Como
cada tarde; después de cenar, se va frente al televisor y se sienta en el sillón
de espaldas al resto. Mete los brazos hacia dentro, poniéndolos sobre sus
piernas, como queriendo ocultar su presencia al personal.
Los pasos empiezan a desfilar pasillo
adelante. Desfile de ánimas hacia sus habitaciones. La espera cansada frente a
la puerta del ascensor que sube y baja varias veces hasta dejar a cada uno en
la planta correspondiente.
Los carros recorren mesa por mesa
cargando las bandejas. Podrían hacerlo con menos brusquedad. (Es insoportable) por suerte, siempre se dan prisa. – Un ratito
de silencio - Pero al momento… Las voces de cada noche retumban en la
escalera:
.- Mari, apaga la luz.
.- ¿pero que hace en el pasillo? Justina.
.- Rogelio, que hay que tirar de la cadena.
Por fin el silencio. Tan solo el
murmullo lejano del friegaplatos en el departamento contiguo al comedor. La
pantalla apagada muestra las siluetas imaginarias de los recuerdos, escenas
inciertas fruto del deseo de compañía, historias difusas a las que aferrarse
por miedo a admitir su enfermedad desmemoriada.
.-
Vamos Rafael, que ya es hora
A él, le gusta ir a acostarse en soledad.
Con tranquilidad recorre el pasillo y se
encamina a las escaleras (no se fía de
esos inventos, no le gusta sentirse encerrado) Echa su mano a la barandilla y peldaño a
peldaño llega al primer rellano. Nadie sabe porqué, pero siempre para unos
minutos y habla en voz baja.
Reniega
de su vida y encara el segundo tramo de escalones.
Toda la planta está a oscuras, en
silencio.
Su habitación está al fondo, pero nunca
enciende la luz. No tiene prisa y en
caso de tenerla, sus pasos no dan para más.
Siempre el mismo ritual: Primero se
desnuda y pone la ropa sobre la cama.
Luego se pone el pijama antes de
entablar la misma conversación con la silueta imaginaria que reposa su cabeza
en la parte derecha de su almohada.
.-
que sí, que primero pongo bien doblado el pantalón en el respaldo de la silla
.-
deja de rezongar, ¿Qué le pasa a la camisa?
.-
bueno que por eso no pasa nada. Vale, vale, ya desdoblo los puños.
Se acuesta y cierra los ojos. Su
gesto denota una sensación placentera. Un abrazo que le da calor y lo cobija
entre plumas. Un beso y un te quiero
susurrado que le acuna el descanso.
En
ese sitio, todos tienen cosas con las que soñar: sueños irrealizables que nunca
se materializaran, la ilusión de la visita de alguien que nunca aparece, la
esperanza de volver a la casa que ya se vendió, incluso el deseo de dejar por
fin esta vida y volar. (Momento que
nunca llega). Pero
Rafael no es de esos; Porque ahora Rafael
no sueña, Rafael no desea, Rafael no vive, Rafael no muere, Rafael no añora el
futuro pues no tiene pasado, Rafael es un simple minuto en el presente y nada
más. Nada
más y nada menos, para sus viejas zapatillas diez pasos ya son demasiados.
La luna le intenta despertar a través de los
cristales, pero él no hace caso. Sus
oídos se cerraron para no dejar salir los sonidos del agua que brotaba de la
fuente. Sus pupilas guardan los
colores de aquel pajarillo. Sus manos
conservan el tacto de la piel suave y
sus labios la frescura del beso que nunca se dio.
La noche discurre lentamente esperando un
instante distinto con el nuevo día, pero el tiempo no existe donde las
manecillas del reloj no tienen sentido.
El sol seguirá su camino sin tener en
cuenta la suma de los días y el cero se abrazará a otro cero
formando el signo de infinito.
Siempre el primero en levantarse. Cuando
el barullo empiece a intoxicar los pasillos, él, ya estará junto a la puerta
del patio preparado para salir en el momento que quiten el cerrojo, para
sentarse en el banco de siempre.
Desde la ventana, Reme la cocinera le mira
con ternura (se ha vuelto a dejar la bata en el cuarto y se va a quedar helado)
una toalla grande de la lavandería lo protegerá de la brisa mañanera.
.- venga Rafael, levanta un poco y enróllate
en esta toalla que te vas a quedar frío.
.- mira que señora más simpática. No digas nada, seguro que me quiere vender
algo. ¿Tú has traído dinero?
.-
siempre hablando solo
.-perdone y ¿usted que vende? Lo digo por si
acaso me interesa, pero a Bella se lo olvidó el dinero
.-
pues mientras va a buscarlo, yo me voy a seguir con la comida (con un gesto
risueño)
.- ¿tú crees que se habrá molestado? Yo creo
que no.
Rafael se quita la toalla de la espalda y
la estira sobre sus piernas ocupando un poco más de banco. Ya
están los dos tapados. La mirada se le embelesa con una mueca en los
labios. Cuanta felicidad coge en un
segundo.
Ojala tuviera un cachito de pan con que
hacer migas y echar al suelo para que se acerquen los gorriones.
A Bella le gusta ver como revolotean junto a
sus pies y sus zapatillas de paño hacen juego con su plumaje.
No
hay pan, ni gorriones, solo zapatillas; así que mueve sus punteras con rapidez
imitando el aleteo para sentir cómo la cabecita de ella se apoya en su hombro.
Cierra
un momento los ojos. Al abrirlos nota que está solo. El fresco le hace encogerse con los brazos
apretados junto al pecho. Una cuidadora lo ha despertado dándole un
golpecito cariñoso en la nuca.
.-
un día de estos. Anda toma, que se te olvidó ponerte las zapatillas.
--- Baja su mirada---.
No
hay migas.
No
hay gorriones.
No,
tampoco hay zapatillas.
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