Callada, sumisa y sola,
en mi
cuerpo te engendré
por error
de adolescencia
de fiestas
de mal beber.
Callada, sumisa y sola,
todo,
decidí perder,
para luchar
por tu vida,
callada,
sumisa y sola,
sonriente,
te vi nacer.
Nunca te faltó un te quiero,
ni un beso,
ni una caricia,
ni el
arroparte en la noche,
ni en la
mesa la comida,
ni los
caprichos más caros,
ni aquella
ropa elegante.
ni las escuelas más dignas,
a costa de
fregar suelos
con lejía y
estropajo.
El esfuerzo de diez horas
de rodillas
en el suelo
no me
costaban trabajo.
Un hombre quise que fueras
con orgullo
y con prestigio.
No el hijo de una fregona
desesperada
en la vida
que suplía tus
ausencias
metiéndose en
el bullicio
para
olvidar el silencio
cogiéndose a
cualquier vicio.
Y renegaste de mí
porque te
daba vergüenza
mostrarme en
tu sociedad.
Ni un beso de cumpleaños
me viniste
a regalar.
Ni una visita piadosa
en la cama
de hospital.
Un adiós sin despedida
que me ha
tocado sufrir.
Recuerda, aquellos consejos
que tantas veces te di.
Solo, sumiso, callado,
frente a mi
cuerpo sin vida,
sin nadie
que te acompañe,
ahora que estamos
a solas
resignado, llórame.
Echa de menos tu sueño
en el calor
de mi pecho,
acurrucado
en los brazos
que por
siempre te brindé.
Ojos de Gata@2023.
Tristemente profundo.
ResponderEliminarTriste, triste, triste, maese. Cuánto de esto hay en esta vida tan ingrata. Cuántas madres que sufren, cuánto dolor, cuánta desesperanza para al final morir sola y abandonada. 🥺
ResponderEliminar