La gente fue terminando de comer y poco a
poco se desalojó el comedor.
Rápidamente, se pusieron a recoger para sentarse ellos a la mesa y que
Manuel les contase porqué había llegado tan tarde.
Le dejaron un sitio en el centro de la
mesa, para así poderlo escuchar todos claramente sin necesidad de que alzase
demasiado la voz.
Roberto.- Que sepáis que es él, quien quiere decirnos lo
que ha pasado, si no quiere hacerlo está en su derecho.
Manuel.- yo creo que os debo una explicación; lo primero
deciros que esta mañana he estado en mi trabajo. La verdad es que allí he dicho un par de
mentirijillas para no desvelar donde estuve ayer, por ahora no quiero que nadie
sepa que estuve aquí
Nerea.- pues no sé, por qué no
La primera que ayer me encontraba mal y por
eso no fui a trabajar.
La segunda, es que hoy tenía que salir
antes de la hora para ir al médico, y bueno, me he venido aquí a ayudar en lo
que he podido.
Antonio.- pero no hay que decir mentiras
Gervasio.- al final, siempre te pillan y es peor
Tomás.- mi padre también trabaja y cuando tengo que ir al
médico viene mi madre conmigo
Roberto.- no interrumpáis, que está hablando Manuel
Manuel.- Bueno, el caso es que por cuestiones diversas,
llevaba mucho tiempo sin ganas de nada, mirando alrededor y no viendo nada que
mereciera la pena
Julia.- Que raros sois, tenéis que aprender a ver con los
ojos cerrados y daros cuenta de toda la belleza que hay en vuestro entorno
Antonio bajo la
mirada y no contestó
Roberto.- oye Julia, eso que le has hecho está muy mal; así
que luego cuando terminemos le explicas lo que quiere decir: Ver, con los ojos cerrados
Julia.- perdona, no quería decirte eso
Manuel.- pues resulta que ayer encontré esa felicidad que
estaba buscando, aquí, junto a vosotros, ayudando o estorbando, no lo sé
Nerea.- o sea, que tienes depresión, no hay por qué
avergonzarse de decirlo
Manuel.- pues sí, y llevo un año y pico con el psicólogo
que no hace más que contarme milongas y otro tanto con un psiquiatra que me
atiborra de pastillas, y en mi casa todo son ordenes y consejos que no sirven
para nada
Gervasio.- mi madre también tenía depresión y la curó yendo
por la tarde a la piscina a nadar conmigo.
Dos tardes a la semana, nos lleva
mi padre en el coche, allí ha hecho muchas nuevas amigas, y nadamos juntos, y
luego al salir, volvemos dando un paseo hasta casa, y se la ve muy feliz.
Roberto.- al final la vida tampoco es tan complicada como
la queremos ver.
Paco.- tiene razón Julia, si aprendiésemos a ver con los
ojos cerrados…
Manuel.- mi familia no sabe nada, aunque no creo ni que
les importe, pero aquí por primera vez he recuperado las ganas de vivir.
Carolina.- no digas eso, yo también pensé en un momento que
mi madre se compadecía de mí, y por eso me prohibía hacer cosas, incluso pensé
que le daba vergüenza ir empujando mi silla por la calle. Hay que ver, lo tontos que algunas veces
podemos llegar a ser
Roberto.- visto lo visto, y antes de que sigas diciendo
tonterías y además como encargado de este comedor, por lo pronto, te prohíbo
aparecer por aquí los días de diario. Si
tú quieres puedes acercarte los sábados y domingos que no tienes que trabajar.
Paco.- tu familia necesita tu sueldo y si sigues
mintiendo en el trabajo, al final te terminarán despidiendo. O acaso quieres verte dentro de poco,
como esta gente que no tiene más remedio que dejarse ayudar.
Manuel.- ¿entonces también estáis aquí los sábados y
domingos?
Nerea.- hay personas que necesitan comer todos los días, aunque
solo sea lo que aquí podamos darles, que no es mucho, pero está caliente
Manuel.- tenéis razón, pero os prometo venir todos los
fines de semana
Paco.- ánimo valiente, que aquí estamos para ayudar y
reírnos juntos un rato
Manuel.- me tenéis que perdonar, siempre os había visto
como a personas que necesitan ayuda y resulta que ahora sois vosotros los que
ayudáis
Tomás.- no te preocupes, eso no nos importa
Roberto.- vamos a recoger y a dejar todo limpio para
mañana. Y tú, ya estás marchando para
casa que estará la mujer preocupada
Manuel.- no creo, a estas horas ya estará tomando el café
con las amigas
Paco.- perdona, pero…
Qué payaso eres.
Hizo caso y se fue caminando a casa. Acera adelante daba pasos cortos con los ojos
cerrados; era una sensación muy extraña, por un momento comenzó a apreciar una
serie de sonidos a los que nunca había prestado atención, pero el miedo a
chocarse con algo o tropezarse, le impulsaba a abrirlos de nuevo.
Cuando
parecía que ya no podía aguantar más, un poco antes de abrirlos, de pronto se
chocó con un señor que venía de frente.
Señor.- a ver si miramos por donde vamos
Manuel.- perdone, pero iba con los ojos cerrados
Señor.- pues hay que llevarlos abiertos
Manuel.- eso si que tiene gracia, ja, ja, ja,
Señor.- pero será imbécil
Manuel siguió caminando como si tal cosa. Con qué pequeña tontería uno se puede reír de
sí mismo, sin hacer daño a nadie.
Cuando
llegó a casa entró riéndose y voceando:
¡Ah del castillo!
Que salgan los fantasmas por la puerta y que jamás vuelvan a entrar
En ese momento alzó la mirada; al fondo
del pasillo estaba su mujer, de pie, y bastante enfadada, por los rasgos de su
rostro.
Verónica.- muy contento vienes ¿no habrás bebido?
Manuel.- pues no, pero me he chocado con un hombre en la
acera y me ha llamado imbécil
Verónica.- pues yo no le veo la gracia
Manuel.- es que hay que aprender a ver con los ojos
cerrados
Verónica.- ¡vete a la mierda! Yo aquí preocupada y tú, a saber dónde andabas. Siempre en tu mundo. Pon de una vez los pies en el suelo y afronta
la realidad, que vamos, me parece a mí que tampoco estamos tan mal, como para andar
deprimiéndose. Eres más raro.
Manuel.- no lo entiendes
Verónica.- no, no lo entiendo, solo sé que ya, ni hablas con
nosotros
Manuel.- pues eso va a cambiar ya, pero no me digáis que
solo hablo tonterías, porque son mis tonterías y son tan respetables como las
vuestras
Verónica.- has dicho tantas veces que esto iba a cambiar
Verónica tenía la chaqueta doblada en
su antebrazo
Manuel.- como has cogido la chaqueta
Verónica.- será la
costumbre, pero hoy no pensaba salir
Manuel.- me parece estupendo. Nos hacemos un café y charlamos en la cocina
Verónica puso cara de sorprendida y
entró sin decir nada.
Ella se sentó a la mesa y puso la pequeña
televisión. Mientras él, se disponía a hacer unos cafés con crema de esos que
vienen en capsulas.
Manuel.- por favor, apaga ese trasto que la gente de fuera
sobra
Hechos los cafés y puestas las tazas en
la mesa la cogió por los hombros y le dio un beso antes de sentarse frente a
ella.
Verónica.- ¿Cuánto hacía que no me dabas un beso?
Manuel.- no lo sé, pero ahora te voy a contar que hice
ayer por la mañana y hoy al medio día.
Verónica.- no me asustes
Manuel.- ¿tú me ves mal como para asustarte?
Verónica.- no, te veo raro
Manuel.- pues mira, he conocido a unas personas
maravillosas, especiales, que me han hecho ver la vida de otra manera. Ellas me han dado esa pastilla que estaba
buscando para estar mejor
Verónica.- ¿no te estarás drogando?
Manuel.- no, ya no; he estado drogándome estos meses por
la mañana y por la noche, y para qué, para nada, a partir de ahora se acabaron
los medicamentos
Verónica.- entonces ¿qué pastilla te han dado?
Manuel.- me han enseñado a que se puede ver con los ojos
cerrados
Verónica.- estás muy raro; de todas formas las pastillas no
las puedes dejar de golpe; si las quieres dejar y tú te encuentras mejor
me parece bien, pero poco a poco, no vaya a ser peor el remedio que la
enfermedad
Manuel.- atiende, que te cuento; allí en la cocina…
Verónica.- qué cocina
Manuel.- espera,
tranquila. Allí están: Tomás; un
chaval con síndrome de donw que lo suyo es el fregadero. Paco; que anda con muletas, y sentado sobre
una caja de fruta, es un fiera pelando patatas y lo que le pongan.
Gervasio; ese es
un larguirucho autista que está encargado del almacén y tiene siempre todo
colocado para que nada se pase de fecha o se pueda echar a perder. Nerea y
Carolina; ellas dos con sus sillas de ruedas hacen de aquello un circuito de “fórmula
1” llevando cajas y sacos sobre sus
piernas del almacén a la cocina y sacando cosas al comedor. Julia; aunque es ciega tiene destreza con el
cuchillo partiendo todo tipo de verduras y además toca súper bien el piano. Antonio tiene parálisis cerebral, pero se
maneja bien, siempre al lado de Julia y además toca la flauta junto a ella
amenizando las comidas. Y luego está Roberto, que es el cocinero y encargado de poner
orden; a este le falta un brazo, bueno,
no le falta, es que el brazo izquierdo lo tiene muy pequeñito, así, como si
solo fuera hasta el codo y una mini mano con un par de dedos.
Verónica.- ¿es un sitio donde van personas discapacitadas?
Manuel.- ¡alto ahí! Es el comedor social, que está
gestionado y manejado por gente especial, pero no por sus consecuencias
físicas, no, estos son especiales de verdad.
Verónica.- ¿entonces allí quién va a comer?
Manuel.- si yo te contara, muchos que no tienen otro
remedio que aceptar su ayuda
-- En ese momento entraba Samuel
por la puerta—
Verónica.- hijo, ven y siéntate un rato con nosotros
Samuel.- no puedo, cojo la cazadora y me voy que he
quedado
Igual que entró en casa salió, sin
ni siquiera asomarse a ver quién estaba en la cocina. La madre se quedó callada sin saber que
decir.
Manuel.- no te preocupes, así es todas las tardes
--Al momento llegó Lourdes—
Verónica.- Hija, estamos en la cocina
Lourdes.- ¿has hablado con papá?
Verónica.- sí, está aquí conmigo, ven que estamos hablando
--Como cada tarde entró en la cocina y se
hizo un sándwich rápido--
Lourdes.- Luego nos vemos en la cena
Tanta prisa tenía, que se lo fue comiendo
pasillo adelante, según se volvía a ir.
Manuel.- ves, así son mis tardes, mirando a unos señores
que no hacen más que decir sandeces en la tele.
Verónica.- por eso te decimos que busques alguna cosa que te
entretenga y te haga sentir bien
Manuel.- pues eso, si es lo que te estoy diciendo, que ya
lo he encontrado
Verónica.- pero… ¿Y el trabajo?
Manuel.- no te preocupes, por ahora solo voy los fines de
semana; Roberto me ha prohibido pisar por allí de lunes a viernes, pero ya
sabes que el sábado y el domingo, no como aquí.
Verónica.- pues es que, no sé qué decir, yo te veo contento,
y bueno, ya les diré yo a las amigas que un par de días por semana no hay café
y partida al parchís
Manuel.- no hace falta, tú no rompas tu rutina.
Verónica.- sí, sí hace falta, tenemos que pasar más tiempo
juntos
Manuel.- si quieren cenar que se hagan la cena; y si no
les apetece, pues que se acuesten sin cenar, que ya van siendo grandecitos.
Verónica.- estás loco
Manuel.- sí Verónica sí, y bendita “LoKura”.
Verónica.- Pues vamos.
Pues muy buena medida. No quiero hacer spoiler, pero me parece muy bien su decisión. Bien escrito y buena cosa. 🌹🌹
ResponderEliminarDisfrutando capítulo a capítulo.Gracias 😘
ResponderEliminarAprender a ver con los ojos cerrados, tarea difícil has puesto
ResponderEliminarCuánta gente está ciega por fuera y por dentro teniendo ojos como soles. Voy a por el siguiente
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