Raúl (el señor del bar) calle
adelante se ve sorprendido por las luces de una ambulancia que se aproxima a
toda velocidad. Cerca de él, en un
portal espera tembloroso Ernesto (un
cliente de todos los días) en pijama con
un cigarro sin encender entre sus labios del que aspira nervioso mientras
muerde su boquilla con los dientes.
Raúl.- ¿Qué pasa?
Ernesto.- Jaime, que de repente le ha subido mucho la
fiebre y dice que le duele mucho la tripa pero en la parte alta.
Raúl.- tranquilo ya están aquí
Ernesto.- diles que estamos en el
tercero, que está arriba Laura sola con el niño.
Raúl.- sube, sube, que yo me
encargo.
La ambulancia llega y para sobre la acera, de
ella baja un enfermero. Raúl se le abalanza para indicarle que es en
el tercero y que saquen rápidamente la camilla, que lo del niño no tiene muy
buena pinta.
Las puertas quedan abiertas, el enfermero y el conductor se dirigen con
la camilla escaleras arriba, mientras Raúl corre a su garaje que se encuentra
cerca para sacar el coche y llevar hasta el hospital al padre y la madre.
Cuando llega; la ambulancia se dispone a
partir;
Ernesto en la puerta sigue en
pijama y Laura en camisón se pone de rodillas dentro de la ambulancia, junto a su niño; nada ni nadie podrá apartarla de su lado.
Raúl.- tranquilo Ernesto, que ya
tengo yo aquí el coche
Ernesto.- vamos, vamos detrás de la
ambulancia.
Raúl.- espera, subimos, te
vistes y cogemos ropa para Laura y que no se nos olviden unas zapatillas
Ernesto.- ¿unas zapatillas? ¿Para
qué?
Raúl.- ¿no te has dado ni cuenta? Tu mujer va descalza.
Cuando llegan al hospital,
Laura está sentada en una silla junto a un celador que le coge la mano
intentando hacerle más corta la espera.
–Le han puesto unos patucos verdes de papel,
para que no se le queden los pies muy fríos-
Ernesto.- ¿Dónde está Jaime?
Celador.- no se preocupe usted, han
subido hacer unas pruebas y en cuanto lo bajen ya pasan ustedes para estar con
él.
Raúl.- perdone que le moleste ¿algún sitio donde esta señora se pueda vestir
y calzar?
Laura.- no, no, yo de aquí no me
muevo
Celador.- es ahí en la puerta de
enfrente; junto al lavabo tiene un
taburete donde puede sentarse y en la puerta una percha para colgar su ropa.
Laura.- a bueno, voy, no tardo
nada
Ernesto.- ¿cree que tardaran mucho?
Celador.- va para rato, hay que
hacer analítica para ver si tiene alguna infección y placas por si acaso.
Ernesto.- tú marcha a dormir que ya
es tarde
Raúl.- yo espero, no sea que
haya que ir a por algo a casa
Celador.- el que se tiene que ir
soy yo por si me avisan para algo; si necesitan algo, estoy a mitad de este
pasillo en un pequeño mostrador.
-Sale del servicio Laura con la
bolsa de papel de la mano-
Laura.- tú desde luego, me podías
haber traído un cepillo para el pelo.
Raúl.- a ver si ahora vamos a
discutir por un peine
Ernesto.- y gracias a este, que si
no sigues descalza
Laura.- sí y gracias a que duermo
con camisón, que si no salgo desnuda; en
esos momentos todo da igual
Raúl.- pues normal, lo
importante es que el crio esté bien y todo quede solo en el susto
Que silencio, que soledad; la
incertidumbre se acuna entre sus brazos cruzados.
¿De qué hablar en esos
momentos, en que cualquier palabra de ánimo puede ser incluso inadecuada?
El reloj de la pared parece
haberse parado y en la mente de cada uno de los tres: a veces recuerdos, a
veces el miedo y a ratos nada. La nada de la mirada perdida que sujeta la
impotencia.
El celador se aproxima y ellos
se levantan rápidamente de sus asientos con el pecho hacia delante esperando
noticias.
Celador.- que ya lo bajan
Laura.- ¿Qué tal las pruebas?
Celador.- no sé señora, eso es cosa
de los médicos
Ernesto.- Y ¿ya nos lo llevamos?
Celador.- lo van a meter un una
habitación para que puedan estar los dos hasta que baje el médico con los
resultados
Raúl.- ¿me deja un papel y un
bolígrafo? Es para apuntar mi número de teléfono
Celador.- tenga, aquí mismo en esta
libreta
-Raúl apunta el teléfono,
arranca la hoja y se la da a Ernesto-
Raúl.- para lo que os haga falta
ya lo sabes, a cualquier hora me llamas.
El de arriba es el de casa y el de abajo el del bar, que seguro no te
los sabes de memoria
-al coger la hoja de papel
Ernesto se derrumba en la emoción, se echa la mano a la frente para tapar sus
ojos y no es capaz de pronunciar ni un gracias-
Laura.- que bueno es tener amigos
Raúl.- dame un abrazo tontorrón
que en cuanto que bajen a Jaime me voy a dormir.
Celador.- pasen conmigo los llevo a
la habitación.
Raúl.- pues venga, si le dan el
alta no se os ocurra pedir un taxi, que quiero llevarlo yo a casa.
Laura.- hasta mañana y gracias
Ernesto.- tranquilo que prometo
llamarte.
Raúl sale y arranca el
coche, mientras ellos recorren ese pasillo que parece interminable.
Un cuadriculo sin ventanas donde seguir la
espera sentados uno junto a otro sobre la cama con sus manos cogidas.
Laura.- ya te decía yo que
últimamente comía peor
Ernesto.- nunca ha sido muy comedor
Laura.- como siempre ha sido tan debilucho,
no le hemos dado importancia
Ernesto.- él es más de cosas
tranquilas y menos de correr
Laura.- mira en eso ha salido a
ti, siempre sentadazos
Ernesto.- calla, ya se oye la
camilla venir rodando
-Salieron rápido a la puerta—
Celador.- ya lo tenéis aquí; lo íbamos a vender, pero no hemos encontrado
comprador
Laura.- ¿qué tal estás cariño?
Jaime.- tengo sueño
Ernesto.- ¿tienes escalofríos?
Jaime.- no, ya no
Celador.- eso es que le ha bajado
la fiebre
Enfermera.- bueno ahora a esperar un
ratito a que baje el médico para darles el informe
Laura.- entonces está bien
Enfermera.- bueno, si estuviese bien
no estaba aquí, pero hoy duerme en casa
Ernesto.- gracias, muchas gracias
Enfermera.- yo no les he dicho nada,
a ver si me voy a llevar la bronca yo
Laura.- no se preocupe
Enfermera.- venga Jaime a dormir un
poquito y mañana a correr
Celador.- déjenlo que duerma un
poco mientras baja el médico. Hasta luego.
Laura.- ¿te encuentras bien?
Jaime.- jó, déjame dormir un poco
Ernesto.- no seas pesada
Laura.- no, voy a ser como tú, ahí sentado
Ernesto.- qué quieres ¿me pongo a
correr por el pasillo? Entiende que tenemos que esperar al médico y punto.
-Los dos sentados esperan mirando a su angelito que se ha quedado
dormido enseguida-
Ernesto.- ¿está guapo, verdad?
Laura.- este rubiales… Que susto
nos ha dado
Ernesto.- ten hijos pà esto
Laura.- que tonto eres
Ernesto.- anda, dame un beso, que
dentro de un rato estamos en casa.
Ernesto sentado en el sillón
y Laura sobre sus piernas, abrazados, como dos adolescentes enamorados, quedan
dormidos en la larga espera.
Muy interesante y atractivo comienzo .. Felicidades
ResponderEliminarEn marcha otra vez, siempre encontraremos gente buena a nuestro paso, no hay que perder la esperanza.
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