Desfila de negro luto
por las calles el cortejo,
Con paso lento. En silencio.
Se impregna el atardecer,
con pesado aroma a incienso.
Los dos faroles anuncian
que los descalzos se acercan.
Tras ellos un penitente
que bajo capuz morado,
arrastra pesada cruz,
cumpliendo su penitencia.
A los lados, las antorchas
hechas de cera y cartón,
lloran lágrimas de fuego.
Y en el centro ese pellejo
destensado del tambor,
que marca con alaridos
el paso de los que portan
el féretro con fervor.
Losa de piedra tallada.
Cirios, en las cuatro esquinas.
Tumbado un hombre reposa
con los cabellos dormidos
bajo corona de espinas.
Manos y pies con las marcas
de los metales clavados.
En su pecho la estocada
que muestra el último aliento.
Urna de cristal lo cubre
protegiéndolo del viento,
no sea que se despierte
entre herejes disfrazados
con anillos en sus dedos.
La sotana de buen paño.
Capa del raso más caro.
Y una careta fingida
bajo bonete morado.
Silencio. Descanse en paz,
piensa el creyente abnegado.
Que está pasando el yacente.
Por nosotros dio la vida,
nos regaló su palabra,
y así… Se lo hemos pagado.
Preciosa y estremecedora poesía. Tus letras tocan la fibra sensible humana, que impacta y cautiva. Besos Carlos. America Santiago.
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