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miércoles, 30 de octubre de 2024

El Resurgir - Cap.- 05

 

"Ver con los ojos cerrados" 05

 

         Fueron pasando las semanas; lo excepcional se había convertido en una agradable rutina.  Los chicos, seguían estando pendientes del móvil durante la comida y la cena.       Los miércoles y viernes por la tarde, salían a dar un largo paseo, interrumpido por alguna visita a un escondido bar casi sin clientes a esas horas, allí estaban muy tranquilos y ponían unas excelentes tapas y a un precio razonable;  los sábados y domingos por la mañana, nada más levantarse se iba al comedor y allí estaba hasta que todo quedaba recogido y luego por la tarde, variaban el recorrido, incluso el salir o no, dependiendo del tiempo que hiciera. El frío se había adueñado de la ciudad y el banco de ver con los ojos cerrados estaba normalmente mojado por la lluvia.

 

        Ese domingo, un rumor que circulaba entre sus amistades llegó a oídos de Lourdes, y claro, se montaría la gorda en casa a la hora de cenar.

      Ella entró y se fue directamente a la habitación; cuando llegó Samuel se sentó a la mesa como siempre, pero como es natural le extraño que allí no estuviese Lourdes.  Hacía rato que le había dicho que se venía para casa.

Samuel.- ¿y Lourdes?

Manuel.- está en su habitación

Verónica.- ve a llamarla, que vamos a cenar.

          --Abrió la puerta y Lourdes estaba llorando encima de la cama—

Samuel.- ¿qué te pasa?

Lourdes.- nada, déjame en paz

Samuel.- cuéntamelo que alguna solución habrá

Lourdes.- pasa y cierra la puerta

Samuel.- ¿tan grave es?

Lourdes.- estamos en la ruina

Samuel.- ¿tú eres tonta?

Lourdes.- sí, sí, en la ruina total.  Me invitó a su cumpleaños Virginia, la hija de Pilar; como es normal le he dicho que qué le apetecía de regalo de cumpleaños y ella me ha dicho que no me preocupase que si andamos tan mal de dinero, no pasaba nada, que ella lo entendía y no iba a decir nada.

Samuel.- pero eso a qué viene

Lourdes.- a nada, ya te enterarás

        --Samuel salió de la habitación y fue directo a la cocina a preguntar sin tapujos---

Samuel.- ¿se puede saber que pasa en casa?

Verónica.- qué pasa de qué

Samuel.- de que estamos arruinados
Manuel.- repite; no entiendo nada

Samuel.- ¡Lourdes! Ven díselo tú

Verónica.- oye, tranquilito, aquí tonterías las justas

 Lourdes llegó con todo el rostro hecho un cromo, por el maquillaje de los ojos

Manuel.- explícate y rapidito

Lourdes.- cuánto tiempo nos ibais a seguir engañando

Verónica.- siéntate y deja de decir tonterías

Lourdes.- la hija de Pilar dice que estamos arruinados y que como no tenemos dinero, que no hace falta que le regale nada para su cumple

Verónica.- y porque diga eso una mocosa ¿te tienes que poner así?

Lourdes.- ¿una mocosa? Lo saben todas mis amigas y también todas las de la partida;   por eso has dejado de ir un par de tardes, porque andamos mal

Verónica.- tú eres tonta, he dejado de ir porque tu padre y yo nos vamos a dar un paseo por ahí, y tan a gusto que estamos

Samuel.- pues todo arreglado, ves como no era para tanto

Lourdes.- ¡mentirosos!

Manuel.- me parece que esto ya se está pasando de castaño oscuro y no me quiero enfadar

Lourdes.- y por qué vas a comer al comedor social, te han visto y no solo una vez

Verónica.- porque…

      ---Manuel le interrumpió---

Manuel.- porque a ti no te importa.     Ya os enterareis poco a poco cuando yo lo crea conveniente y más vale que te fijases en como estoy yo, en vez de dar importancia a lo que digan cuatro mamarrachas,  que aparentan más de lo que son y  algunas no tienen donde caerse muertas; y te lo digo yo, que si quisiera hablar, veo las cuentas de mucha gente y nunca he soltado prenda

Lourdes.- pues cuando quieras me lo explicas, que solo piensas en ti y nosotros parece que te damos igual

Manuel.- vete a tú habitación, que prefiero no verte más por esta noche

Samuel.-  yo también me voy, mira  a ver si cambias de psiquiatra y te relajas un poquito, que parece mentira

Verónica.- no vuelvas a hablarle así a tu padre

     --Manuel apretó sus puños y se fue al salón a sentarse al sofá y comerse la impotencia—

Verónica.- porqué no se lo has dicho

Manuel.- no me da la gana, así no.      Deberían de alegrarse de verme mejor aunque estuviésemos en la ruina, como dicen las malas lenguas

Verónica.- y ellos que saben, tal vez deberías de dejar de ir unos meses

Manuel.- tú también;  a lo mejor serías tú la que tendrías que dejar de juntarte con esas “amiguitas” que te desuellan por detrás y te ponen buena cara mientras se ríen de la pena que les das.  ¿Quieres que te hable de las cuentas de alguna de ellas y de sus embargos?

Verónica.- a mí no me importan sus cuentas, pero a ti parece ser que no te importan tus hijos

Manuel.- ¿mis hijos? La culpa es mía por haberles consentido siempre todo

        Se puso de pie volviendo la cara y se fue a la cama a intentar no ver con los ojos cerrados, por miedo a volverse a encontrar de frente con la soledad.

              Esa noche la cocina quedó con la mesa puesta, los platos llenos y la luz encendida;   verónica decidió que estaba mejor en el sofá que acompañada en un colchón por la tozudez personificada en alguien que por un instante había dejado de conocer.

        La noche se hizo demasiado larga para todos, sin poder dormir, cada uno rumiaba sus pensamientos por caminos distintos que no llegaban a encontrarse en ningún lugar.

      A la mañana siguiente, se fueron levantando escalonadamente con el fin de no verse las caras entre sí. Ninguno desayunó, ni detuvo sus mudos pasos en el pasillo antes de salir por la puerta de la calle.

          Cuando ya se habían ido, Verónica se levantó, fue a la cocina a vaciar los platos de la cena en el cubo de la basura; se tomó un par de pastillas de las sobrantes en el pastillero transparente de Manuel, las que le hicieron quedarse adormilada toda la santa mañana, sentada en una silla con la cabeza apoyada en sus brazos sobre la mesa de la cocina, y  frente a ella, una taza de café con leche con el azúcar, sin ni siquiera disolver.




 

        

martes, 29 de octubre de 2024

El piano que no suena



     Como posos de café

con que teñirse las canas

ocultando la derrota.

    La ruindad en los dientes

donde se mira la edad

de jamelgo que no trota.

    Huracanes de pobreza

en las uñas desgastadas

por donde la sangre brota.

 

    La mirada de desprecio

del espejo retorcido,

que como aguijón se clava

en vena del desvalido

envenenando los sueños

de ese corazón herido,

que se siente malquerido

por un amor que creyó

que alejarse es el olvido.

 

   Vientos que vienen y van

erosionando caminos

en el andar de la vida.

   Huella que queda perpetua

como tatuaje en la piel

tras cicatrizar la herida.

   El dolor quedará mudo

con el último alarido

al culminar la partida .

 

Ojos de Gata @2024.



domingo, 27 de octubre de 2024

El Resurgir - Cap.- 04

 

"Ver con los ojos cerrados" 04

 

 

    Llegó el fin de semana;

           El sábado y domingo, su mujer no tenía café ni parchís; normalmente se quedaban en casa, pero esta vez fue de ella, de quien partió la iniciativa de salir por la tarde y que les diese el aire; a no hacer nada en especial, tal vez a hablar de cualquier cosa paseando del brazo por las callejuelas del casco viejo, entre los antiguos muros de piedra, donde permanecían grabados algunos recuerdos de juventud.

   Esas dos mañanas riendo en aquel comedor, y por las tardes el paseo hasta la puesta de sol, fueron como un bálsamo de aire fresco, que le haría comenzar la siguiente semana con  ímpetu, deseando que llegase el siguiente “finde”, pero sin quererse perder cada día de la semana, disfrutándolo como si fuera único.

      

         El miércoles, cuando llegó a casa ya habían comido, (pues los chicos tenían cosas que hacer a primera hora de la tarde).    Su plato solitario estaba sobre la mesa y  él tampoco es que él tuviera demasiada hambre.

   Verónica estaba allí, callada, de pie, preciosa, como aquellas princesas de los cuentos esperando a su príncipe azul.

Manuel.- cariño estás resplandeciente con ese vestido, mira a ver dónde vas, no me tenga que poner celoso

Verónica.- ¡vamos come!

Manuel.- no tengo apenas hambre, pero te comería a ti (sonriendo)

Verónica.- pues si no tienes hambre, arréglate y  vámonos, ya picaremos algo por ahí

Manuel.- yo a la partida no voy

Verónica.- ni yo.   Tú te crees que me voy a poner así de guapa para jugar al parchís

       Se quito el traje de ir a trabajar y se puso uno acorde al inigualable vestido de su mujer.   A los dos, se les hacía raro salir un día de diario sin saber donde los llevarían sus pasos. Un mundo nuevo se desplegaba a su alrededor; estaba nublado y parecía aproximarse lluvia, por lo que en ese momento decidieron meterse al cine a ver una película.   Cuantos años que no lo hacían.

   Al salir, “la película había sido un plomo” pasaron por la puerta del comedor.

Manuel.- ¿te acuerdas de este edificio?

Verónica.- claro, aquí estudiamos primaria

Manuel.- aquellos curas, vaya capones que daban

Verónica.- y sor Carmen, que nos hacía cantar con flores a María, todas las mañanas cada mes de mayo

Manuel.- pero de todas formas, que buenos recuerdos

Verónica.- yo no sé para que lo cerraron, al final para dejar perder un edificio tan bonito

Manuel.- pues aquí está el comedor del que te he hablado

Verónica.- ¿podemos entrar?

Manuel.- no, solo están por la mañana y utilizan la parte de abajo, donde han habilitado las aulas de infantil como cocina y almacén, y han unido las que eran de los primeros cursos, para hacer un gran comedor

Verónica.- esperemos que no se les caiga encima, no tiene muy buena pinta, al menos por fuera

Manuel.- ¿quieres que te enseñe una cosa?

Verónica.- ¿qué?

Manuel.- tú quieres o no

Verónica.- a ver qué estás inventando

Manuel.- te voy a enseñar a ver con los ojos cerrados

Verónica.- déjate de tonterías

Manuel.- de verdad, tú cierra los ojos, presta atención a los pasos que das, y a oír esos sonidos que están escondidos por el ruido de los coches

      --Verónica cerró los ojos e intentó agudizar el oído—

Manuel.- ahora sin abrir los ojos empieza a caminar y visualiza la calle

Verónica.- a ver si la vamos a liar

       ---comenzó a andar en línea recta—

Manuel.- tienes cerca un obstáculo, cuando creas que vas a llegar, ¡PARA!

     --Pero verónica no paró y se dio de bruces contra la farola—

Verónica.- coño, no te rías que me he hecho daño

Manuel.- anda, que no ha sido nada

Verónica.- que gracioso

Manuel.- está visto que te queda mucho que practicar

Verónica.- no te fastidias, practica tú si quieres

Manuel.- pero a que has oído cosas distintas

Verónica.- eso sí, sonidos distintos que no percibimos normalmente

Manuel.- yo los empecé a descubrí gracias a Julia, para ella son normales

Verónica.- y por qué no hacemos una cosa.   Nos sentamos en ese banco y estamos en silencio y con los ojos cerrados un rato

Manuel.- sí, mejor sentados, porque andando lo mismo atropellamos a alguien

   Los minutos pasaban rápidamente en el reloj. Cuando abrieron los ojos ya era totalmente de noche;    sus ganas de permanecer allí un poco más de tiempo, hacían contraposición, con la obligación de ir a casa y cenar con sus hijos.

Verónica.- que fastidio, con lo a gusto que estaba yo ahora

Manuel.- bueno, pero nada nos impide repetirlo más veces

Verónica.- habrá que ir a hacerles la cena a estos mocosos

Manuel.- ten hijos para esto

Verónica.- algo de culpa, también tuviste tú

Manuel.- bueno, pero yo menos

Verónica.- anda tira, que solo por eso, hoy te toca hacer la cena a ti

        Ya en casa, Manuel estaba dispuesto a hacer la cena, pero Verónica creyó que mejor la hacía ella por varios motivos:   El primero que así, se aseguraban el cenar algo decente, y el segundo y más importante, que Manuel, para hacer un triste huevo frito, manchaba tres platos y a saber cómo quedaría de aceite la placa y la encimera.

       Llegaron los “críos”.  Cuando ya estaba la mesa puesta y ellos dos (Manuel y Verónica) sentados, como cosa rara, esa noche los chicos nada más sentarse pusieron el móvil sobre la mesa boca abajo.   Durante la cena, las miradas de ellos (las de Manuel y Verónica) se cruzaban a mitad de camino con una Grata complicidad ilusionante.    Las de sus hijos se desplazaban de un rostro a otro sin entender aquel juego oculto de gestos y miradas embelesadas.

Lourdes.- ya está bien, qué pasa hoy

Samuel.- eso digo yo, parecéis tontos

Ellos ni contestaron;    para qué, ellos tampoco sabían ver con los ojos cerrados, y además no tenían pinta de querer aprender

Lourdes.- pues nada, cuando queráis os despertáis

Samuel.- estos nos están vacilando

       Pero estaban viendo frente a sus narices, algo tan intenso que no se podían perder ni una de sus muecas, durante todo ese largo tiempo las notificaciones de WhatsApp perdieron todo el interés.

Verónica.- vamos a recoger y a dormir, que mañana es día de escuela

Manuel.- pero si no habéis cenado casi nada

Lourdes.- menos mal, han despertado

Samuel.- pero que os pasa hoy

Manuel.- ¿y a vosotros?

Samuel.- nada, porqué

Manuel.- porque no los he contado, pero tienes un montón de mensajes en el móvil

Lourdes.- ahora en serio ¿Os pasa algo? ¿Estáis bien?

Verónica.- pues sí, la verdad es que yo, estoy muy bien

Samuel.- me voy a mi habitación, que se ve que no están dispuestos a soltar prenda

Manuel.- pues mira, me parece que vas a tener razón

Lourdes.- míralo, y encima se ríe; es que pareces tonto

Manuel.- si te parece me echo a llorar

Lourdes.- vale, no contéis nada, pero estáis muy extraños

Verónica.- hala, hasta mañana

Lourdes.- que sí, que sí, que ya me voy, que parece que os estorbo
Manuel.- que no, que no estorbas

Lourdes.- da igual, mejor me voy

Verónica.- ¿Y te vas sin darle un beso de buenas noche a tu padre?

Lourdes.-  hoy estáis un poco guasones

Manuel.- pobre papá, que su niña no le quiere dar un beso

Lourdes.- que pesado

Manuel.- y a mamá otro

Lourdes.- que sí, otro para mamá, y ahora voy a la habitación de Samuel y le doy otro

Verónica.- cuidado con ese que muerde

     --Los dos saltaron de carcajada ante la asombrada mirada de Lourdes--

Lourdes.- vale, ya está, hasta mañana.

 

   Se quedaron solos en la cocina recogiendo, y una vez recogido, se prepararon un café para seguir allí sin hablar un largo rato antes de irse a la habitación a “hacer los deberes”.      Había que repasar lo aprendido en su adolescencia, no se les fuese a olvidar.

 


jueves, 24 de octubre de 2024

El Resurgir - Cap.- 03

 

"ver con los ojos cerrados" 03 

    Aquella tarde-noche fue especial; pasearon por calles que hacía tiempo no recorrían, cenaron en un sitio nuevo en el que incluso la pequeña mesa estaba iluminada por un candelabro, después pasaron un poco de frío en aquel parque solitario, sentados en un banco recordando su tiempos de novios, y por qué no decirlo;   ya en su casa, en su habitación, en su cama acostados hicieron aquello que ya tenían casi olvidado.

   Al día siguiente,  él se fue a trabajar como de costumbre y luego, más tarde se levantó el resto de la familia.

Samuel.- ¿Dónde fuisteis anoche?

Verónica.- a cenar por ahí

Samuel.- podíais haber avisado

Lourdes.- o sea, que todo está bien

Verónica.- bueno, eso parece

Samuel.- me voy a hacer unas cosas antes de ir a clase

Lourdes.- hasta luego, yo también me voy

Verónica.- ¡alto ahí los dos!    Antes de marchar, quiero ver la cocina tal y como la encontrasteis cuando llegasteis anoche

Lourdes.- que no me da tiempo

Verónica.- tú Samuel, mejor que no digas nada, si no os da tiempo, haberse levantado antes.

   Los dos, maldiciendo entre dientes se pusieron a recoger, aunque lo de fregar se lo dejaron a su madre.  Verónica los miraba riéndose mientras pensaba:

      .- aquí, van a tener que cambiar algunas cosas.

        Manuel entró en la oficina sonriente, exultante; miró a esos compañeros y decidió ni saludarlos, para qué.  Cerró los ojos y fue hasta su mesa chocándose con todo aquello que se le cruzaba por medio.     El resto de los que allí estaban no entendía nada, pero él, en su caminar, pudo escuchar la mirada de cada uno de ellos percibiendo la distinta respiración de aquellos que se reían de él y esos otros, los que simplemente con él, se reían.

    Como siempre, salió a tomar un café a media mañana y aprovechó esa media hora para acercarse hasta el comedor.

Manuel.- buenos días, mis queridos amigos

Roberto.- ¿yo que te dije ayer?

Manuel.- para, para, que estoy en el rato del café

Cristina.- que tal en casa ¿hubo bronca?
Manuel.- todo lo contrario, pero ya os contaré; ahora vengo a hacer una cosa con Antonio

    -- Lo quitó de lo que estaba haciendo y se lo llevó a la calle--.

Antonio.- Qué pasa Manuel

Manuel.- nada; ahora vas a cerrar los ojos y vas a caminar acera adelante

Antonio.- no, que me choco

Manuel.- que no, que yo tengo cuidado; te pongo una mano en el hombro y te guío

Antonio.- pero con cuidado

Manuel.- que sí, tú tranquilo

     Cerró los ojos y se puso a caminar;  Manuel con su mano en el hombro lo conducía para que no se chocase con nadie ni tropezase.

Manuel.- ahora para, pero no abras los ojos

Antonio.- ¿por qué no los puedo abrir?

Manuel.- hazme caso, piensa, hemos caminado unos veinte pasos ¿Qué tienes delante, a punto de darte con ella en las narices?

Antonio.- no sé

Manuel.- venga haz un esfuerzo y mira con los ojos cerrados

     --Antonio, apretando los ojos con fuerza, pensó durante un momento—

Manuel.- vamos, que tú puedes

Antonio.- ya sé, hemos llegado a la farola

Manuel.-  muy bien, ahora sigue caminando

       Claro, Antonio siguió caminando recto y se dio contra ella.  Entonces abrió los ojos y los dos se echaron a reír, mientras una pareja de cierta edad que por allí pasaba en aquel momento, se detenía y recriminaba a Manuel con desprecio.

“ella”.-  será sinvergüenza, burlarse así de esa criatura

“él”.- más vale se dedicase a cuidarlo en vez de reírse de él, vaya padre

Manuel.- vamos de vuelta a las cocinas que ya hemos hecho mucho el tonto por hoy

    Volvieron riéndose;   -- Antonio entró emocionado y fue directamente a abrazar a Julia—

Antonio.- ya sé ver con los ojos cerrados

Julia.- y qué tal

Antonio.- muy bien, pero me he chocado contra una farola

Manuel.- es que no giró a tiempo.  Bueno me vuelvo al trabajo

Roberto.- muchas gracias y acuérdate que mañana ya es sábado

Manuel.- no os preocupéis, que no se me olvida.

    --Pasó por el bar y se subió un café con leche en un vaso de plástico—

   Cuando lo vio llegar el jefe, le pidió por favor que pasase un momento a su despacho.

Manuel.- ¿quería a algo?

Jefe.-  que tal va la cosa ¿mejor?

Manuel.- sí bien, poco a poco

Jefe.- me ha extrañado que subieses con el café en un vaso de plástico

Manuel.- no pasa nada, no me dio tiempo a tomármelo

Jefe.- bueno, lo importante es que estés bien

Manuel.- no se preocupe, estoy bien

Jefe.- sabes que si algo necesitas…  Ya llevas aquí muchos años, o sea, que creo que tienes confianza para hablar conmigo

Manuel.- por su puesto, me voy que acaba de llegar un señor que…   En fin, que no se entera muy bien de los papeles que tiene que presentar.

       El jefe lo acompañó hasta la puerta del despacho y se quedó observándolo para ver cuál era ese trato especial al señor.    Vio como lo trataba y le facilitaba uno por uno de los documentos, luego le ayudó a rellenarlos y al final, después meterle todo lo que tenía que presentar ordenado en un sobre, se fue con él, acompañándolo hasta puerta dándole ánimos.      .- Todo va a salir bien.

     Era un trato distinto que nunca había visto en ninguno de sus trabajadores, ni siquiera en él, hasta ese momento.    Así que lo volvió a llamar.

    Manuel que no se había fijado en el detalle, se dirigió de nuevo al despacho pensando:

       .- a ver qué tripa se le ha roto ahora.

Jefe.- esa nueva manera de atender a los clientes ¿a qué se debe?

Manuel.- a que… Nos cuesta el mismo trabajo hacerlo bien que mal, y al final, ellos son los que pagan nuestros sueldos

Jefe.- pero para eso está el departamento de asesoría

Manuel.- no me haga reír

Jefe.- me estás diciendo que ese departamento no funciona

Manuel.- ¿yo he dicho eso? Porque creo que yo no he abierto la boca

Jefe.- o sea, que no

Manuel.- yo solo sé, que el chaval de atención al cliente siempre tiene gente

Jefe.- me dices que tampoco funciona
Manuel.- de eso nada, ese chaval es una joya, si no fuera por él

Jefe.- vuelva a su trabajo y no le importe seguir ayudando a quien lo crea conveniente, por mi parte no hay problema.

 

    Manuel allí sentado, mirando expedientes a los que había que ir dando paso en el ordenador, intentaba dar prioridad a aquellos que veía de difícil solución y a los que el tiempo de resolución se les alargaría demasiado.

 



lunes, 21 de octubre de 2024

El Resurgir - Cap.- 02

 

       "Ver con los ojos cerrados" 02


          La gente fue terminando de comer y poco a poco se desalojó el comedor.   Rápidamente, se pusieron a recoger para sentarse ellos a la mesa y que Manuel les contase porqué había llegado tan tarde.

      Le dejaron un sitio en el centro de la mesa, para así poderlo escuchar todos claramente sin necesidad de que alzase demasiado la voz.

Roberto.- Que sepáis que es él, quien quiere decirnos lo que ha pasado, si no quiere hacerlo está en su derecho.

Manuel.- yo creo que os debo una explicación; lo primero deciros que esta mañana he estado en mi trabajo.  La verdad es que allí he dicho un par de mentirijillas para no desvelar donde estuve ayer, por ahora no quiero que nadie sepa que estuve aquí

Nerea.- pues no sé, por qué no

Roberto.- sus razones tendrá
Carolina.- ¿y esas mentirijillas?

   La primera que ayer me encontraba mal y por eso no fui a trabajar.

      La segunda, es que hoy tenía que salir antes de la hora para ir al médico, y bueno, me he venido aquí a ayudar en lo que he podido.

Antonio.- pero no hay que decir mentiras

Gervasio.- al final, siempre te pillan y es peor

Tomás.- mi padre también trabaja y cuando tengo que ir al médico viene mi madre conmigo

Roberto.- no interrumpáis, que está hablando Manuel

Manuel.- Bueno, el caso es que por cuestiones diversas, llevaba mucho tiempo sin ganas de nada, mirando alrededor y no viendo nada que mereciera la pena

Julia.- Que raros sois, tenéis que aprender a ver con los ojos cerrados y daros cuenta de toda la belleza que hay en vuestro entorno

Antonio.- pero si tú no ves
Julia.- ¡tú sí que no ves!  Que no te enteras

          Antonio bajo la mirada y no contestó

Roberto.- oye Julia, eso que le has hecho está muy mal; así que luego cuando terminemos le explicas lo que quiere decir:   Ver, con los ojos cerrados

Julia.- perdona, no quería decirte eso

Manuel.- pues resulta que ayer encontré esa felicidad que estaba buscando, aquí, junto a vosotros, ayudando o estorbando, no lo sé

Nerea.- o sea, que tienes depresión, no hay por qué avergonzarse de decirlo

Manuel.- pues sí, y llevo un año y pico con el psicólogo que no hace más que contarme milongas y otro tanto con un psiquiatra que me atiborra de pastillas, y en mi casa todo son ordenes y consejos que no sirven para nada

Gervasio.- mi madre también tenía depresión y la curó yendo por la tarde a la piscina a nadar conmigo.       Dos tardes a la semana, nos lleva mi padre en el coche, allí ha hecho muchas nuevas amigas, y nadamos juntos, y luego al salir, volvemos dando un paseo hasta casa, y se la ve muy feliz.

Roberto.- al final la vida tampoco es tan complicada como la queremos ver.

Paco.- tiene razón Julia, si aprendiésemos a ver con los ojos cerrados…

Manuel.- mi familia no sabe nada, aunque no creo ni que les importe, pero aquí por primera vez he recuperado las ganas de vivir.

Carolina.- no digas eso, yo también pensé en un momento que mi madre se compadecía de mí, y por eso me prohibía hacer cosas, incluso pensé que le daba vergüenza ir empujando mi silla por la calle.  Hay que ver, lo tontos que algunas veces podemos llegar a ser

Roberto.- visto lo visto, y antes de que sigas diciendo tonterías y además como encargado de este comedor, por lo pronto, te prohíbo aparecer por aquí los días de diario.   Si tú quieres puedes acercarte los sábados y domingos que no tienes que trabajar.

Paco.- tu familia necesita tu sueldo y si sigues mintiendo en el trabajo, al final te terminarán despidiendo. O acaso quieres verte dentro de poco, como esta gente que no tiene más remedio que dejarse ayudar.

Manuel.- ¿entonces también estáis aquí los sábados y domingos?

Nerea.- hay personas que necesitan comer todos los días, aunque solo sea lo que aquí podamos darles, que no es mucho, pero está caliente

Manuel.- tenéis razón, pero os prometo venir todos los fines de semana

Paco.- ánimo valiente, que aquí estamos para ayudar y reírnos juntos un rato

Manuel.- me tenéis que perdonar, siempre os había visto como a personas que necesitan ayuda y resulta que ahora sois vosotros los que ayudáis

Tomás.- no te preocupes, eso no nos importa

Roberto.- vamos a recoger y a dejar todo limpio para mañana.    Y tú, ya estás marchando para casa que estará la mujer preocupada

Manuel.- no creo, a estas horas ya estará tomando el café con las amigas

Paco.- perdona, pero…  Qué payaso eres.

 

      Hizo caso y se fue caminando a casa.  Acera adelante daba pasos cortos con los ojos cerrados; era una sensación muy extraña, por un momento comenzó a apreciar una serie de sonidos a los que nunca había prestado atención, pero el miedo a chocarse con algo o tropezarse, le impulsaba a abrirlos de nuevo.

        Cuando parecía que ya no podía aguantar más, un poco antes de abrirlos, de pronto se chocó con un señor que venía de frente.

Señor.- a ver si miramos por donde vamos

Manuel.- perdone, pero iba con los ojos cerrados

Señor.- pues hay que llevarlos abiertos

Manuel.- eso si que tiene gracia, ja, ja, ja,

Señor.- pero será imbécil

        Manuel siguió caminando como si tal cosa.  Con qué pequeña tontería uno se puede reír de sí mismo, sin hacer daño a nadie.

      Cuando llegó a casa entró riéndose y voceando:  

¡Ah del castillo! Que salgan los fantasmas por la puerta y que jamás vuelvan a entrar

      En ese momento alzó la mirada; al fondo del pasillo estaba su mujer, de pie, y bastante enfadada, por los rasgos de su rostro.

Verónica.- muy contento vienes ¿no habrás bebido?

Manuel.- pues no, pero me he chocado con un hombre en la acera y me ha llamado imbécil

Verónica.- pues yo no le veo la gracia

Manuel.- es que hay que aprender a ver con los ojos cerrados

Verónica.- ¡vete a la mierda!  Yo aquí preocupada y tú, a saber dónde andabas.   Siempre en tu mundo.  Pon de una vez los pies en el suelo y afronta la realidad, que vamos, me parece a mí que tampoco estamos tan mal, como para andar deprimiéndose.  Eres más raro.

Manuel.- no lo entiendes

Verónica.- no, no lo entiendo, solo sé que ya, ni hablas con nosotros

Manuel.- pues eso va a cambiar ya, pero no me digáis que solo hablo tonterías, porque son mis tonterías y son tan respetables como las vuestras

Verónica.- has dicho tantas veces que esto iba a cambiar

         Verónica tenía la chaqueta doblada en su antebrazo

Manuel.- ¿tienes prisa por irte?
Verónica.- pues no, ya llamé a Pilar para decirle que hoy no salía

Manuel.- como has cogido la chaqueta

Verónica.-  será la costumbre, pero hoy no pensaba salir

Manuel.- me parece estupendo.  Nos hacemos un café y charlamos en la cocina

        Verónica puso cara de sorprendida y entró sin decir nada.

      Ella se sentó a la mesa y puso la pequeña televisión. Mientras él, se disponía a hacer unos cafés con crema de esos que vienen en capsulas.

Manuel.- por favor, apaga ese trasto que la gente de fuera sobra

        Hechos los cafés y puestas las tazas en la mesa la cogió por los hombros y le dio un beso antes de sentarse frente a ella.

Verónica.- ¿Cuánto hacía que no me dabas un beso?

Manuel.- no lo sé, pero ahora te voy a contar que hice ayer por la mañana y hoy al medio día.

Verónica.- no me asustes

Manuel.- ¿tú me ves mal como para asustarte?

Verónica.- no, te veo raro

Manuel.- pues mira, he conocido a unas personas maravillosas, especiales, que me han hecho ver la vida de otra manera.   Ellas me han dado esa pastilla que estaba buscando para estar mejor

Verónica.- ¿no te estarás drogando?

Manuel.- no, ya no; he estado drogándome estos meses por la mañana y por la noche, y para qué, para nada, a partir de ahora se acabaron los medicamentos

Verónica.- entonces ¿qué pastilla te han dado?

Manuel.- me han enseñado a que se puede ver con los ojos cerrados

Verónica.- estás muy raro; de todas formas las pastillas no las puedes dejar de golpe;   si las quieres dejar y tú te encuentras mejor me parece bien, pero poco a poco, no vaya a ser peor el remedio que la enfermedad

Manuel.- atiende, que te cuento;   allí en la cocina…

Verónica.- qué cocina

Manuel.-  espera, tranquila.  Allí están: Tomás;  un chaval con síndrome de donw que lo suyo es el fregadero.   Paco; que anda con muletas, y sentado sobre una caja de fruta, es un fiera pelando patatas y lo que le pongan.

    Gervasio;   ese es un larguirucho autista que está encargado del almacén y tiene siempre todo colocado para que nada se pase de fecha o se pueda  echar a perder.   Nerea y Carolina; ellas dos con sus sillas de ruedas hacen de aquello un circuito de “fórmula 1”  llevando cajas y sacos sobre sus piernas del almacén a la cocina y sacando cosas al comedor.     Julia; aunque es ciega tiene destreza con el cuchillo partiendo todo tipo de verduras y además toca súper bien el piano.     Antonio tiene parálisis cerebral, pero se maneja bien, siempre al lado de Julia y además toca la flauta junto a ella amenizando las comidas.    Y luego está Roberto, que es el cocinero y encargado de poner orden;  a este le falta un brazo, bueno, no le falta, es que el brazo izquierdo lo tiene muy pequeñito, así, como si solo fuera hasta el codo y una mini mano con un par de dedos.

Verónica.- ¿es un sitio donde van personas discapacitadas?

Manuel.- ¡alto ahí! Es el comedor social, que está gestionado y manejado por gente especial, pero no por sus consecuencias físicas, no, estos son especiales de verdad.

Verónica.- ¿entonces allí quién va a comer?

Manuel.- si yo te contara, muchos que no tienen otro remedio que aceptar su ayuda

Verónica.- y tú ¿Qué pintas en toda esta historia?
Manuel.- pues que he decidido dejar de pedir esa ayuda que nunca se me da por parte de nadie y ponerme a ayudar yo

 

     -- En ese momento entraba Samuel por la puerta—

Verónica.- hijo, ven y siéntate un rato con nosotros

Samuel.- no puedo, cojo la cazadora y me voy que he quedado

           Igual que entró en casa salió, sin ni siquiera asomarse a ver quién estaba en la cocina.   La madre se quedó callada sin saber que decir.

Manuel.- no te preocupes, así es todas las tardes

                       --Al momento llegó Lourdes—

Verónica.- Hija, estamos en la cocina

Lourdes.- ¿has hablado con papá?

Verónica.- sí, está aquí conmigo, ven que estamos hablando

     --Como cada tarde entró en la cocina y se hizo un sándwich rápido-- 

Lourdes.- Luego nos vemos en la cena

  Tanta prisa tenía, que se lo fue comiendo pasillo adelante, según se volvía a ir.

Manuel.- ves, así son mis tardes, mirando a unos señores que no hacen más que decir sandeces en la tele.

Verónica.- por eso te decimos que busques alguna cosa que te entretenga y te haga sentir bien

Manuel.- pues eso, si es lo que te estoy diciendo, que ya lo he encontrado

Verónica.- pero… ¿Y el trabajo?

Manuel.- no te preocupes, por ahora solo voy los fines de semana; Roberto me ha prohibido pisar por allí de lunes a viernes, pero ya sabes que el sábado y el domingo, no como aquí.

Verónica.- pues es que, no sé qué decir, yo te veo contento, y bueno, ya les diré yo a las amigas que un par de días por semana no hay café y partida al parchís

Manuel.- no hace falta, tú no rompas tu rutina.

Verónica.- sí, sí hace falta, tenemos que pasar más tiempo juntos

Manuel.- ahora nos vamos a poner elegantes y hoy vamos a ir a dar un paseo, luego cenar los dos solos en algún restaurante para celebrarlo, y después ya veremos
Verónica.- ¿y los niños?

Manuel.- si quieren cenar que se hagan la cena; y si no les apetece, pues que se acuesten sin cenar, que ya van siendo grandecitos.

Verónica.- estás loco

Manuel.- sí Verónica sí, y bendita “LoKura”.      
Verónica.-  Pues vamos.