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domingo, 28 de octubre de 2018

Farolillos

Micro-relato..


                  Y llegó el día del gran baile;   todos esperaban ver bajar las escaleras a la joven anfitriona, mientras Andrea (la criada) recogía el cuarto desordenado.
     El cuchicheo entre risas resonaba por el pasillo de altos techos y engalanadas paredes.
    Una mirada y un gesto de prepotencia, desencadeno la contienda. Ese día Andrea no tenía el chichi pá farolillos.
          .- sí señorita; tengo envidia de lo que nunca tuve: Unos abuelos con tiempo para abrazarme, un beso de buenas noches de mi padre (murió siendo yo muy niña), una madre con manos suaves, aunque sus caricias con olor a aguafuerte, no las cambiaría por nada.   ¿Pero de su belleza? Entérese de una vez: mucho vestido, tirabuzones rubios, zapatitos de charol, joyas y collares, pero que lo sepas…  Eres fea a rabiar.



1 comentario:

  1. La envidia suele disparar dardos venenosos en el momento propicio para causar daño. Ese será siempre su único objetivo, aunque no siempre lo logre. Es entretenido leer tus relatos Carlos. Un abrazo de America Santiago.

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