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martes, 24 de enero de 2023

Gorras en el armario 004


 

   Suena el despertador, Laura despierta, pero Ernesto no está en la cama;  - qué raro; Le da un manotazo para que deje de sonar y vuelve a cerrar los ojos.

  De repente los vuelve a abrir. .- pero…. Y Ernesto dónde está.   Aun habiendo claridad se ve que la luz de la cocina está encendida.          Allí está sentado a la mesa, con los brazos cruzados y la mirada puesta es ese papel.

Laura.- ¿qué haces aquí?

Ernesto.- nada

Laura.- pero algo harás

Ernesto.- no, toda la noche aquí, sin hacer nada

            Ella se pone por su espalda para abrazarlo, está helado y ni con las caricias de Laura levanta la vista del papel.     Pone su dedo índice sobre la línea donde está escrito:    puerta 3, consulta de oncología.

                Sin palabras, solo lagrimas que se funden en un abrazo de impotencia, pecho contra pecho en una lucha interna donde se golpean entre sí los corazones mientras sus respiraciones agitadas sucumben a la cruel realidad.

Laura.-  pero el médico  dijo que por ahora  todo estaba bien

Ernesto.- sí, por ahora.      Qué razón tenías, ese médico callaba demasiado

Laura.-  habrá que esperar a que le hagan más pruebas, puede ser cualquier otra cosa;   además Jaime está bien

Ernesto.- bien sabes tú que lleva un tiempo que no está bien

Laura.- ¡ESTÁ Y VA A ESTAR BIEN! Vamos a lavarnos la cara, a despertarlo como todos los días y a llevarlo al colegio que es lo que tenemos que hacer

 

    Después de asearse, mientras se visten, ella le pellizca a él, él le empuja a ella haciéndola caer sobre la cama.

         Juguetean como hacía tiempo no lo hacían.

   Lo necesitan para ver esa cara sonriente en su pareja, que tanta falta les hace.

   Preparan el desayuno juntos y juntos van a despertar a Jaime.     Cada uno desde un lado de la cama acarician su cara y al abrir los ojos se lanzan sobre él como dos lobos hambrientos, mordisqueándolo en todo su cuerpo.

 

Jaime.- jolín, dejarme en paz

Ernesto.- ja, ja, ya eres nuestro

Jaime.- mamá, ayúdame

Laura.- vamos a por él, ahora papá se va a enterar

         En la cama, Laura y Jaime se ponen sobre el cuerpo de Ernesto haciéndole cosquillas.        Entonces Jaime se siente fuerte, superior, junto a su mamá van ganando en la pelea.  El padre tuerce la cabeza apretando con fuerza sus parpados para que no lo vea  llorar.

 

Ernesto.- bueno ya está bien, que hay que desayunar y llegas tarde al cole

Jaime.- ¿y si hoy no voy?

Laura.- porque tu lo digas

Ernesto.- vamos arriba, además, nosotros tenemos que ir a trabajar

Jaime.- yo me podía quedar con Patri hasta la hora de comer

Laura.- ¡que no! Que hay que ir al cole.

Jaime.- ¡jo!

 

     La rutina vuelve a su día, como siempre lo dejan en la puerta del colegio y cada uno de ellos se encamina a sus respectivos trabajos.  Jaime cuando salga irá a ver a Raúl y esperar allí a su madre para ir a casa a hacer la comida.

 Su padre llegará un poco más tarde (su trabajo está más lejos)

    Tras comer su padre de nuevo al trabajo y el de nuevo al cole. Su madre queda en casa, en la oficina solo está a media jornada, pero mejor, así siempre va a recogerlo al salir y tras un rato jugando en el parque, van a hacer los deberes y  se dan un paseo  a esperar que salga papá y ya vuelven juntos.    No puede faltar la visita al bar para terminar la jornada antes de cenar e irse a la cama.

 

         En el trabajo todos han  preguntado por como esta Jaime.   “bien, está bien, todo ha sido un susto”

  Escondiendo tras una careta sonriente su preocupación.

                Cada día se arman de valor;  tanto él como ella, tienen que atender a los clientes con toda amabilidad mostrando su mejor cara, de ello depende el negocio y sus ingresos.

 

        El parque como siempre, con los abuelos y abuelas esperando a los nietos, pájaros que revolotean y esperan la hora de salida.

       La algarabía, anuncia que llegan los bocadillos.

                     Hay que empezar a quitarle el envoltorio tras los abrazos de rigor.

            Como siempre terminado el bocadillo, las carreras tras la pelota y el girar de la cuerda jugando a la comba, la fila de niñas que saltan y saltan al compás de una vieja canción.

       Jaime sentado en la hierba junto a unas niñas con las que les gusta comentar sobre un libro de aventuras que están leyendo en clase, imaginándose ser los intrépidos protagonistas cruzando mares y conquistando tesoros.

   Cerca de ellos Laura que apoyada en un árbol ojea los deberes que le han puesto y recuerda sus días de cole.

   Entonces las cosas se explicaban de manera diferente.

 

           - Jaime se empieza a poner pálido y con ganas de vomitar-

 

Niña.- señora que Jaime se está poniendo malo

     Enseguida se acerca Laura preocupada para ver qué le pasa.   Cuando llega en un instante ya se le está pasando, un simple mareo, nada de importancia.

 

Abuela.- ven que nos vamos para casa

Niña.- pero si es pronto

Abuela.- ¡que vengas!

Niña.- pero si aún no es hora

Laura.- si dice tu abuela que vayas, vas

Niña.- hasta mañana

   -La abuela coge a la niña de la mano y se aleja con ella-

Niña.- pero porqué nos vamos tan pronto

Abuela.- no te das cuenta, ese niño está enfermo;     ayer ya no vino a clase, así que no juegues ni te juntes con él, a ver si te va a pegar algo.

Niña.- pero abuela si Jaime es muy bueno

Abuela.- ni bueno ni malo, no tiene buen color de cara ese niño.

Jaime.-  ¿por qué se ha enfadado la abuela de Inma?

Adry.- no hagas caso, es más rara

Laura.- vamos a casa, te hago una manzanilla para que te asiente el estómago y hacemos los deberes

Jaime.- hasta mañana Adry

Adry.- hasta mañana y que se te pase

 

 Ya estaba bien, harían los deberes y antes de salir, Laura le volvería a tomar la temperatura, para cerciorarse de que no tenía fiebre.             

      En la habitación, sentada en la cama, volvería a mirar aquel papel antes de guardarlo en el armario.    Metido entre unas sábanas, no tenía ganas de encontrárselo a diario, no quería verlo ni pensar en ello, lo olvidaría durante toda la semana e intentaría disfrutar de la vida y de los momentos simples que hasta ahora habían pasado inadvertidos, tal vez por costumbre.

Ahora sería distinto, quizás porque empezaba a entender el significado del hoy y el mañana.

        Salió de la habitación, en medio del pasillo, abrazó a Jaime con todas sus fuerzas.

Jaime.- mamá que no seas pesada

Laura.- nunca más digas que soy pesada, cuando quieras que te deje en paz mejor dime:      ya se, que me quieres mucho

Jaime.- pero es que eres muy pe…. Yo también te quiero mucho

        Laura estaba hablando con él en cuclillas;    Jaime se abalanzó sobre ella y al abrazarla los dos cayeron al suelo entre risas.

 

 


 

 

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