Ernesto llegó a la puerta de salida donde lo
esperaban Laura y Jaime.
Laura.- ¿qué quería la enfermera?
Ernesto.- nos habíamos dejado sobre
la mesa los papeles para los análisis
Laura.- mucho has tardado
Ernesto.- pues dándole las gracias
al doctor por hablarle tan bien a Jaime
Laura.- da gusto con estos
médicos tan jóvenes y tan agradables
Jaime.- mamá y podíamos hoy ir a
comer al burguer
Laura.- eso, a comer marranadas
Ernesto.- venga por un día no va a
pasar nada
Laura.- vale, pero luego, los dos
a correr dando vueltas al parque
Ernesto.- ¿y tú?
Laura.- yo miro, bastante
ejercicio hago con vosotros.
Después de comer, mejor ir a
casa a dormir un rato de siesta y luego ya irían a correr un poco. Ellos estaban agotados del trajín de la
noche anterior y la que venía no tenía pinta de sur muy distinta.
Ernesto.- voy a llamar a la tienda para decirle al jefe
que esta tarde y mañana por la mañana no cuente conmigo y tú deberías llamar
también
Laura.- si después de colgar tú,
llamo yo
Jaime.- me voy a mi habitación a
jugar
Laura.- más vale que le des una
vuelta a las lecciones que te tocaban hoy y mañana
Ernesto.- déjalo. Que hoy haga lo
que quiera.
Laura.- ¿Qué pasa Ernesto?
Ernesto.- nada, ¿te apetece un café
tranquilo?
Laura.- estoy cansada, casi que
me voy a echar un rato
Ernesto.- siéntate, mejor nos
tomamos ese café
Laura.- pero que pasa
Ernesto.- siéntate. Me ha dicho el doctor que hay posibilidades
de que sea leucemia
Laura.- ¿leucemia?
Ernesto.- sí, no has visto a los
niños que esperaban en aquella sala
Laura.- pero ahora, que vamos
hacer
Ernesto.- nada, esperar a que le
hagan todas las pruebas, tienen que ver de qué tipo es y después pues a seguir
el tratamiento adecuado; juntos, como siempre lo hemos estado
Laura.- pero no puede ser, Jaime
no puede ser que esté tan enfermo, si se encuentra bien
Ernesto.- claro que no, no tiene porqué
ser grave, pero las batallas grandes o pequeñas están para lucharlas y
ganarlas.
Laura.- pues yo dejo la oficina,
porque alguien se tendrá que encargar de él
Ernesto.- se hará lo que se tenga
que hacer, pero aún no sabemos nada, solamente ha dicho que hay que hacerle varias pruebas
para determinar todo y coger el camino correcto.
Vamos a tumbarnos un rato a la cama, al menos
que descanse el cuerpo
Laura.- ¿descansar? Y como voy a
descansar
Ernesto.- vamos y nos echamos un
rato
Los dos tumbados boca arriba
cierran los ojos y la propia desolación les hace quedarse dormidos.
Su mente en sueños
busca posibles responsables y porqués,
sin encontrar soluciones.
- Laura se despierta
sobresaltada-
Laura.- Ernesto despierta
Ernesto.- que pasa
Laura.- y si la culpa es nuestra
Ernesto.- nuestra por qué
Laura.- sí, si es genético y en
nuestros cuerpos hay algo que no sabemos
Ernesto.- ¿tú sabes de algún
familiar mío o tuyo?
Laura.- no sé, pero por algo
tiene que ser
Ernesto.- mejor nos levantamos,
cogemos a Jaime y nos vamos a correr un rato, así cuando volvamos, esta noche que
el cuerpo esté tan cansado que no tenga fuerzas ni para pensar.
Laura.- voy a hacer unos
bocadillos y nos vamos a ir al campo, donde nada nos moleste
Ernesto.- pero está empezando a
llover
Laura.- pues si llueve nos
mojamos
Ernesto.- Jaime, vamos ponte las botas de goma y con
calcetines gordos que te van hacer falta
Jaime.- ¿Qué vamos a hacer?
Ernesto.- que dice mamá que nos
vamos esta tarde al campo
Jaime.- pero está loca, si está
el cielo negro
Laura.- ¡calla! que negra me
tienes tú a mí
Andando poco a poco salieron
de la ciudad, junto a un riachuelo cercano los bancos de madera estaban vacios
y las hojas caídas de los chopos alfombraban todo el suelo pintándolo de
amarillos y ocres.
Se sentaron en uno de los
bancos y Laura les propuso cerrar los ojos por un momento y escuchar el ruido
del agua deslizándose entre las piedras, como ella hacía de pequeña en el
pueblo.
Jaime, pudo apreciar unos
sonidos mezclados entre el agua y la brisa susurrando entre las ramas.
Laura se volvió a sentir
niña, a disfrutar por un instante de la falta de preocupaciones y los sueños
teñidos de los colores del arco iris.
Ernesto se había levantado
sin hacer ningún ruido y cuando ellos volvieron de ese lindo éxtasis, había
hecho no lejos de allí un montón de hojas.
Jaime.- ¿para qué es eso?
Ernesto.- ven, ya verás
Laura.- que las hojas están
mojadas
Según se acercó Jaime,
Ernesto lo cogió en volandas y lo dejó caer sobre el montón, luego se tiró él y
Laura no pudo por menos que rebozarse también junto a ellos en una pelea de
cosquillas. Ya no
había remedio, sus ropas estaban empapadas.
Comenzó a llover, no demasiado fuerte, miraron
al cielo, encogieron los hombros y luego pensaron:
“Y ya, qué más da”
Cuando se cansaron de jugar, agotados y
calados hasta los huesos, se fueron andando a paso rápido y tiritando de frío
de regreso a casa. Allí sobre un banco
quedaron los bocadillos a merced de algún animal.
Los truenos eran cada vez
más frecuentes y cercanos, la lluvia se hacía más intensa y sus pasos cogían
rapidez.
Un estruendo pareció romper el cielo y un
chaparrón empezó a caer cubriendo toda la calzada y aceras de agua.
Ellos junto a la pared, bajo los balcones
intentaban protegerse de aquél diluvio.
Ernesto.- entrad, que este portal
está abierto
Laura.- vaya manera de jarrear
agua
Ernesto.- estas son las ideas de tu madre, -pues venga vámonos al campo-
Jaime.- pero nos lo hemos pasado
muy bien
Ernesto.- en cuanto que lleguemos a
casa lo primero es quitarse toda la ropa y secarnos bien, no vayamos a pillar
un catarro
Laura.- y esto no para, se ha
puesto con ganas
Ernesto.- ya parará
Jaime.- y si no, pues vamos
corriendo, de todas formas ya estamos mojados
Laura.- ¡a que no te atreves!
Ernesto.- deja de decir bobadas
Jaime.- ¡a que sí!
Jaime abrió la puerta y salió corriendo por
la acera encharcada, ellos por un momento quedaron parados y mirándose
asombrados corrieron tras él.
Las únicas personas que había en la calle;
corriendo como bobos bajo el aguacero y soltando carcajadas que parecían
armonizar con el sonido de la lluvia.
Por fin en su portal,
rápidamente subiendo a su rellano el escándalo retumbaba por todo el hueco de
la escalera.
Entraron en casa y ni cortos ni perezosos se
pusieron a desnudarse en el pasillo en lo que Laura iba al cuarto de baño a por
todas las toallas que tenía a su alcance menos una, que se reservo para ella
junto a la ducha.
Bien secos y puestos los
pijamas, aún era muy pronto para cenar e ir a la cama.
Laura.- ¿sabéis lo que estoy pensando?
Ernesto.- tú, mejor no pienses más
por hoy
Jaime.- cuenta, cuenta
Laura.- que hace mucho que no
jugamos un parchís
Ernesto.- buena idea
Laura.- pero sin trampas,
contando bien
Jaime.- eso es papá, que siempre
cuenta alguna de más
Ernesto.- pues estate atento y así
no cuento de más
Jugaron un par de
partidas, cenaron y se fueron a la cama a descansar.
A media noche, la oscuridad
solitaria pudo escuchar la voz de Laura diciendo:
.- Maldita leucemia, te odio, pero gracias.
Gracias
por esta tarde tan estupenda.
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