Me encantó, y gracias por darnos a las abuelas un lugar en tu pensamiento y poesías! Gracias....te quiero amigo y poeta del alma.
ResponderEliminarComo siempre tocando el alma. Es muy grande ese sentimiento que también nos describes en este precioso poema. ¡Me he emocionado mucho!
ResponderEliminar